sábado, 8 de agosto de 2009

Todo el año es carnaval, digo, campaña electoral

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Hay quienes afirman que los uruguayos somos tristes. Que la milonga, que el tango, que hasta el candombe es un lamento. Que el carnaval será el más largo del mundo pero es serio. Que somos un pueblo gris.

Quien esto afirme es porque nunca estuvo en Uruguay durante una campaña electoral.

Las campañas electorales se organizan en forma previa a las elecciones internas, a las nacionales y a las departamentales; si viene al caso, se organiza también en ocasión de un plebiscito –en el que se intenta una reforma de la Constitución- o de un referéndum –en el que se intenta anular una Ley- instancias que ocurren cada dos por tres, cosa de no aburrirse.

Cuando digo que la campaña se hace en forma previa, un lector extranjero podría pensar que estoy hablando de cuestión de un par de semanas o un mes antes del día de la elección. ¡Craso error! Prácticamente vivimos en campaña... Sin ir más lejos, al día siguiente de las elecciones, los perdedores ya están viendo dónde estuvo el error y qué estrategia seguir para enmendarlo, y los ganadores también cranean cómo hacer para mantenerse en el poder ahora que lo conquistaron.

Ahora bien, la campaña electoral propiamente dicha, comienza varios meses antes de la elección, cosa de ir entrando en calor. Son tantas las actividades que implica, que en esos momentos el desempleo cae a cero, porque imposible permanecer ajeno y no conseguir aunque sea una changuita para repartir listas. Las empresas consultoras viven haciendo encuestas -y hay como 4 ó 5 empresas grandes que se pasan molestando gente por teléfono para preguntar cosas tales como "si las elecciones fueran el próximo domingo, ¿a quién votaría usted?" cosa que si ocurre en febrero cuando las internas son en junio, puede sonar a broma, y supongo que la encuesta da como resultado que la mayoría votaría a la madre del encuestador. Luego presentan los resultados con unas gráficas preciosas en la TV, en sus páginas web y en la prensa escrita, o las explican verbalmente en la radio.

Otros que se hacen la América durante la campaña son las agencias publicitarias. Asesores de imagen, ideas-fuerza, jingles pegadizos, afiches, folletos y cartelería, spots radiales y televisivos, publicidad en diarios, revistas y semanarios... Eso sí, la creatividad no suele abundar, y una mira la tele y no sabe si tomar leche Conaprole, cargar la garrafa en Riogas, comerse un pancho de Schnek o votar al Dr. Fulano, ya que todos los spots son idénticos.

Hay que reconocer que cada tanto, las agencias de publicidad logran éxitos que pegan en la gente y una se sorprende a sí misma tarareando el jingle de ese candidato que no votaría bajo ningún concepto. Incluso algunos perduran en el tiempo, y así pasen décadas, algunas personas recuerdan la cancioncita del candidato Mengano o del Partido Turquesa.

Los partidos o candidatos más pudientes, llegan a contratar avionetas que llevan carteles con sus listas, y los menos pudientes, los tradicionales autos parlantes que recorren las calles anunciando los exquisitos ravioles de “La gema de Nápoles” y “Perengano Intendente, un candidato decente que vota toda la gente”.

En los últimos tiempos, a los medios tradicionales de propaganda se han agregado la internet (una entra a revisar su correo en Hotmail y resulta que aparece la foto de Fulanito y una frase matadora) y los call-centers: ya no sólo invaden la radio, la TV, los espacios públicos, la prensa, el espacio aéreo, sino que ahora te llaman por teléfono o te mandan un mensaje de texto para convencerte de que votes tal lista.

Ahora bien, no hay campaña electoral sin club. Llegado el período pre-electoral, cuanto inmueble estuviera vacío cambia el cartel de “SE ALQUILA” por el de “ZUTANO, LISTA X”. El lugar es reacondicionado, pintado con los colores partidarios, decorado con banderas y gigantografías del candidato, y amueblado con mesas y sillas de plástico. No podrán faltar los altoparlantes que emitan a todo lo que da el jingle correspondiente. El club estará abierto la mayor parte del día, ocupado por personas que justamente carecían de ocupación hasta que se abrió el club, lo que puede sonar un poco confuso. Se repartirán listas, se realizarán charlas informativas, y cada tanto, si se tiene mucha suerte, se recibirá la visita de Zutano durante 3 minutos, en donde palmeará espaldas y besará niños, y será palmeado y besado a su vez, amén de que dirá unas frases encomiosas acerca de la labor imprescindible que hacen los “clubistas”.

Todas las listas de todos los partidos, además de clubes en inmuebles establecerá muebles, esto es, mesitas plegables en cuanta vereda, feria, plaza o parque haya en la ciudad, pueblo o villa. Las veredas, en particular, se vuelven intransitables, pero sumamente coloridas, y una termina batiendo el récord mundial de lentitud al recorrer 100 m en 35 minutos, y con los bolsillos llenos de listas de todos los partidos.

Ahora bien, los verdaderos protagonistas de la campaña son los candidatos, y no hay campaña electoral sin giras y actos partidarios. Las giras implican viajar kilómetros y kilómetros por día en auto, camioneta u ómnibus, lo cual provoca que se les borre hasta la raya del culo y es pésimo para la espalda y para la circulación; dar decenas de discursos por día, a voz en cuello y con estos fríos, lo que atenta contra las cuerdas vocales y contra la salud mental porque te garanto que si una no llega a soportar un discurso entero, imaginate lo que debe ser para el mismo tipo decir las mismas obviedades todo el día. Ser golpeado y besado por toda la gente en cada pueblo, porque como en algunos lugares no suele pasar nunca nada, el hecho de que llegue un candidato con su séquito, sus banderas y sus globos es todo un acontecimiento, entonces la gente no se lo quiere perder, y va, lo besa, lo abraza y le palmea la espalda, lo que al final del día hace que el pobre tipo tenga hematomas por todo el lomo, y haya recibido todas las cepas habidas de virus y bacterias junto con los besos de la gente. Evidentemente durante las giras comen cualquier cosa, en particular asado y guiso de capón, que a primera leída puede parecer el paraíso pero al tercer chinchulín te vienen ganas de ahorcarte con la piolita de los chorizos.

Por agotados, estresados, desgastados y podridos que estén, los candidatos deben aparecer ante los presuntos votantes y las cámaras con una perenne sonrisa de azafata, excepto cuando hacen referencia a los candidatos opositores: ahí sí se admite el ceño fruncido y la voz airada, aunque internamente esté compadeciendo al otro porque sabe que está en la misma, y porque después en el Parlamento se juntan para chusmear y tomarse una juntos.

La presencia de los candidatos en la TV, la radio, la prensa y la internet se hace permanente, al punto que una sospecha que en el resto del mundo no pasa más nada: ya no hay terremotos, ni atentados terroristas, ni se muere ningún personaje célebre, ni se elige Miss Universo, ni se hacen festivales de cine, ni se descubre una nueva vacuna, ni ningún meteorito osa impactar contra un planeta. Sólo se trata de declaraciones, discursos, provocaciones, bravuconadas, furcios y sonrisas de los candidatos y sus secuaces, que también compiten por sus cargos al senado o a la diputación.

