viernes, 30 de julio de 2010

La tacita de plata

A la ciudad de San Salvador de Jujuy se la conoce como "la tacita de plata", apelativo que curiosamente también recibe Montevideo, y según pude averiguar, del mismo modo se les dice a Cádiz, Guatemala y Medellín. Pues bien, en esta jornada del viaje al Norte Argentina me referiré a San Salvador de Jujuy, porque a menos que esté más desmemoriada de lo que creo, jamás estuve en Medellín, por poner un caso.
El origen de "tacita de plata", como suele ocurrir en estos casos, es incierto; la explicación que más me gusta es la que refiere a la vista de las montañas que rodean a la ciudad, que al cubrirse sus cimas con las primeras nevadas brillan como si fueran de plata.

Vista de las montañas jujeñas, aún sin el bordecito de plata 

Si describiera la ciudad de Jujuy, sería una atrevida, ya que estuve allí sólo dos días, así que lo que contaré serán mis impresiones en ese ratito que por allí pasé.
No sé qué me esperaba de esta ciudad, pero sin dudas no era lo que me encontré. A escala argentina, es una ciudad pequeña, pero a escala uruguaya, es una ciudad enoooorme, ya que tiene casi 240.000 habitantes, y en mi país, la ciudad del interior del país más poblada no alcanza los 100.000... Entonces, el centro de la ciudad tiene un bullicio y un agite similar a los de Montevideo, pero con un escenario bien diferente. San Salvador de Jujuy fue fundada tres veces -se ve que hubo mucha gente con ánimo fundacional- pero todas ellas a fines del siglo XVI, y la ciudad aún conserva un cierto aire colonial, con sus veredas angostísimas de piedras desgastadas por siglos de pasos y de historias. Una se puede encontrar casas coloniales a la vuelta de cualquier esquina, aunque en la actualidad sean restaurantes o farmacias...  


Es decir, la ciudad vive en la época actual, con sus Carrefoures y sus Garbarinos, pero mantiene un aire de aquellos tiempos que me encantó. Y me llamó la atención -como me ha ocurrido en otras recorridas por las ciudades del interior de Argentina- la arquitectura señorial de los edificios públicos... Será porque nosostros siempre fuimos los parientes pobres del Virreinato, y no nos construyeron catedrales majestuosas ni cabildos deslumbrantes, que cuando veo esas construcciones, sufro una contractura de los músculos faciales por excesiva apertura bucal.

Casa de Gobierno (fragmentito de la fachada)

Columnata del Cabildo,  actual Jefatura de Policía

Detalle de la Plaza Belgrano, primorosamente cuidada como todo lo demás

Detalle de la fachada de la iglesia de San Francisco

El campanario de la catedral, con la lunita jujeña

La entrada de la Catedral, por la noche (como habrán sospechado) 

El recorrido guiado por la ciudad, con Claudio, el guía humahuaqueño, como había pasado en San Miguel de Tucumán, fue en horas de la noche, lo que nos permitió ver los edificios iluminados. Las recorridas por mi cuenta fueron de día, lo que me permitió ver la ciudad con su trajín habitual, lo que no le quitó su aire amable.
Como lo había mencionado en capítulos anteriores, en este viaje me llamó particularmente la atención la fuerte religiosidad de la gente; será que soy agnóstica y vivo en un país laico, gratuito y obligatorio, que no estoy habituada a encontrar demostraciones públicas de fe. Al visitar las iglesias, siempre me encontré  con mucha gente rezando, haciendo cola para confesarse o incluso llorando... Como trato de ser respetuosas con las creencias ajenas, no me gusta recorrer ni sacar fotos dentro de una iglesia si hay devotos, por lo que fui tempranísimo por la mañana a la iglesia de San Francisco, para poder recorrerla a gusto y verla por su interés histórico y arquitectónico... Pues bien, a las 8 de la mañana, un día de semana, la iglesia estaba con un montón de gente... que seguramente pasa habitualmente por allí antes de ir a su trabajo. Gente de todas las edades y clases sociales que le da a su fe un lugar y un tiempo importantes en sus vidas.

Pero tras mi corta estadía, si algo asocio con San Salvador de Jujuy, mas allá de su encanto y el de su gente,  es la presencia casi palpable de dos figuras históricas: Manuel Belgrano y Juan Lavalle. Por supuesto que no me voy a poner a hablar de historia argentina aquí, no teman; sólo quiero referirme brevemente a estos dos hombres, que en distintas épocas históricas, dejaron su huella en la ciudad, uno con su vida, y el otro, con su muerte.
La figura del General Manuel Belgrano es casi omnipresente en las provincias del Norte, debido a sus acciones en la gesta independentista, en particular por el Éxodo Jujeño y la Batallas de Tucumán y de Salta; la bandera que hizo bendecir y regaló al pueblo jujeño por su sacrificio se puede ver en el Salón de la Bandera de la Casa de Gobierno:
De esta bandera salió el diseño del Escudo Nacional

Otra vista del Salón de la Bandera

Curiosamente, la figura del General Juan Lavalle, destaca en la ciudad y en la provincia por su muerte.


