miércoles, 30 de marzo de 2011

This is England!

Primera parte

Esta entrada podría ser un capítulo más de la "Guía práctica para conocer el Uruguay" o de  la saga "Cómo hacer turismo en Uruguay y no morir en el intento", pero para que no me quedara un título larguísimo, opté por el que le puse. Cualquiera podrá afirmar que hay una contradicción flagrante, pero ese mismo cualquiera que siga leyendo se dará cuenta que no necesariamente es así.

La historia comienza con una invitación que recibí de una amiga que es profesora de Historia del Arte; con otras colegas amigas suyas había organizado una visita a Conchillas y a Colonia del Sacramento, en la que ella oficiaría de guía. Con lo que sabe de arte y arquitectura, con lo que me gusta Colonia del Sacramento (a la que hace bastante tiempo que no iba, entre otras cosas por aquella lluvia tremenda que nos agarró a mi amiga Laura, a su fiel auto el rojito y a mí cuando íbamos hacia allí en plena sequía*, que casi perecemos ahogadas) y con el interés que me despertó conocer Conchillas, localidad a la que solo conocía de nombre y por el revuelo que se armó cuando la empresa “Montes del Plata” comunicó que iba a instalar una planta procesadora de celulosa allí, no dudé ni un segundo en aceptar la invitación.
El último domingo del verano, por la mañana, rumbeamos pa’ la Colonia; la primera parada era Conchillas, un pueblo situado a 50 km de Colonia del Sacramento, a 40 km de Carmelo, a 7 km de la orilla del río y a 7 km de la ruta… ¿A quién se le ocurrió poner un pueblo lejos de todo? ¡Pues a los ingleses!


Resulta que Conchillas –cuyo nombre se debe a las mismas, que hay por todas partes- es un pueblo fabricado a prepo como consecuencia de la construcción del “nuevo” puerto  de Buenos Aires, allá por 1880 y poco; para construir un puerto que compitiera con otros de la zona, se necesitaba piedra y arena, materias primas que se encontraron no allí sino en la orilla de enfrente. Dado que esa zona era rica en yacimientos de caliza y de granito, como quien dice, una de cal, y una de arena, hacia allí  dirigieron sus miras los ingleses de la compañía de Charles Walker. Claro que la explotación requería algunos detallecitos, como embarcaciones que transportaran la piedra y la arena hacia Buenos Aires, un puerto desde donde partieran las embarcaciones, una línea de ferrocarril que transportara la materia prima desde la mina hacia el puerto, y mano de obra que hiciera todo esto. Así que ni corto ni perezoso, como lo indica su apellido, Mister Walker** recorrió media Europa ofreciendo trabajo, y es así que llegaron a ese lugar aún inhóspito personas de los más variados orígenes: rusos, búlgaros, austríacos, italianos… y es así que en 1887 oficialmente nace Conchillas. La idea era hacer un asentamiento pasajero, por lo que se construyeron barracas para que vivieran los obreros. 


Las casas se hicieron de piedra, con techo de zinc a dos aguas; las ventanas tienen los vidrios por fuera y los postigos por dentro, así durante el crudo invierno “británico” se pueden abrir para que entre luz sin tener que congelarse.



Como el suelo resultó muy duro, las casas se construyeron sin cimientos; las paredes tienen una inclinación tal (más anchas en la base que en la cima)  que les  permite sostenerse sin problemas (la prueba es que ciento veinte años después ahí están, muertas de risa).


La cocina era compartida… entre una familia que ocupaba una habitación (la pareja y todos los hijos que tuvieran)  y varios obreros solteros, que ocupaban otra habitación. Las amas de casa no sólo atendían a su familia, sino que también cocinaban para los “inquilinos”, y les lavaban la ropa; los solteros, eso sí, tenían que pagar por estos servicios (de otro tipo de servicios, si es que los hubo, no quedaron registros).
En esta foto, se ve la chimenea de la cocina compartida en esta especie de vivienda de solteros contra casados.


Por  supuesto que baño no había; para bañarse y lavar la ropa, estaba el arroyo; para evacuaciones diversas, había un retrete afuera de la casa, que debido a la dureza del suelo ya mencionada, no tenía pozo negro ni de ningún otro color; las  deyecciones se recogían en un recipiente con asa que cada noche era vaciado por el “nochero” (también funcionario de Walker). El nochero llevaba un carro que iba cargando con el fruto de su trabajo, y  luego iba a descargar en un vagón: por la mañana, el tren que llevaba la piedra de la cantera hacia el puerto, llevaba el vagón “cisterna”, que se vaciaba en la playa… Digamos que como balneario, dejaba mucho que desear. Fue recién a mediados del siglo XX que se prohibió ese sistema, y la playa actualmente sí puede ser disfrutada por los escasos lugareños. 