Y luego, están los programas periodísticos que entrevistan candidatos, analizan sus propuestas, presentan encuestas, opinan, discuten, muestran la hilacha...

Ah... ahora que digo “hilacha”, los otros que están en zafra son los sastres y los comercios que venden ropa masculina, y aclaro lo del sexo porque hay bastante menos mujeres que hombres en cuestión de candidaturas, y éstas no hacen competencias de corbatas, o ahora que se nos dio por el aire popular, de remeras, que algunos se creen que los votantes hace rato nos dimos cuenta que el hábito no hace al monje, y que se pongan lo que se pongan, ya no nos ocultan más nada.

Las únicas personas que la pasan mal durante los largos meses de la campaña electoral son los humoristas: por más que se esfuercen, saben que los mejores chistes los hacen los candidatos.

Por eso no escribo ni una línea más; los que habitualmente leen mis crónicas para reírse un rato, en este momento están mirando el debate entre el Dr. Fulano y el Dr. Mengano, que es muchísimo más divertido que cualquier cosa que yo pueda llegar a escribir, por más que me estruje la neurona.
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sábado, 1 de agosto de 2009

La Panacea Universal, o la Revolución Bacteriana del Ácido Láctico

Aclarando, dijo un vasco, que le echaba agua a la leche

Comencé a esbozar este artículo hace varias semanas, como suelo hacer: pienso en un tema, voy escribiendo las ideas que se me ocurren al respecto, luego le voy dando forma y finalmente, lo pulo, hasta que considero que sigue siendo igual de malo que al principio pero que ya mis limitadas capacidades me impiden hacer algo mejor, y ahí recién lo publico.
Bueno, la cuestión es que esto ya estaba casi pronto cuando el Tata, con todo el ímpetu juvenil que lo caracteriza, va y escribe un artículo en su blog en donde aborda lateralmente este tema que hoy nos ocupa. Lo que quiero decir, en definitiva, es que no le afané la idea (no esta vez, al menos).
Hecha la aclaración, ahí voy:

Cuando yo era niña, el yogur era un producto exótico: se trataba de leche a la que se le agregaban unas laboriosas bacterias, que fermentaban la lactosa y producían ácido láctico. Venía en unas botellitas de vidrio similares a las de leche –sí, jóvenes imberbes, en el Precámbrico la leche se vendía en botellas de vidrio- pero más chicas (imagino que serían de 250 cc). El consumo de yogur estaba limitado a razones terapéuticas: es decir, el médico le indicaba yogur a los pacientes que sufrían de andá a saber qué mal inconfesable.
María Elena, mi maestra de 5º, pertenecía a ese grupo de tomadores de yogur. Además, debía hacerlo a una hora determinada, por eso pedía permiso en clase, se servía el misterioso líquido en un tazón de melamina naranja y lo tomaba con cuchara. Ese fue mi primer encuentro cara a cara con el yogur. ¡Se veía delicioso! Algo cremoso, consistente, suave... Comenté el hecho en casa, y me preguntaron si quería probar. ¡Claro que sí! Y tuve mi primera botellita de yogur. Y la primera gran decepción de mi vida. ¡Un asco! ¡Puajjjjjjj! ¡La cosa más ácida y áspera que había probado en mi vida! No hubo forma de cambiarle el sabor, ni volcándole todo el azucarero adentro.
Pasaron los años, se sucedieron las Eras, el ser humano evolucionó, dominó el fuego, inventó la escritura, demostró que la tierra era redonda y que el átomo se podía dividir, y el yogur se transformó en otra cosa. Ya no es sólo leche fermentada con un sabor y una textura similares a los del jugo gástrico. Ahora los yogures (así, en plural) son riquísimos.
Y el yogur ya no viene en botellita de vidrio... Hay en frasco de vidrio, en botella de plástico, en vaso de plástico, en sachet y en caja, desde los chiquititos como un dedal, hasta los que alcanzan para llenar la bañera y jugar a ser Cleopatra. Y puede ser cremoso, batido, bebible, natural, integral, dietético, descremado, saborizado con vainilla, firme, integral batido clásico (sin que yo lo sepa diferenciar del integral sin batir, ni el clásico del romántico), integral batido con dulce de leche, con fibras, con frutillas, con duraznos, con ciruelas, con colchón de frutas, con colchón de frutos del bosque, con colchón de frutos de la Patagonia, con mezcla de frutas (lo que hace una especie de yogur frankensteiniano de perakiwi o manzanaciruela), con cereales, con muesli, probióticos, biotransit y lowcol, por sólo mencionar algunos.
El yogur dejó de ser un alimento de consumo por estrictas razones facultativas a ser un alimento protagónico de la vida actual: tanto da para que meriende el nene en la guardería, como para adelgazar, facilitar la evacuación intestinal, bajar el colesterol, fortalecer el sistema inmunológico o tomar algo rico. Es decir, es la legendaria panacea, la cura de todos los males.
La publicidad de yogur muestra un mundo feliz. No hay bacteria ni virus que se anime a invadirte si fortalecés tu sistema inmunológico con el yogur que tiene nutridefensis, no hay arteria que se tape con grasa por más que le des duro y parejo a la milanesa si luego la bajás con un yogur lowcol, no hay colon que se irrite con un yogur biotransit...
Entonces, cuando Gilles Lipovetsky en “La sociedad de la decepción” dice: “...en nuestra época prosperan el desasosiego y el desengaño, la decepción y la angustia. Pero la entidad que promete la felicidad del ciudadano no es la democracia: ésta sólo garantiza la libertad del individuo...” está insinuando claramente que la entidad que promete la felicidad del ciudadano es el yogur.
Y por acá dejo mi crónica, porque es la hora de tomar mi yogur bebible descremado sin azúcar agregado y con pulpa de frutillas.

