sábado, 28 de febrero de 2009

Cómo hacer turismo en Uruguay y no morir en el intento Primera parte: Flores (en mi tumba)

Uruguay es un país relativamente chico -sobre todo si lo comparamos con los vecinos de al lado- pero tiene numerosos atractivos a la hora de hacer turismo. Eso sí, fácil no es. Como para ir llevando diré que si uno carece de medio de transporte propio -entiéndase automóvil, porque submarino o globo aerostático pueden resultar poco prácticos- más que difícil, resulta casi imposible, a menos que uno sea de los que gustan de ir a un lugar y quedarse allí quietitos. Para los que amamos el movimiento y recorrer diferentes sitios cuando viajamos, tener un vehículo a disposición es algo casi imprescindible. El otro elemento que no le puede faltar a quien decide vacacionar en Uruguay es la paciencia, que necesitará tener a mano y en grandes dosis, porque en este bendito país el lema parecería ser "para qué vamos a hacer las cosas bien, si podemos hacerlas regular, mal, o no hacerlas".
Como carezco por completo de rodado, y los únicos transportes que manejo -con bastante torpeza- son el triciclo, la bicicleta y la carretilla, para recorrer mi propio país dependo de otras personas. Así fue que con mi amiga Laura, propietaria desde hace poco de un vehículo equipado con motor, decidimos aventurarnos por los caminos de la patria, rumbo al Lejano Oeste, como Thelma y Louise, pero sin encuentro con Brad Pitt ni persecución por parte de Harvey Keitel (lamentablemente).
Nuestro primer destino era el departamento de Flores, ubicado al suroeste del territorio. Es el departamento de menor extensión después de Montevideo, y el menos poblado; curiosamente, es el que tiene mayor número de automóviles per capita, porque por todo el país pueden verse coches con matrícula de Flores, y no quiero pensar que pertenezcan a personas que viven en otros departamentos y empadronan allí porque es muchísimo más barato, líbrame Santa Patente de pensamiento tan impuro. El interés por ir a Flores radicaba en visitar la Gruta del Palacio, una formación geológica curiosísima, rodeada, además, por el misterio de ciertas leyendas indígenas.
Así que, tras haber organizado la cuestión del alojamiento, nos dirigimos hacia la capital departamental, la ciudad de Santísima Trinidad de los Porongos, más conocida como Trinidad por sus familiares y amigos. La ciudad es chiquita, con poco más de 20.000 habitantes, y se encuentra alejada del mundanal ruido de la metrópoli. Me resultó una ciudad linda, cuidada, y por sobre todo, tranquilíiiisima. Como datos baste decir que los números de teléfono son de cuatro cifras (sí, cuatro), y que todo el mundo deja sus bicicletas y motos en la calle sin seguro de ninguna clase y las encuentra a la vuelta. La gente es de lo más amable, y no disimula la curiosidad ante la presencia de los visitantes foráneos (todo el mundo supo que había dos “extranjeras” en la ciudad).
La entrada a la ciudad está marcada por un espectacular grupo escultórico obra de Martín Arregui, denominado “Zooilógico del futuro”:

Ni bien nos instalamos en el hotel, salimos a recorrer la ciudad, que como muchas (¿todas?) ciudades del interior tiene una plaza principal con un monumento al Gral. José Artigas, rodeada por los edificios más relevantes. La particularidad es que esta plaza se llama “Constitución”, siendo que la primera Constitución de la República fue jurada en 1830, cuando hacía sus buenos diez años que Artigas se había ido a Paraguay.


Otro dato curioso de Trinidad es que muchas calles y monumentos homenajean a caudillos del Partido Nacional, siendo la capital de un departamento que lleva el nombre de Venancio Flores, colorado como sangre de toro y acérrimo enemigo de los nacionalistas blancos como hueso ‘e bagual. Otra curiosidad es que la catedral, conocida por la imagen de la Santísima Trinidad (¡Caramba, qué coincidencia!) estaba cerrada en las tres ocasiones que quisimos visitarla… ¿El cura estaría de vacaciones?


Una de las calles principales de Trinidad, un martes en horas de la mañana. ¡Una locura el tránsito... y qué smog !



Bancos prontos para que los vecinos salgan a “hacer vereda”; después de la siesta, claro


Santa Marta tiene tren pero no tiene tranvía;
Trinidad no tiene tren, ni tranvía, ni siquiera vías, pero tiene estación


Anuncios de venta de cigarrillos por todas partes; ni uno solo de esos comercios estaba abierto (¿a quién se le ocurre fumar a la hora de la siesta?)