Así como instaló una mina, una línea de ferrocarril,  un sistema de agua corriente con canillas públicas, una usina eléctrica, un puerto y un pueblo, la compañía británica instaló una iglesia y una escuela; una iglesia anglicana, que en la actualidad es un templo evangélico bautista (no hay capilla católica en el pueblo, les digo por si tienen ganas de ir a confesarse).


Pero la historia de Conchillas recién comenzaba… Lo mejor –y lo peor- estaba aún por venir.
¡No se pierdan el próximo capítulo!

*Al respecto, consultar aquí
** Walker, caminante

miércoles, 23 de marzo de 2011

¡Muy pronto!

Esta entrada corresponde a una no-actualización del blog; esta vez, no se debe a mi habitual pelotudez, sino a razones de lo más válidas: por un lado, se vienen las encantadoras -y, con todo respeto,  inútiles- pruebas diagnósticas que una servidora tendrá que corregir, y por otro, a que he sido electa Presidenta (cual Cristina Fernández o Dilma Rousseff) de una "comisión receptora de votos" para las elecciones del próximo domingo, así que esta semana tendré que asistir a los cursos de la Corte Electoral, y el domingo trabajar con denuedo, ya que el pueblo así lo ha querido.
Tal vez se aproxime un nuevo episodio de "El voto que el alma pronuncia" que publicara en junio de 2009, pero esta vez visto desde "la presidencia". Lo que sí se viene próximamente es un nuevo capítulo de la apasionante saga "Cómo hacer turismo en Uruguay y no morir en el intento". 
Para muestra, este botón: 


¡No se lo pierdan!!!

martes, 15 de marzo de 2011

No, no tengo caralibro

Pues no, por el momento no tengo facebook ("caralibro")... ¿Y qué?  



martes, 8 de marzo de 2011

Hoy es el día

No estoy de acuerdo con los "días de..."; además, tener un "día de la mujer" como que fuera una fecha patria, cuando las mujeres somos más de la mitad de la población del mundo, me resulta extraño, por decir lo menos. 
Pero lo cierto es que sigue siendo necesario a estas alturas de la ¿civilización? reclamar algunos derechos básicos, denunciar maltratos, abusos y sometimientos de todo pelo, poner sobre el tapete la situación de miles de mujeres víctimas de opresiones de todos los colores... Y no sólo en Somalía o en Afganistán, también acá, a la vuelta de mi casa. Y bueno, dejé de lado el "no me gusta", y decidí hacer mi pequeño aporte a este día.



Ah, me olvidaba... ¡Feliz día!

Feliz día para todas las mujeres y para todos los hombres con los que compartimos nuestra vida con gusto, que nos respetan, nos quieren, nos admiran, nos acompañan, nos ayudan, nos consuelan, nos divierten, nos... 


(Sí, la idea y las ilustraciones son mías... ¡Ténganme un poco de fe, carajo!)

martes, 1 de marzo de 2011

¡Qué porquería es el glóbulo!*

Como planteaba en mi última entrada (si no la leíste, primero tendrías que avergonzarte, y luego, leerla acáel número de comentaristas y de visitantes de este blog es bastante exiguo, si lo comparo con el otro blog que tengo en mi calidad de docente de Ciencias Biológicas: en cuestión de un año, ha recibido más de 50.000 visitas, en tanto que este que ahora estás leyendo, en tres años apenas si sobrepasa los 45.000. Por lo tanto, y sacando conclusiones apresuradas, deduje que la gente quiere leer temas científicos, propuesta que fue secundada por Marple.  Entonces, allá vamos.

Imagino que a estas alturas, estimado lector, sabrás que tanto vos como yo tenemos sangre, al igual que pasa con muchos otros animales; es más, como se sabe desde el siglo XVI,  esa sangre circula, es decir, se desplaza. Nosotros, que somos mamíferos (sí, no pongas esa cara, ¿o acaso naciste de un huevo?) tenemos circulación cerrada, esto es, que la sangre siempre se desplaza dentro de vasos sanguíneos, que pese a que el nombre sugiere otra cosa, son  conductos, tubos o cañerías, que se comunican unos con otros, de forma ordenada.

Ahora, por más que una cañería esté llena de líquido, el líquido no se desplazará a menos que algo lo obligue; ese algo es el corazón, que es nada más que un órgano muscular y hueco que funciona como bomba, que no se parece en nada a la representación gráfica pedorra  que se hace y que tiene tanto que ver con los sentimientos como la uña del dedo gordo del pie.


 Hasta ahí, todo bien, pero… ¿Por qué caracho se desplaza la sangre dentro de la cañería vascular? 
Pues bien, entre las muchas funciones que tiene la sangre, está la de servirle de medio de transporte al cuerpo; por ella van los nutrientes, el oxígeno, los anticuerpos, los medicamentos y todos los etcéteras que se te ocurra incorporarte, y por ella vienen a la vuelta los desechos, pero de una forma ordenadita y prolija: no se le ocurre jamás a un desecho que una célula acaba de tirar meterse a contramano como un perfecto pelotudo y armar bruto lío en el tránsito.