Reconozco sin ponerme colorada que ignoraba por completo las circunstancias de la muerte de Juan Lavalle; fue en la visita al Museo Histórico Provincial, en donde me topé por vez primera con esta historia.
El Museo Histórico Provincial tiene su sede en la casa en donde murió asesinado Juan Lavalle, en circunstancias que nunca han sido aclaradas, dijeran las crónicas policiales. En el museo se exhibe la puerta de la casa en una de las salas, dado que la misma fue protagonista involuntaria del homicidio.
Resulta que Lavalle, en compañía de la que por ese tiempo era su amante, Damasita Boedo, se había refugiado en San Salvador de Jujuy tras la derrota de Famaillá. Sabía que su vida estaba en peligro, porque los federales se la habían jurado; en la madrugada del 9 de octubre de 1841, una bala impactó en su cuello, y allí murió desangrado.
Las hipótesis acerca de quién fue su homicida son de lo más variado, e incluyen desde una partida de soldados federales hasta a la propia Damasita; podría haber sido una bala perdida que pasó por la puerta entreabierta, o una bala dirigida... a través del ojo de la cerradura! Evidentemente el CSI Jujuy de la época no investigó como debía, porque me gustaría saber qué tipo de bala puede atravesar una puerta de sólida madera (es una señora puerta así de grande), o qué tamaño tendría la llave si por la cerradura pasaba una bala... También me queda la duda de qué era lo que estaba haciendo Lavalle a esas horas detrás de la puerta, pero no es cuestión de andar faltándole el respeto al héroe de tantas batallas, así que me ahorraré mis hipótesis.
Pero lo realmente curioso, y digno de una novela de horror, fue lo que sucedió después: un grupo de fieles soldados rescató el cuerpo de su General y a Damasita, y partieron hacia el norte, rumbo a Potosí; para ello, había que recorrer quilómetros, siguiendo la Quebrada de Humahuaca. Con la tendencia a la descomposición que tienen los cadáveres, por muy heroicos que sean, a los pocos días el traslado del cuerpo pasó a ser un problema serio... por lo que al llegar a la localidad de Huacalera, lo descarnaron, guardaron su cabeza y su corazón en el líquido conservador que tenían a mano, es decir, aguardiente, enterraron las vísceras en la iglesia, secaron los huesos, y con estos macabros restos siguieron su rumbo...
Cuando recorrimos la Quebrada de Humahuaca, el guía no dejó de señalar "Aquí fue donde descarnaron a Lavalle"...

Pero la recorrida de la Quebrada será otra historia.

viernes, 23 de julio de 2010

De vasijas y vinos

Seguimos viajando por el Norte de Argentina...





En la última crónica les había relatado el camino recorrido desde San Miguel de Tucumán, capital de la provincia, a Cafayate, en la provincia de Salta, y cómo en el trayecto de unas horas habíamos atravesado los más diversos paisajes, desde frondosas selvas a semidesérticas montañas.
Llegamos a Cafayate, "tierra del sol y del buen vino" a la caída de la tarde, por lo que del sol disfrutaríamos poco; nos quedaba la esperanza de que se cumpliera la segunda parte del eslogan. La ciudad se encuentra a más de 1.500 msnm, enclavada en los Valles Calchaquíes, rodeada de cordones montañosos, y es ideal para el cultivo de la vid; probablemente el mejor Torrontés del mundo sea nacido y criado en esta tierra.
 
Los últimos rayos del sol iluminan la viña

La visita guiada a una de las muchas bodegas de Cafayate se imponía; la elegida fue Vasija Secreta, y hacia allá fuimos. El guía de la bodega (me olivdé de su nombre, qué horror... ¿Juan Carlos? ¿José Luis?) nos hizo una excelente explicación -nos dio una clase, bah- no sólo de la producción de su bodega, sino acerca de la cultura del vino en general. Como tantas otras personas, llegué al universo del vino recién de adulta, y disfruto muchísimo de cada nueva cosita que voy aprendiendo.


Bodega Vasija Secreta
(¡Qué obviedad, no iba a colgar la foto de otra bodega!)

Muy interesante todo, pero el conocimiento del vino no sólo requiere teoría, sino que implica, necesariamente, práctica, así que se imponía la degustación.