Después de almorzar, decidimos subirnos al “rojito” (tal el nombre del velocípedo de Laura) y recorrer las afueras, para culminar con la anhelada visita a la Gruta del Palacio.
A poco de salir de Trinidad, por ruta 3, nos encontramos con el Queco "Las gatas" (sic). Para los que no conocen el término, "queco" es el nombre que se les da popularmente a los establecimientos en donde hay damas que ejercen el oficio más antiguo del mundo, que no es ni el de cazador ni el de decorador de interiores, lo que una podría deducir erróneamente al ver las cuevas de Altamira. En general estos locales están identificados como "whiskerías", aunque nadie vaya a ellos para degustar la noble bebida destilada de la cebada. En Montevideo suelen ser frecuentadas por marineros coreanos y polacos; tal vez la lejanía del mar llevó a los propietarios de "Las gatas", más habituados a un público menos marítimo y más agrario, a decidirse por el apelativo autóctono.
Pasando el queco, llegamos a la reserva de fauna “Dr. Rodolfo Tálice”, en donde hay ejemplares de fauna autóctona y exótica (desde cotorra a pavo real, desde hurón a llama) en un espectacular entorno primorosamente cuidado; como en tantos lugares de este país, la entrada es totalmente gratuita (¿De dónde salen los fondos para mantener ese lugar enorme y cuidadísimo?)


Seguimos camino rumbo a la Gruta del Palacio; sabíamos que se encontraba a 46 km de Trinidad, sobre la antigua ruta 3. Ahora bien… ¿dónde corno queda la antigua ruta 3? Por supuesto que habrá cartel indicador en alguna parte. ¿Por supuesto? En realidad, cuando sospechamos que ese camino que asomaba a la izquierda podría ser el que nos llevara, por él tomamos. Luego de recorrer varios kilómetros bajo un sol abrasador y no cruzar más que avecillas de todo plumaje, comenzamos a temer que ésa no fuera la ruta. ¿Cómo no iba a estar señalizado el camino hacia la Gruta del Palacio? Cuando por fin nos encontramos con un ser humano –una chica que había parado a descansar con su camioneta a la sombra de un árbol – le preguntamos y nos dijo que sí, que íbamos bien. Varios km adelante, y tras haber pasado por la entrada sin darnos cuenta que era allí, por lo que tuvimos que desandar el camino, nos encontramos con que estaba cerrado. ¿La razón? En temporada alta –de noviembre a marzo- la gruta se puede visitar de miércoles a domingo. Por supuesto, nosotras habíamos llegado… un martes!!!! Es decir que habíamos viajado casi 250 km para ver un portón cerrado… Jamás en ningún lugar nadie nos informó de ese “detalle”. Con Laura nos miramos y dijimos a la vez: ¡Bienvenidos a Uruguay, país turístico! No pudimos ver la tan mentada Gruta del Palacio, pero yo conseguí un hermoso bronceado en mi brazo derecho –excepto por la blanquísima marca del reloj- al mejor estilo de camionero de Manchester. Al final, pusimos en marcha el rojito, y nos dirigimos hacia el Parque Andresito, a respirar un poco de aire de campo, a deleitarnos con el canto de los pájaros y a remojar las patas en el lago...


Por la noche, luego de una ducha reparadora –hacía un calor de locos, don Celsius no bajaba de los 30º- salimos a buscar un lugar donde cenar. La plaza y su fuente estaban iluminadas, y por unos parlantes se escuchaba música; decenas de adolescentes estaban reunidos allí, o paseaban en sus motitos alrededor de la plaza, dando la vuelta del perro.
A escasa cuadra y media nos encontramos con “El Nuevo Caldero”, y decidimos comer allí, en donde varios lugareños disfrutaban de su cena al aire libre -por aquello de “donde fueres, has lo que vieres”-. El sitio nos resultó de lo más coqueto, y nos llamó la atención una particularidad: sus mesitas en la calle.
Ustedes dirán que en todo el mundo hay bares y restaurantes con mesas al aire libre, a lo que yo diré “sí, claro, en la vereda”. Cuando digo que las mesas estaban en la calle, me refiero a que comimos en la calle, la vía pública, la calzada, o como quieran decirle a la ruta asfaltada por donde circulan los coches. Más allá del riesgo de ser atropelladas por una motito, fuimos atendidas por un mozo simpatiquísimo y comimos una pizza con aceitunas que seguramente figure en el top 10 de las mejores pizzas que probamos en nuestras vidas.
Volvimos temprano al hotel (sospechamos que la movida nocturna poronguera un día martes es inexistente fuera del recoleto queco “Las gatas”) porque el viaje rumbo al Lejano Oeste proseguiría a la mañana siguiente.
Pero ésa, es otra historia.