Pero el tema que nos ocupa hoy no es otro que el análisis de la composición de la sangre: ese líquido rojo y viscoso no es granadina ni nada que se le parezca, y hasta el más abombado habrá  notado alguna vez que ni siquiera es siempre bien rojo su color, sino que a veces la sangre es más bien morochona. Lo que pasa es que cuando va cargada de oxígeno es de un rojo brillante, y cuando vuelve cargada de dióxido de carbono es de un rojo oscuro, más adecuado para hacer morcillas.

La sangre tiene dos componentes básicos: la parte líquida, que es la obvia, es decir, el plasma, y la parte formada por células, que de obvia no tiene nada, porque si la querés conocer tendrás que mirar por un microscopio. El plasma es algo así como un caldo: agua con ingredientes, la mayoría de los cuales son proteínas, y es la mayor parte de la sangre; de lo contrario, más que líquida sería algo así como una mermelada de frutillas, y no quieras imaginar la fuerza que tendría que hacer el corazón para bombearla, y cómo tendrías de hinchadas las venas y las arterias.

La otra parte, la menor, está integrada por células, de las que hay tres modelitos: los glóbulos rojos, también llamados eritrocitos o hematíes, los glóbulos blancos, alias leucocitos y las plaquetas, también conocidas como trombocitos. El porcentaje de las células en el total de sangre se llama hematocrito, y en una persona bien nacida anda alrededor de un 40 o 45 %.  (¡Ah! ¡Era eso lo que decía el análisis!) 

Los glóbulos rojos se caracterizan por varias cosas, en particular por lo numerosos que son: en un milímetro cúbico de sangre (un cubito así chiquitito de 1 mm de lado) caben cómodos unos 5:000.000. Pero así como son numerosos, son chiquitititos, y tienen forma de disco bicóncavo, algo así como un ojito de panadería pero con dulce de los dos lados. Por supuesto que no son rojos, como cualquier suspicaz habrá sospechado desde un principio; son amarillentos, pero al ser taaaaantos, dan ese efecto “rojo sangre” de las películas de Tarantino. 

Ahora bien… ¿Para qué tenemos tantísimos glóbulos rojos? Pues ni más ni menos que para transportar oxígeno. Cuando un glóbulo rojo pasa por los pulmones, “atrapa” el oxígeno que está entrando, con un anzuelo especial, la hemoglobina. El oxígeno “enganchado” es llevado a las células del cuerpo, quienes lo utilizan para producir energía. Esto hace que si baja el número de glóbulos rojos (anemia, que le dicen) hay pocos camiones que transporten oxígeno, y las células les falta materia prima para producir energía, por lo que se generará una sensación de cansancio. Esto da una buena excusa: “Señor Jefe, no puedo trabajar al ritmo que usted me pide, no porque sea boludo, sino porque tengo anemia. “

Los glóbulos blancos son muchísimos menos que los rojos (unos 7.000 por mm3), pero a su favor tienen que son grandotes y variados: hay linfocitos, monocitos y granulocitos. No son blancos (¡Cuac!) sino incoloros, y se encargan de defendernos del ataque de otros organismos tales como virus, bacterias y protozoarios  (no así de suegras o exnovios pesados). Claro que en la defensa los glóbulos blancos a veces ganan y a veces pierden, pero a no preocuparse que de algo hay que morir.

Las plaquetas no son verdaderas células, sino fragmentos; con unos 200.000 por mm3 de sangre te arreglás bien. Se podría pensar que si son cachitos de células, no sirven para nada… ¡Craso error! Son las plaquetas las que van a actuar de sellador cuando la cañería se rompe, ya que participan en la coagulación. 

Evidentemente, las células se van muriendo, porque no hay célula que viva cien años ni cuerpo que la resista, pero continuamente se van formando nuevas células, no en la Fábrica Nacional de Células Sanguíneas, sino… ¿a qué ni te imaginás dónde? ¡En el interior de los huesos! La elaboración de las células sanguíneas se llama nada más y nada menos que hemocitopoyesis o hemocitopoyesis para los amigos, que como todo el mundo sabe quiere decir “formación de células de la sangre”.


Para decorar esta entrada, les dejo estos avances de la película "Bodas de Sangre", de Carlos Saura, con el divino Antonio Gades, y olé!


Y con esto culmino esta entrada que seguramente será la más extraña que se haya visto en este blog, pero no se podrá decir que no cumplo con  lo que prometo. 


* Compilación realizada por el Maestro  José María Firpo, publicada en 1976 por Editorial Arca