sábado, 25 de julio de 2009

Un gran salto para la humanidad

El pasado 20 de julio se cumplieron 40 años del primer alunizaje. Vaya novedad, dirán ustedes. La cuestión es que, para conmemorar ese pequeño paso del hombre, el Planetario organizó un acto solemne -detesto llamarlo "evento", si estaba organizado y además se sabía que iba a acontecer desde hacía cuatro décadas, así que de eventual no tenía nada- en el cual se presentó un video uruguayo acerca de la misión del Apolo XI. La pregunta, a estas alturas, es qué silbato vengo a tocar yo, si mis actividades profesionales y de cultivo del ocio están tan lejos de la carrera espacial como lejanos estamos todos nosotros de la propia Luna.
La cuestión es que el amigable vecino Peter Parker -de larga fama en la blogósfera- hace cuestión de un mes atrás me propuso hacer un dibujo para un afiche que él tenía que crear -en su calidad de diseñador gráfico, y no de superhéroe arácnido-, para publicitar una serie de charlas sobre astronáutica que su amigo Alejandro Galli, de la Asociación de Aficionados a la Astronomía
[1], iba a dar.
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El resultado de la labor mancomunada es el siguiente[2]:
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Bueno, la cuestión es que fui invitada a la presentación del audiovisual y la muestra que lo acompaña, y allá fui, el lunes al mediodía.
No sé qué era lo que me esperaba, pero sin dudas, no lo que sucedió. Para empezar, imaginaba que entre la concurrencia iban a abundar miembros de la comunidad académica, de la propia asociación, docentes de Astronomía -todos ellos fácilmente reconocibles por desarrollar un cuello particularmente largo y mirar siempre para arriba, en particular de noche- y alumnos de 4º año de liceo, que cursan la asignatura Astronomía. Craso error. Bueno, había algunos de los personajes antes mencionados, pero lo que abundaba allí era otra cosa.
Para empezar, ni bien llegué, se apareció el periodista Mariano López de Canal 12 con camarógrafo y todo -se ve que alguien les había avisado que yo iba a estar- y después fueron llegando numerosas estrellas de la farándula vernácula como los actores Jorge Bolani y Paola Venditto, el escritor Mario Delgado Aparain y la diva Julia Möller, más una cohorte de señoras que sacaron a relucir sus tapados de felino ennaftalinado y sus peinados batidos y plastificados con laca, muy al tono con la época en que se produjo la llegada del Apolo XI a la Luna, aunque algunas por su aspecto más bien parecían sobrevivientes del Apolo XIII. Y casi me desmayo cuando veo aparecer a un caballero con gabardina beige, pelo cortadísimo y cuchuflete de la oreja, con un aspecto de agente secreto de película de clase B que se caía, que resultó nomás ser lo que parecía -no un personaje de película de clase B sino un agente secreto-, que imagino estaría custodiando a unos funcionarios de la Embajada de Estados Unidos que patrocinaban el acto, porque lo que es Armstrong, Aldrin y Collins sólo se aparecieron en pantalla, ya que según parece, prefirieron ir a un ágape que les ofreció Obama que sabe mucho menos de Astronomía que cualquiera de los gurises de 4º de liceo que se encontraban presentes. Mientras esperaba que comenzara la proyección, una mujer que hablaba correctamente el español pero con un fuerte acento de Omaha se acercó a preguntarme si yo tenía idea del programa. Evidentemente, no podía decirle que yo estaba ahí porque había dibujado al astronauta en alpargatas del afiche de la puerta, y que sabía tanto de los acontecimientos como ella, así que me limité a decirle que en la invitación se hablaba de la proyección de un video y que yo sospechaba que luego habría una conferencia, y que se indicaba que empezaría a las 12.30 -cuando ya eran 12.40- a lo que ella dijo: "Pero claro, esto es Uruguay", y me dejó sin poder defender la impuntualidad oriental que tan bien nos deja parados -o sentados, como en ese caso- hasta en la propia Luna.
Una vez concluido el video -de lo más interesante y que podrá ser apreciado en los días sucesivos en el propio Planetario por el público en general- se sucedieron los discursos de rigor de diversas autoridades y de un adolescente del Liceo Nº4 de Maldonado que fue el que estuvo mejor de todos, por lo breve, conciso y claro de su pieza oratoria.
Como en todo acto que se precie en Uruguay, sea casamiento, inauguración de una muestra fotográfica, fiesta de fin de cursos, velorio o conmemoración de alunizaje, la cosa terminó con la ingesta de sólidos y líquidos varios, en medio de un ambiente de cordial camaradería en donde se habló de cualquier cosa menos de cohetes y de satélites naturales.
Por las dudas, y en vista de que sólo una década más se cumplirán los 50 años de la llegada del hombre a la Luna, ya voy agendando cita con la peluquera para que me haga un batido sesentoso, y voy viendo de conseguir un tapado de piel de naftalina salvaje, no sea cosa que me inviten de nuevo.
Ah... los canapés estaban buenísimos; Armstrong, Aldrin y Collins no saben lo que se perdieron.
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[1] Asociación de Aficionados a la Astronomía: http://aaa.org.uy/

[2] Que pueden ver y apreciar todos quienes concurran al Planetario Municipal en estos días

jueves, 23 de julio de 2009

Con todo al aire

Eduardo Nogareda, conductor del programa radial "El truco de la serpiente" ha cometido el desatino de invitarme al programa de mañana viernes.
No me queda claro si es que el pobre no sabe lo que hace, o es que está cumpliendo una pena por alguna infracción que ha cometido, pero la cuestión es que allí estaré leyendo una de mis crónicas. Si tenés tiempo y ganas de reírte de mis torpes balbuceos microfónicos, o de escuchar un muy buen programa (a excepción del ratito que estaré yo), sintonizá Emisora del Sur (1290 AM ó 94.7 FM) mañana viernes 24 de julio a partir de las 16:15 horas.
Para escuchar en internet:
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¡Qué país generoso...!