lunes, 23 de febrero de 2009

Crónica de un nacimiento anunciado

La cosa comenzó un mediodía calurosísimo de enero, el año pasado. Era el cumpleaños de Patricia, y lo festejaba con un almuerzo. Allí estábamos sus amigas, y fue en esa ocasión en que conocí a Ro. Nos pusimos a conversar, y no sé a raíz de qué, ella me preguntó si yo no tenía un blog. Mi respuesta fue algo así como: “No, es lo único que me falta para estar 25 horas al día en internet”. Porque lo cierto es que mi adicción a la PC y a internet no era nueva, y soy capaz de empezar leyendo algo sobre el Proyecto Genoma Humano por razones vinculadas a mi profesión, para terminar con la receta de una terrina de pulpo, habiendo pasado entre tanto por la cría de esturiones en Azerbaiyán, los entretelones de la última película de los hermanos Coen y los misterios que encierra la ciudad de Petra. La cuestión fue que Ro me dijo que ella hacía poco tenía un blog, en donde se había animado a publicar sus poemas y sus cuentos.
Esa misma tarde entré a “El cristal con que se mira”, y quedé fascinada con los cuentos breves de Ro. No sé por qué razón, en seguida le escribí a Patricia, y le dije que me había encantado el blog de Ro, y le comenté que yo tenía algunos de mis dibujitos colgados en un sitio web, así que ella tenía una amiga que escribía (muy bien) y una que dibujaba (muy mal). La cuestión es que Patricia le dio el dato a Ro, y en cuestión de ¿horas, tal vez?, empecé a ilustrar los cuentos del blog de Ro.
Allí comenzó una relación no sólo con Ro, que me enviaba –y aún lo hace- sus textos para que los ilustrara, sino con otro montón de gente que visitaba su blog. La gente dejaba sus comentarios acerca de mis dibujos, y yo respondía de atrevida, y empecé a colarme en sus blogs... Y fue en esos días, a comienzos de febrero, que Ro publicó un texto acerca de cómo sería encontrarse de verdad, cara a cara con la gente que conocemos sólo de “leídas”, lo cual suscitó una cantidad de comentarios... y a Germán no se le ocurrió nada mejor que decir que estaba de licencia, y que se venía a Montevideo y que quería encontrarse con los montevideanos. Con Ro y con la Flaca armaron un encuentro, y vaya una a saber por qué, me invitaron. Yo me negué, claro, porque no era blogger como ellos, y Ro me dijo que claro que sí, que la gente me tenía “incorporada” cono tal. Y como mencionó algo así como ir a tomar uvita al Fun-fun, ya no pude negarme, y allá fui.
A raíz de ese encuentro cara a cara con Germán, la Flaca y Ro (el Santi no pudo o no quiso ir, pero en ese entonces yo no lo tenía muy junado virtualmente), y no sé si por efecto de la uvita, del Cabernet-Sauvignon o de los arrolladitos primavera mezclados con charlas sobre Borges, Jaime Roos y el Gauchito del Talud (jamás confesaré públicamente que también hablamos largo y tendido de los otros bloggers), la cuestión fue que volví a mi casa con la certeza de que tenía que tener un blog. Por supuesto que las geniales ideas que cranée en ese momento desaparecieron sin dejar rastro ni bien me senté a escribir, pero al final, el 23 de febrero de 2008, nació este Ajo y Agua, un hijo inesperado, como tantos, pero que una vez que lo tuve, me fascinó.
Y comencé con breves crónicas humorísticas, y dibujitos, y después agregué música, y algunas fotos, y a veces me atreví con poesía erótica, y hasta con poesía gauchesca. Y aparecieron los primeros capítulos de la “Guía práctica para conocer Uruguay”, y los “diccionarios”, y “cómo hubiera sido este país si...” ¡Si hasta me animé a hacer una pseudo-historieta, a insistencia de Ro, con algunos de los bloggers como personajes!
Y esos “personajes” son, sin dudas, lo mejor de todo. El apoyo incondicional y el afecto y la inteligencia y la sensibilidad y el humor de Ro, de Germán, de la Flaca, parteros y padrinos de esta criatura; del Santi que resultó flor de tipo, de Susana con su cueva de cultura y refinamiento, de mi hijo de la vida el Fede, de Marxella desde México lindo y querido, de las gurisas Lara y Skyline con su frescura, y del gurí divino de ochenta y pico que es el Tata, de Juan Pascualero con su chispa desde Santo Pepe, de Martín con su agudeza y su cinefilia, de Dejamuchacho que es de allá pero es de acá de corazón, de Peter con su humor y su arácnido alter ego, de Julia con sus historias divertidas, de Edgardo con sus reflexiones que estremecen, de Camarandante con sus fotos estupendas, de Nico con su fina ironía, de Juanma con sus historias de cine, de Media Luna con sus exquisitos textos, del Corto con sus noticias tecnológicas que me desasnan, de Roberto con su amor por el sur, de Fernando con sus vinos y sus libros... y de tantos y tantos otros que enriquecen con su presencia y con sus opiniones este espacio.
Ajo y Agua cumple un año. Están todos convidados a la fiesta. La casa invita.

domingo, 15 de febrero de 2009

Parto con dolor

Se están terminando las vacaciones. Pronto, prontísimo, comenzarán las clases, el dolce far niente se acabará, y para la jubilación falta muchísimo. Esta vez, por razones varias, no pude irme de viaje como suelo/sueño hacer cuando llegan las vacaciones. Y no hay caso, en casa podré dedicarme a sacarme la pelusa del ombligo 25 horas por día, pero no es lo mismo. Y ahora que el fin está próximo decidí que la situación se estaba haciendo insostenible y tenía que huir. Así que haré una breve escapada al lejano oeste. Claro que siendo el Uruguay un país más bien chico, el oeste no está muy lejano, por lo que no estaré a demasiados kilómetros de mi casa, pero al menos veré al sol ponerse allende el río, y no tras la casa de mi vecino. En breve partiré. Con dolor, claro, porque estaré sin mi dosis de blog y de todos ustedes. Espero sobrevivir.
Y volver, claro.


domingo, 1 de febrero de 2009

Aquí está su diccionario

A partir de la publicación del anterior capítulo de mi diccionario personal (que va por su cuarta edición, si no conté mal), que en esa ocasión abordaba palabras que empiezan con re, algunos amigos bloggers (no diré que entre ellos se encontraban Germán y Peter para que no se agranden y se hagan los lindos más de lo habitual) en sus respectivos comentarios, y como quien sí quiere la cosa, tuvieron el tupé de sugerir definiciones para determinadas palabras. En otras mismas, me trataron de mercenaria, como si yo trabajara a demanda y al mejor postor, lo escribo sin que me tiemble el pulso. Mi arte no tiene precio, señores, así que en forma totalmente gratuita, y porque se me da la gana a mí, no porque me deje influenciar por otros ni porque sea verdad que no se me ocurre nada de nada, que a mí el calor me sienta horrible, va esta segunda entrega del rediccionario.
Y como el celebérrimo e incalificable programa radial “Aquí está su disco”, trataré de complacer los pedidos de mis fieles lectores, amén de haber agregado otros términos de mi propia cosecha.
Que se pita todas las veces que quieran, o sea, que se repita.

real: academia que rige los destinos del idioma español (no digo los destinos de la lengua, porque seguramente todo el mundo empezando por mí piense en otra cosa). Por supuesto que va muy por detrás de todas las innovaciones del lenguaje, porque ya se sabe que sus integrantes no se caracterizan por su rápida adaptación a los tiempos que corren.

recámara: cámara propia de artistas dedicados a la fotografía erótica, cuando no lisa y llanamente pornográfica (aunque no debe de haber nada menos liso y llano que la pornografía).

recapacitar: dictar cursos de postgrado. En los de grado, sólo te capacitan.

recargar: ser una persona insistente en su solicitud de favores amorosos a otra. No le bastó con cargarla y que le dijeran que no, que vuelve a la carga.

rechazar: aunque parezca mentira, el verbo chazar existe. ¿Y qué es chazar? Detener la pelota antes que llegue a la raya señalada para ganar. En el caso de rechazar, se trata de la acción que hace el arquero (portero, guardameta) cuando frena el pelotazo con las dos manos, o los más audaces, con los dos pies.

recular: argentinismo. En Uruguay decimos recoger, y en España, refollar. Carezco de conocimiento acerca de cómo se dice en otros países hispanoparlantes.

retén:
orden que se le da alguien para que sujete una cosa con fuerza. En el Río de la Plata se dice “retené”.

refresco: frío; para qué hablar con prefijos si hay palabras que dicen lo mismo ellas solitas.

repuesto: que se puso allí y no habrá Dios que lo mueva de ese lugar. Como la chivita de la canción.

retardado: impuntual. Lema de las compañías de transporte colectivo en este país, y del público en general salvo los neuras que somos retempranados.

resumen: al igual que rerresten, remultipliquen o redividan, conviene que comprueben las cuentas, por las dudas.

resuello: italianismo (pronúnciese “resuelo”). Suelo estratificado, que se coloca sobre uno previo (por ejemplo, parquet sobre baldosa). Puede ser flotante, o no.

recatado: vino premiado en varias catas. Mucho más caro y no necesariamente mejor que otros vinos más impúdicos. No confundir con recatar.

recatar:
actividad propia de los enólogos novatos. A los verdaderos connaisseurs les basta con una sola probadita.

recorrer: lo que hace Usain Bolt, en tanto que los demás atletas apenas si corren.

retomar: recatar cuando uno es aficionado a la bebida o incluso borrachín.