sábado, 18 de julio de 2009

Disculpame el eufemismo

Hace un tiempo Ro, la de El cristal con que se mira, me propuso el tema de los eufemismos. Muy rico todo, pensé, pero como yo soy muy ordenada, decidí empezar por el principio. ¿Qué es un eufemismo? Según el incalificable Diccionario de la Real Academia de la Lengua –faro que guía a esta escribidora perdida en las tinieblas de la ignorancia, como podrá ver y apreciar cualquiera que pase por este blog- un eufemismo es una “...manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.” Ah, bueno. Así que un eufemismo es una forma de decir algo pero con otras palabras. Una especie de hipocresía sinonímica, ya que estamos. Ahora bien, si mal no recuerdo, las ideas cuya recta y franca expresión es dura o malsonante, tienden a ser recta y francamente corporales: suelen referirse a la anatomía, a la fisiología o a la patología del propio cuerpo humano.
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Por ejemplo, la premisa que dice "todos los hombres son mortales" que una tenía por verdadera, parecería ser que no es así. Mucha gente es inmortal, dado que no se muere, sino que pasa a mejor vida. Sin duda, hay algunas vidas mejores que otras, pero no deja de ser un poco injusto que los que ya se daban la buena vida pasen a tener una aún mejor, en tanto que se les podría dar una mejoría a quienes tienen una vida espantosa. Se me dirá que la expresión alude a una vida mas allá de la existencia terrenal, que una ni siquiera tiene la certeza de que exista, y quién te dice que no te toque ir a rostizarte con Don Lucifer, que será que a mí me mata el calor que no me parece que ésa sea mejor vida, o al menos no desde el punto de vista térmico.
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Pasaron a mejor vida
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Las personas que sí se mueren, a veces lo hacen por causa de una terrible enfermedad. Ahí es que yo me planteo cuál sería la enfermedad que aquejaba al difunto: ¿Un dengue hemorrágico, acaso, que lo hizo desangrarse en medio de unos espasmos tremendos? ¿Una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que lo tuvo durante mucho tiempo respirando por las orejas mientras lucía un tono de piel azul? ¿Un cólera, que se lo llevó en medio de la indignidad de una diarrea apocalíptica? Enfermedades terribles yo diría que hay muchas, pero parece –según me informan- que la expresión refiere exclusivamente al cáncer, que ya es un eufemismo, porque no es una enfermedad sino que pueden ser varias, y que además, suelen ser identificadas por su nombre y apellido, ya que no es lo mismo un linfoma de Hodgkin que un sarcoma de Kaposi. O como decía mi abuela, "parece que Fulano tiene algo malo", con lo que a una le quedaba la idea de que Fulano tenía un perro mordedor o un prontuario frondoso.
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Algunas de las personas que permanecen con vida, lo hacen con serias dificultades e inconvenientes, dado que no cumplen con las funciones orgánicas que hacen a la condición de ser un ser vivo. Por ejemplo, no defecan, ni mucho menos cagan, sino que mueven o movilizan el vientre. En realidad, las únicas personas que sí mueven el vientre son las bailarinas de la danza del mismo, que se reducen a un escasísimo número de personas.
En los últimos tiempos, ha surgido un nuevo eufemismo referido a la frecuencia y velocidad de evacuación de la materia fecal: el tránsito. Si a mí me hablan de tránsito lento, me imagino la ruta interbalnearia un domingo de verano a las 7 de la tarde, y no que Mengana está de pésimo humor porque hace cuatro días que no caga, perdón, que no moviliza el vientre.
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Mueve el vientre sin problemas
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La edad es otro tema del cual no se puede hablar sin rodeos; el envejecimiento dejó de ser un proceso natural para convertirse en un oprobio, que hay que ocultar a como dé lugar. De ahí que un individuo no sea más un viejo, por más que tenga una antigüedad probada sobre el planeta, sino que es un adulto mayor. Ahora bien, se alcanza la mayoría de edad a los 18 años, y la adultez unos pocos años después, por lo que un tipo de 31 años es un adulto y es mayor, mal que le pese, es decir que entró en la misma categoría del bisabuelo que el otro día festejó los 97.
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En lo que respecta a la sexualidad y a la actividad sexual propiamente dicha, comprendiendo los aspectos eróticos, genitales, reproductores y aledaños, prácticamente una no entiende cómo sigue existiendo la especie humana, si todo es puro eufemismo. Las mujeres no menstruamos, sino que estamos en esos días (es decir, que no sé en qué estoy cuando no menstrúo... ¿En esos otros días que no son esos días, tal vez?), en los cuales hay que tener particular cuidado con la higiene íntima (¿Me tendré que cepillar el esófago?) Por supuesto que una jamás de los jamases tendrá vagina, clítoris o quién sabe qué otros vericuetos malsonantes, válgame Falopio.
Por su parte, lo hombres no tienen pene (bueno fuera) sino que tienen órgano viril. Ahora bien, dado que viril quiere decir perteneciente o relativo al varón, cualquier órgano que tenga un ser humano de sexo masculino es un órgano viril, por lo que bien podríamos estar hablando del ojo o del páncreas.
Las personas decentes jamás practican el coito o cópula; como mucho, se acuestan... Para mí que acostarse quería decir algo así como ponerse en posición horizontal para descansar o dormir, y de ser posible en una cama, pero parece ser que no es así. Cuando alguien dice “Mengano se acostó con Zutana”, por poner un caso, parece ser que quiere decir que dichas personas mantuvieron trato carnal o se conocieron en el sentido bíblico, no sé si me explico. O sea que es incorrecto –y yo diría, inmoral y censurable- decirles a los niños pequeños “Es hora de acostarse”. Debe decirse, por lo tanto “Es hora de ir a tenderse o echarse con el objetivo de dormir.”
En los últimos tiempos ha cundido un anglicismo, que es tener sexo. ¡Caramba, y yo que creía que tenía sexo femenino desde que un espermatozoide de papá que tenía un cromosoma X se unió con un óvulo de mamá que también tenía un cromosoma X...! Pues no. En estos momentos que estoy tecleando este texto, te juro que no estoy teniendo sexo (no soy tan habilidosa, lamento confesar).

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El embarazo, el parto y el puerperio, hechos naturales y por demás deseables sobre todo en este país que somos tan poquitos, pueden llenar de felicidad a una persona o a una pareja, pero no por ello se podrá hablar de esos temas a calzón quitado, aunque suelen involucrar varias quitas de calzones, que no será imprescindible pero sí más cómodo. Perengana puede estar embarazada, cómo no, pero jamás parirá a su hijo, sino que tendrá familia, con lo que padres, hermanos, tíos y primos pasan automáticamente a un estado de no-existencia. Luego de tener familia, la mujer no pasará a ser una puérpera, sino que estará en la cuarentena, por lo que el maravilloso acto de tener un hijo pasa a convertirse en sinónimo de haber padecido la peste bubónica.
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Perenganita tuvo familia
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Y no sé si corresponde que acabe este texto, porque como sabemos, acabar también es un eufemismo.
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sábado, 11 de julio de 2009

La pandemia de la prensa amarilla



Siguiendo con el apostolado de mantener a la población debidamente informada, van aquí una serie de aclaraciones acerca del ineludible tema de la gripe del chancho.


Para empezar por el principio, los virus no son seres vivos, no insistas; no los podés matar. Los virus son... virus, existen y están allí, y una tiene que asumir su existencia, como asume la existencia del átomo, de los impuestos y de los comentaristas de fútbol.
Lo que tienen los virus es que se hacen los vivos, y cada tanto se les da por invadir verdaderos seres vivos. Invaden sus células, obligan a éstas a hacer copias de ellos, y así hay cada vez más virus, para invadir nuevas células, hasta que al final se aburren y se van, o ya no quedan más células por invadir, porque el ser vivo que los alojaba –llamado huésped- decidió morirse de una buena vez.
Ahora bien, los virus son específicos: invaden a un tipo de célula determinada de una especie determinada, es decir, que se aquerencian en el huésped. El inconveniente es que los virus mutan con gran facilidad, y es así que un virus que durante años invadió células de una especie en particular -pongamos por caso, el chancho- un buen día mutó (es decir, cambió) y decidió que el chancho le resultaba poca cosa y se le dio por invadir cristiano.
Ahí es que entra en juego la palabrita zoonosis: una zoonosis es una enfermedad propia de una especie que se le da por atacar a otra. Según el Diccionario de la Real Academia, es una “enfermedad o infección que se da en los animales y que es transmisible al hombre en condiciones naturales” con lo que queda claro que los integrantes de la Real Academia no son animales, y andá a saber a qué Reino pertenecen, si es que son seres vivos, y que a las mujeres, por suerte, no nos pasan esas cosas.
La cuestión que el virus A (H1N1), que como todos sabemos pertenece a la familia
Orthomyxoviridae, hasta hace poco infectaba a los cerdos, hasta que le vino el berretín, y decidió abandonar al modesto suino para ir a alojarse a otra especie tanto o más chancha, pero con mayor estatus zoológico. Así fue que la gripe porcina, que ya existía, se humanizó, en el peor sentido del término, por lo que ya no es correcto seguir llamándola gripe porcina o gripe del chancho, a menos que quien la padezca sea inspector de tránsito.
Y tampoco le alcanzó con llamarse gripe, y comenzó a llamarse influenza, siendo términos sinónimos, sólo que gripe es de origen francés e influenza de origen italiano; será que a este virus le caen simpáticas las fiestitas de Berlusconi. Es decir, que estamos en presencia de la Influenza A (H1N1), y no de otra cosa.
¿Qué diferencia tiene con la gripe común, que después de haberla padecido durante siglos, aprendimos que se llama “estacional”? Ninguna, salvo el virus que la causa. La gripe estacional puede ser causada por virus A, B o C, que a su vez pueden tener variantes, según las proteínas que tengan en su superficie. Por lo demás, da lo mismo tener una que otra, siendo mejor no tener ninguna de ellas, si me dan a elegir. Los mismos dolores musculares, la misma fiebre, el mismo decaimiento, los mismos estornudos... Una falsificación capaz de engañar a cualquiera, salvo a los expertos.
¿Cuál es el problema, entonces? El problema es la globalización. Siempre hubo virus y enfermedades infecto-contagiosas, muchísimo peores que la humilde influenza. Claro que en épocas anteriores, había menos gente, menos traslados y nada de información. La mayoría de las personas nacía, vivía y moría en la misma comarca, y ni sabía qué había unos pocos kilómetros más allá. Hoy no. Hoy un tipo estornuda en Veracruz y a las pocas horas otro es contagiado en Jakarta, y un rato más tarde otro se resfría en Casablanca. Los virus viajan en avión de una parte a otra del mundo, y sin que los afecte el jet-lag. Y son seguidos por los medios de comunicación, que con esto de los satélites, las cámaras digitales, los teléfonos celulares, las laptops y la mar en coche. Como si cada virus tuviera un GPS, que permitiera ubicarlo al instante, no importa en la nariz de quién acabe de colarse.
Y se desata la pandemia. Que quiere decir que la enfermedad se extiende a muchos países, y no que es algo terrible. El problema, en este caso, es que “pandemia” suena a “pandemonio”, que no tienen nada que ver, ni tampoco es tan grave, sino que es el nombre que este muchacho Milton le puso a la capital del Infierno en su “Paraíso Perdido”, como bien le podría haber puesto Montevideo, si no fuera porque por ese tiempo todavía no estaba fundada, y ni siquiera Zabala había nacido.
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Entonces, como decía el Chapulín Colorado, que no panda el cúnico, que la cosa no es tan grave. Me dirás que muchas personas han muerto por esta pandemia. Bueno, sí. Ahora bien: ¿tenés idea de cuántas personas mueren anualmente por gripe estacional? Y no voy a traer a colación las muertes por accidentes de tránsito, enfermedades vinculadas al tabaquismo, cáncer, violencia doméstica, guerras, hambre y otras pandemias que sí son infernales, porque escapa al tema de este artículo y a las posibilidades de esta escribidora. Ni tampoco me voy a poner a hacer disquisiciones acerca de las ganancias de las multinacionales de la industria farmacéutica con la venta de antigripales y antirretrovirales. Y menos que menos voy a decir que las farmacias se hacen su junio-julio vendiendo alcohol en gel y tapabocas, que después de todo es un negocio y de algo hay que vivir.
Así que menos bola a la prensa, que bien puede ocuparse de otros temas muchísimo más serios e importantes como el funeral de Michael Jackson, el pase de Cristiano Ronaldo al Real o el inminente estreno de la sexta película de Harry Potter.
Y vos cuidate del frío, alimentate adecuadamente, lavate las manos seguido –que siempre viene bien- y salí corriendo si alguien estornuda cerca.
Y si ya estás con estornudos, dolores musculares y fiebre, metete en la cama y aprovechá para quedarte vagando unos días, que es lo mejor que podés hacer en el invierno.
¡Achís!




[1] “Paradise Lost”, la obra de John Milton, fue publicada en 1667, en tanto que Bruno Mauricio de Zabala, el fundador de Montevideo nació en 1682, y Montevideo fue fundada en 1726.

sábado, 4 de julio de 2009

Le salieron mal los anales y lo mandaron al siete i

Si el lenguaje de los partes policiales –que luego repite la prensa ¿especializada? en crónica roja- nos resulta críptico (ver artículo sobre el tema publicado en este mismísimo blog la semana anterior), qué podemos decir del lenguaje de los médicos. Claro que los profesionales de la salud (¿o debería decir “de la enfermedad”?) tienen su propia jerga y sus términos técnicos, pero de entenderlos dependen nada más y nada menos que nuestra salud, cuando no, nuestra vida, cosa que no ocurre en los partes policiales, porque honestamente un dolo más o un acometimiento menos me dan igual, pero con un proteinograma electroforético no se juega.
De la supina ignorancia que tenemos los pobres mortales de los términos médicos, y de la incapacidad de algunos galenos de traducir al español qué esfigmomanómetro quieren decir, surgen malos entendidos, muchas veces jocosos, como hacerse los anales, andar con la honda o sufrir neuralgia del trigésimo.
Como la docencia es, antes que nada un apostolado, y entre los objetivos de este humildísimo blog está el de educar a las masas (y a los sánguches), aquí van algunas aclaraciones de orden práctico:

Aguda: en este caso, no se refiere a las palabras acentuadas en la última sílaba, sino a una fase de una enfermedad. Se dice que está en fase aguda cuando es imposible obviar que una está enferma, porque le vino flor de patatús (de la índole que sea).

Azúcar: uno de los monstruos del imaginario colectivo; tener “azúcar en la sangre” produce un pavor completamente infundado. No hay modo de que un cristiano tenga azúcar en la sangre; quienes tienen azúcar circulando por su cuerpo suelen ser plantas, en particular la caña de azúcar y la remolacha azucarera-oh, sorpresa-. Lo que una tiene es glucosa, y el nivel de tan dulce sustancia en la sangre se llama glucemia o glicemia. Como casi todo en esta vida, hay que tener lo justo, porque tanto el exceso o el defecto perjudican. Cambiá los waffles de chocolate por una manzana, y después me contás.

Colesterol bueno / colesterol malo: parece el título de una película de Kusturica, pero sin embargo es la denominación vulgar e incorrecta de HDL y LDL, que como todo el mundo sabe, quieren decir High Density Lipoproteins y Low Density Lipoproteins. Hay que tener ambas lipoproteínas en niveles de normalidad, y dejarse de joder con concepciones maniqueas.

Colesterol: especie de monstruo legendario de la posmodernidad. Tildado de “malo” por el vulgo, el colesterol no sólo no es malo, sino que es imprescindible para las membranas celulares, para que las neuronas te funcionen rapidito y para un montón de cosas más. Lo que es malo no es tener colesterol, sino tenerlo en exceso. Aflojale a las milanesas con papas fritas, a los bizcochos y a aplastar el culo en la silla, y vas a ver cómo en seguida se te amansa.

Crónica: se dice de la enfermedad que se aquerencia y no se va, por más que una insista en negarla. Conviene asumir la condición de enfermo crónico de una buena vez, y aburrir a familiares y amigos con los detalles cada vez que sale el tema en una conversación.

CTI: siglas de Centro de Terapia Intensiva o Centro de Tratamiento Intensivo. No insistas con decirle "siete i", por más que se encuentre situado en el séptimo piso del hospital. A este centro se derivan los pacientes en condiciones críticas -es decir, más jodida- o aquellos cuyo estado de salud se ha visto seriamente perjudicado por acciones cometidas por sus insoportables familiares o por un jefe tóxico, dado que en el CTI el paciente está solo y tranquilo. El personal técnico cuenta con entrenamiento especial, pero suelen seleccionarse más que por sus capacidades, por su taciturnidad, dado que la mayoría de los pacientes de un CTI no son dados a conversar.

Es un virus: muletilla que utilizan algunos médicos cuando no pueden determinar con precisión el diagnóstico, pero sospechan que lo que tiene el paciente no es muy grave. Nunca es un virus: los virus son patoteros y siempre andan de a chiquisientillones. Y lo que tienen de bueno los virus es que cuando se aburren de enfermarte, se van (cuando no te matan, claro).

Hemograma: examen de sangre que consiste en que un técnico que está muy aburrido se entretenga en contar cuántos glóbulos y plaquetas tenés. Supongo que en el laboratorio hacen apuestas para ver quién le emboca al número de leucocitos, como para agregarle emoción a la cosa.

La clínica es soberana: expresión que utilizan algunos médicos cuando revisan al paciente y éste tuvo a bien llevar un montón de síntomas parecidos a los del libro, por lo que el diagnóstico se cae de maduro. Cuando la soberanía de la clínica está en duda, agarrate pa'l temblor: se viene una andanada de análisis y estudios paraclínicos que podrás pagar sólo sacando el 5 de oro.

Mamografía: técnica utilizada para diagnosticar cáncer de mama. Hay muchos chistes que comparan lo que una siente al hacerse la mamografía con aplastarse una teta con la cortina metálica del garage; nada de eso es cierto. Es mucho peor, pero andá igual.

PAP: nombre cariñoso con que se designa al Papanicolau, examen que todas las mujeres tenemos que hacernos anualmente. No es nada del otro mundo y te puede salvar la vida, así que ponete la bombacha de ir al doctor y andá de una buena vez.

Próstata: órgano de la anatomía masculina que nadie sabie bien qué es, dónde está y para qué sirve, pero que suele joderles la vida a los caballeros, en particular a los de mediana edad en adelante. Nada malo pasaría si el señor se hubiera empezado a controlar a los cuarenta y poco, pero es más fácil convencer a Mahmud Ahmadineyad de que asuma públicamente el fraude electoral que a otro individuo cualquiera de que vaya al urólogo.

UCI: Unidad de Cuidados Intermedios. Lugar de internación para pacientes indecisos, ni tan graves como para CTI ni tan leves como para sala común. Viene a ser como un hospedaje clase turista, ni un 5 estrellas ni una pensión.

Queda abierto el consultorio: dejanos tu pregunta, y en breve responderemos tu duda. Recordá que estamos para servirte.
(Lo que no aclaremos aquí, ya se aclarará en la autopsia.)
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sábado, 27 de junio de 2009

Cómo transformarse en un occiso de un momento a otro

Una cuestión que me ha llamado la atención desde mi más tierna infancia es el lenguaje que se emplea en la elaboración de los partes policiales. Claro que entiendo que cada profesión u oficio tiene su jerga, que puede llegar a resultar críptica para los no iniciados; lo que en realidad me sorprende es que se emplee exactamente el mismo lenguaje técnico en las crónicas policiales de los medios de comunicación, que se supone que están para eso, para facilitar y no para dificultar la comunicación, pero quién soy yo para decirle a nadie lo que tiene que hacer con su canal de TV o con su diario.
Lo que sí puedo hacer en mi blog -y ahí sí que no hay comisario ni periodista que me lo impidan- es tratar de aclarar algunos términos para que de ahora en más, estimado lector, entiendas de qué caracho habla la crónica roja.
Para empezar, se le llama crónica roja a la que refiere a los delitos cometidos y denunciados, tal vez en alusión al color de la sangre de los vertebrados, que es roja debido a la presencia de hemoglobina. Ahora bien, en la enorme mayoría de los delitos que se cometen no hay presencia alguna de sangre, así que no se entiende el por qué de ese remoquete. Podría referirse, se me dirá, al rojo como el color simbólico de la pasión; me pregunto qué pasión puede haber en un delito de fraude, pero capaz que es mi absoluta carencia de tendencias delictivas la que me hace ver la cosa en blanco y negro.
En el relato de cualquier delito que se cometa, el dato que realmente importa es la edad de la víctima; jamás es una persona: es un sexagenario el que fue embestido, o una septuagenaria la que fue rapiñada. Honestamente, creo que cualquier individuo que a sus 60 años esté en plena actividad, lo que más teme en la vida no es ser víctima de un crimen, sino ser recordado como el sexagenario.
Quien comete un crimen violento, por otra parte, especialmente si se trata de un asesinato o de una violación, no es un hijo de puta, sino un incalificable sujeto. Si yo no le entendí mal a mi profesora de Español, el sujeto puede contener uno o varios adjetivos, por lo que es de lo más calificable que hay, amén de que a una se le ocurren un montón de calificativos para aplicarles a esos tipos.
En cambio, quien comete un delito de robo, jamás es un ladrón, sino un malviviente, en una idea preconcebida que necesariamente los chorros viven mal, en tanto que los robados vivimos espléndidamente.
Quien encuentre la muerte como consecuencia de un accidente o de un asesinato, no será "el muerto" sino la víctima fatal -lo que da un tufo de tragedia griega que reíte de Sófocles- o, lo que es peor, el occiso, que habrá tenido la precaución de yacer en posición de decúbito dorsal, que no me dirán que es lo mismo que estar echado panza arriba, que parece que estuviera durmiendo la siesta, lo que es una falta de respeto para el finado.
El delito no puede cometerse en una casa o en un apartamento; el lugar apropiado para delinquir es un inmueble sito en la calle Tal número Cual.
Las causas de la muerte del occiso pueden ser varias, entre ellas, la causada por herida de arma blanca, que una jamás imaginaría que se trata de un cuchillo o de una navaja, porque estos utensilios suelen ser más bien plateaditos, o podría tratarse, en otro caso, de una herida de arma de fuego, por lo que yo me imagino un soplete o una antorcha, pero parece que se trata de un revólver o de una pistola, cuando no de una escopeta, pero en este caso el incalificable sujeto en un rato de ocio previo al homicidio habrá tenido la prolijidad de modificar, porque se sabe que siempre se usa una escopeta de caño recortado, y nunca de una escopeta de caño entero. Como sea, habrá ultimado a balazos a su víctima, porque ya se sabe que con matarla, no era suficiente. El delincuente siempre extraerá de entre sus ropas el arma; nunca podrá ir por la vida con el arma en la mano o en un bolso, lo que además implica que nunca un homicida va desnudo.
Las riñas que terminan en homicidio invariablemente se producen por cuestiones del momento; nadie en su sano juicio mata a otra persona por cuestiones pasadas, por más que Jaime Roos insista que Emilio Gauna murió “acuchillado en un mano a mano / que se arrastraba de años atrás”.
[1]
Un homicidio puede ser intencional (como es obvio, es aquel en que el homicida le tenía unas ganas bárbaras al ahora occiso), ultraintencional (que suena como que el tipo le tenía muchas más ganas, pero en realidad quiere decir que lo quería surtir pero no ultimarlo) o culposo (que no es que le lo embargue el sentimiento de culpa, sino que fue accidental). El homicidio intencional se debe, en la inmensa mayoría de los casos, a un ajuste de cuentas, lo que me hace pensar que el incalificable sujeto necesariamente es un funcionario de la Dirección General Impositiva.
En los accidentes de tránsito jamás se involucran bicicletas, motocicletas, automóviles, camionetas, ómnibus o camiones; sólo se accidentan los rodados. Los heridos serán trasladados, como es de rigor, a un nosocomio, y nunca a un hospital o a un sanatorio.
Para finalizar, aclararé que un incendio que merezca ocupar un lugar en la crónica roja deberá ser un incendio de proporciones, lo que no deja de ser tranquilizador, porque garantiza que jamás será desproporcionado, como ha pasado en ciudades como Roma, Londres o Chicago
[2] , que no supieron manejar el lenguaje adecuado.

Y como no sé cómo cerrar este informe, lo doy así por ultimado y chau.


[1] Fragmento de la “Milonga de Gauna”, de Jaime Roos
[2] Ciudades célebres por sus incendios en los años 64, 1666 y 1871, respectivamente.

sábado, 20 de junio de 2009

El voto que el alma pronuncia*

La presente crónica enfoca el acto eleccionario desde el punto de vista del votante; ya vendrán las columnas referidas a la campaña electoral y al acto eleccionario, a no desesperar.[1]

Muchos uruguayos -en particular los más veteranos- pertenecemos a la especie Homo votens, lo que implica que nos gusta votar, casi tanto como quejarnos y dirigir fútbol. Votamos autoridades, reformas constitucionales, proyectos de Ley o lo que sea, con tal de tener tema de discusión asegurado durante varios meses.
El voto en Uruguay es obligatorio para toda persona con 18 años cumplidos, salvo circunstancias puntuales, como encontrarse fuera del país en el momento del acto eleccionario, estar viviendo a expensas de los contribuyentes en cualquiera de los establecimientos penitenciarios del país o hallarse en estado de coma. Esto último, constituye impedimento para votar pero no para ser candidato, porque es sabido de más de un político que no ha registrado actividad cerebral alguna durante años y sin embargo sigue ejerciendo su cargo en el Poder Legislativo tan tranquilamente, por poner un caso.
El votante deberá tramitar el documento de votación, esto es, la credencial cívica, identificada con una foto de perfil que sirve como prueba de que todo tiempo pasado fue mejor, y que necesariamente una se pone más linda en la foto a medida que pasan los años. Cada credencial está marcada con tres letras y un número, siendo las tres primeras indicadoras de la localidad del votante, y el segundo, del orden, de modo que los vecinos de un mismo lugar comparten la serie de tres letras, y el número irá aumentando en orden creciente de pasado a futuro. Hasta hace relativamente poco tiempo, la credencial era de papel, lo que habilitaba a que fuera sellada y firmada al dorso en cada acto eleccionario, como una suerte de colección filatélica que una podía exhibir con orgullo. Los más prolijos guardamos el documento dentro de unas tapas protectoras que le confieren a la credencial un cierto aire de pasaporte. En los últimos años, sin embargo, la antigua credencial de papel ha sido sustituida por una de plástico, más parecida a la propia cédula de identidad o a una libreta de conducir, por lo que los más jóvenes y los más viejos que ya no tenían lugar para un sello más y la renovaron, ya no utilizan el modelo tradicional.
Los actos eleccionarios prefijados ocurren cada 5 años y son: las Elecciones Internas, el último domingo de junio, en las cuales se elige el candidato a Presidente de cada partido; las Elecciones Nacionales (se elige Presidente, Vicepresidente, Senadores, Diputados y otros cargos más de esos que una nunca sabe bien qué son), y tienen lugar el último domingo de octubre; en caso de que ningún candidato alcance la mitad más uno de los votos emitidos, habrá una segunda vuelta el último domingo de noviembre. Las Elecciones Municipales también son cada 5 años, el segundo domingo del mayo posterior a las Elecciones Nacionales. En el medio, puede haber cuanto plebiscito y referéndum se considere conveniente, como para no perder el entrenamiento votativo.
Varios días antes del acto eleccionario en sí mismo, se publica el padrón electoral, que le permite conocer a cada ciudadano en tiempo y forma dónde tiene que ir a votar; los locales de votación pueden ser escuelas, liceos, facultades, ministerios, clubes de barrio, policlínicas, ubicados en las inmediaciones del domicilio que tenía el votante cuando sacó la credencial, excepto en mi caso, que siempre me toca votar allá donde el diablo perdió el poncho (tanto es así que hasta he tenido que ir con plano).
Si bien en cada comisión receptora de votos (o “mesa”, en el lenguaje popular) suele tener las hojas de votación (o “listas”), se recomienda que cada uno lleve la suya propia, por si acaso. Es sabido de varios ciudadanos que coleccionan listas de todos los partidos y se entretienen viendo dónde estaba el Diputado Fulano hace 5 años, y miralo dónde está ahora.
Las mesas de votación abren a las 8 de la mañana, pero se sabe que los uruguayos de mayor edad se instalan en la puerta a eso de las 7, a ver si pueden ser los primeros en votar, y no hay frío de junio que los convenza de ir en horas más propicias para la salud de sus bronquios. Lo peor del caso es que estoy convencida que en unos pocos años más yo seré una vieja de puerta de circuito, porque ya en la actualidad el día de las elecciones tengo que ir a votar ni bien me levanto porque no puedo esperar de la ansiedad (y después me vanaglorio de cosas tales como “fui la votante número 23”).


El ciudadano, entonces, debe concurrir dentro del horario establecido con su credencial (aunque no es obligatorio, pero es mejor y será bendecido por los funcionarios de la mesa) y con la lista de sus amores (aunque no es obligatorio, facilita el trámite en el cuarto secreto, donde suele haber decenas de listas de los diferentes partidos, y qué necesidad de andar buscando la que una quiere y demorando un montón). Antes de retirarse, conviene cerciorarse que su credencial haya sido firmada y sellada, o que se le haya entregado el comprobante de votación, por si acaso.
Las demás actividades del día en todas partes están signadas por las elecciones, dado que por las calles circulan vehículos acercando votantes, llevando listas a los distintos lugares de votación, periodistas que persiguen candidatos, encuestadores que hacen encuestas a boca de urna… También es ocasión de reencuentro con familiares y amigos, dado que una vuelve a votar al barrio o a la localidad de la adolescencia, y aprovecha para hacer un asadito o una raviolada mientras discute acaloradamente sobre política. Se debe tener en cuenta que ese día está prohibida la venta de bebidas alcohólicas, por lo que cada ciudadano será responsable de proveerse del beberaje correspondiente en forma previa.
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Como insinué en el párrafo anterior, los medios masivos de comunicación se ocupan durante todo el día del acto eleccionario, persiguiendo a cada uno de los candidatos para ver cómo introduce el sobre en la urna, o entrevistando a la empleada del carrito de la esquina a ver si hoy vendió más hamburguesas o chorizos que ayer, o abordando temas de similar candencia. Al llegar al cierre del acto eleccionario los canales de TV compiten para ver quién trasmite en directo el primer sobre que se abre en un circuito, y cuál es la tendencia cuando ya se han escrutado 8 votos. Posteriormente, en radio y TV se arman mesas de debate con politólogos, sociólogos y otros ólogos, a fin de analizar los resultados parciales, para finalizar pasada la medianoche con los festejos de los ganadores y las declaraciones falsamente resignadas de los perdedores. No faltará jamás la trasmisión en vivo y en directo del Dr. Fulano -que perdió como en la guerra- que en un acto de hombría de bien mediática se dirige a la sede partidaria del Dr. Mengano -que le ganó a cara de perro- lo felicita y le da un apretón de manos tan ostentoso como fingido.
Una vez que el ciudadano haya completado todos los rituales que su investidura le impone –festejo o puteada incluidos- podrá irse a descansar con la satisfacción del deber cumplido.



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*Fragmento del Himno Nacional Uruguayo (letra de Francisco Acuña de Figueroa)

[1] Claro que la promesa de futuras columnas tiene la misma validez que las promesas de los políticos…

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sábado, 13 de junio de 2009

Guía práctica para conocer Uruguay – Episodio XXII- La gastronomía, cuarta parte

Las tortas fritas



En una ocasión me encontraba en compañía de mi señora madre viendo un programa del chef venezolano Sumito Estévez en el Canal Gourmet, en el que hizo referencia a un cierto plato típico de la cocina de su país. En un determinado momento dijo algo así como que si en un lugar desconocido él percibía el aroma de ese plato, sabía que se encontraba en Venezuela. Fue entonces que mamá planteó si en Uruguay tendríamos un olor que identificara nuestra gastronomía, y sin dudarlo un instante, ambas dijimos "el olor a tortas fritas cuando llueve".
Si bien la lluvia no es condición necesaria para hacer tortas fritas -y mucho menos, para comerlas- me atrevería a afirmar que en muchos hogares uruguayos, a poco de empezar a llover, la atmósfera se impregna del olor de la grasa caliente.
Ahora bien: ¿Qué es una torta frita? Según el Diccionario de la Real Academia, la primera acepción del término torta es “
Masa de harina, con otros ingredientes, de forma redonda, que se cuece a fuego lento.” Hasta ahí, vamos bien. Más adelante aclara: “torta frita.1. f. Arg. y Ur. Plancha de masa frita en grasa, de forma redondeada o cuadrangular, que se hace con harina, grasa, sal y agua.” Y ahí vienen los problemas.
Uruguay y Argentina son dos países hermanados por la geografía, la historia y la cultura, pero si hay algo que separa a ambos pueblos no es el fútbol ni la eterna pelea por la nacionalidad de Gardel y el origen de La Cumparsita, sino la humildísima torta frita.
Mi primera experiencia con la torta frita argentina fue en Quintupurai, provincia del Neuquén. El paraje es célebre por sus tortas fritas, y dado que aquella mañana estaba fría y un poco lluviosa, las ingesta de tan preciado manjar se imponía. ¡Grande fue mi sorpresa ante las tortititas que me vendieron! Resulta que las tortas fritas eran así de chiquitas y triangulares, en nada parecidas a las de mi tierra natal.
La segunda ocasión fue años más tarde, en la provincia de Santa Cruz. Yo andaba de cabalgata –soy tan buena jinete como cronista, así que saquen cuentas y apiádense del pobre equino- con un baqueano tucumano, que vaya una a saber cómo había ido a dar tan lejos de sus pagos. Al volver de la cabalgata, convidó a la concurrencia con tortas fritas, de las chiquitas… Ahí le comenté que en Uruguay las tortas fritas eran bien distintas, que se hacían grandotas. Él me respondió que las conocía, porque en una época había vivido en Buenos Aires, y tenía una vecina uruguaya que lo había convidado una vez con tortas fritas, y que cuando las vio, él le dijo que con una de ésas, un poco de tomate y queso se hacía una pizza… Obviamente, el hombre ignoraba que la pizza uruguaya es cuadrada, y no redonda, pero como dijo alguien una vez, “eso es harina de otro costado” (sic).
La torta frita uruguaya se hace con harina, un poco de sal, grasa, y agua tibia. Sólo los herejes les ponen polvo de hornear, lo que constituye un doble pecado, porque las tortas fritas no lo llevan y además, no se hornean. Se forma la masa, que luego se divide en porciones con las que se forman pequeñas esferas; cada una de estas esferas se estira con el palo de amasar hasta darle forma circular y del tamaño de un plato llano; se le realiza a cada torta un orificio central, y se las fríe en abundante grasa bien caliente.
Los más golosos las espolvorean con azúcar o la untan con dulce de leche o con mermelada, si bien es cierto que una no se imagina a Ansina o a Martín Aquino untando su torta frita con dulce… Solas son deliciosas, e ideales para aumentar el nivel de triglicéridos y de LDL hasta niveles insospechados.
Ahora bien, no sólo es un manjar de elaboración casera: también se pueden comprar en puestos callejeros, sea en las veredas urbanas, en balnearios o en parajes rurales, y por supuesto, en toda festividad popular, como una jineteada, una peregrinación o un partido de fútbol (se dice que las de la cancha de Bella Vista son las mejores del mundo, pero no puedo dar fe de ello). Hace unos años atrás, en época de crisis económica (¿tuvimos épocas en las que no hubo crisis?), las veredas de la Avenida 18 de Julio se habían llenado de vendedores ambulantes de tortas fritas, lo que le daba a la principal avenida de Montevideo un aire de capital de África subsahariana que ni te cuento.
Y como si fuera cosa ‘e Mandinga, mientras escribía parte de esta columna, en la radio pasaron la canción “Llueve” en versión de Bufón, en la que se hace mención a las tortas fritas. Aquí les dejo la versión original de “Los Terapeutas”.

Y con esto culmina el vigésimo segundo capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer (y escuchar) esto, se me fueron las ganas”.