A punto de degustar el torrontés

La degustación, como es natural, llevó a la adquisición de un par de botellas de Torrontés, que si bien me gustan más los tintos que los blancos, no es cuestión de ponerse con un quítame ahí esas cepas.
Tras la visita a la bodega, los guías nos dijeron que nos habían preparado una sorpresa. "¡Empanadas!", exclamé, porque si bien llevaba pocos días en el Norte, ya había comprendido la cultura local, al menos en lo que respecta a las sorpresas. Pues bien, la sorpresa fue la visita al taller de alfarería en donde se elaboran las tinajas de Cristófani.
 
Las tinajas de Cristófani (¡Y dale con los pies de foto obvios!)

La familia Cristófani lleva casi 50 años en la elaboración artesanal de tinajas, hechas con la arcilla del suelo de Cafayate. En la actualidad, son la señora Ana María (viuda de Víctor Cristófani) y sus hijas quienes siguen la tradición familiar. Las tinajas, contrariamente a lo que yo conocía, no se hacen en un torno que gira... el que gira es el alfarero! La confección de cada ejemplar lleva semanas... y todo puede terminar mal si ocurre un fallo en la cocción.

Basta de obviedades; deduzcan ustedes qué es esto

Cuando la vasija está confeccionada, va a ir a decorar jardines o espacios cerrados de diversos lugares del mundo... ya que han sido vendidas hasta en Indonesia!
Como se puede apreciar en la siguiente foto, la tinaja no sólo es decorativa: puede resultar útil para esconder una persona en su interior, como bien sabemos los que hemos leído Alí Babá y los 40 ladrones.
La más esbelta (y joven) de las doncellas
cual uno de los 40 ladrones
Concluida la visita al taller de alfarería, en el patio de la casa de Ana María, fuimos agasajados -y como no podía ser de otra manera- con empanadas y vino (tan errada no anduve...)

Gustavo, uno de los choferes,
 nos tienta con un fuentón de empanadas

Recibimos la noche con la insuperable cordialidad de la gente del Norte; Ana María no sólo nos enseñó su taller y nos explicó cómo elabora sus tinajas, sino que nos abrió las puertas de su casa, y nos acompañó con su calidez.

Tras despedirnos de Ana y de una de sus hijas -también alfarera- nos dirigimos al hotel. El Hotel Asturias, muy bien ubicado a una cuadra escasa de la plaza principal de Cafayate, resultó otra encantadora sorpresa: es un hotel precioso, y con un personal más que amable (¿No hay gente antipática en el Norte, o la esconden de los turistas? Tal vez dentro de las tinajas...) 


Detalle del vestíbulo
¿Cómo queda esta mesita en tu living?

Tras dejar el equipaje, salí a dar una vuelta. De cenar, ni hablemos, que tras la copiosa ingesta de empanadas, no podía ni pensar en comer, y de conocer la noche cafayateña, menos, con el cansancio que tenía, y las pocas horas de sueño que se avecinaban, porque temprano por la mañana partiríamos rumbo a San Salvador de Jujuy. Aproveché para visitar la plaza y sus alrededores, y a ver si conseguía algo de fruta, que no me vendría mal.
La plaza principal de Cafayate resultó muy linda, sumamente cuidada, y muy concurrida, como conucurrida estaba la iglesia, hecho que se repetiría en todas las iglesias, catedrales, capillitas que visitamos en el Norte.
 
Hasta en los más mínimos detalles se percibe buen gusto y cuidado
 
La plaza y la iglesia, algo borrosas
(¡Sólo a mí se me ocurre viajar sin trípode!)

Preguntando se llega a la frutería, y allí compré unas riquísimas mandarinas y manzanas, tras ser atendida por el amabilísimo frutero, disculpen el exceso de superlativos, pero no puedo andar con diminutivos. Allí estaba, o estábamos, porque Esther, una señora que iba en el mismo viaje también había hecho la opción frutal, cuando nos sorprendieron unos niños que gritaban desde la vereda "¡Tiren caramelos, tiren caramelos!" Sin dudarlo un instante, y ante nuestras miradas de asombro, el frutero tomó un puñado de caramelos y se los lanzó a los niños. Evidentemente, le preguntamos qué era eso... "Es que hoy es San Pedro", con lo cual en lo que me es personal, no me aclaró ni un caramelo, por lo que pasó a explicar que esa noche (29 de junio) los niños arman un Judas y salen a pedir caramelos con él; más tarde, el pobre Judas arderá en la hoguera. Por supuesto que salí a la calle a fotografiar al Judas y a los "changuitos", que al ver a una señora con una cámara de fotos salieron de todas partes para ser inmortalizados. 

¡Digan: "caramelos"!

Yendo de vuelta hacia el hotel, Esther quería conseguir un determinado tipo de té, y fue con ella que viajamos hacia el siglo XIX... encontramos en las proximidades de la plaza una pulpería detenida en el tiempo, con pilas de zapallos, granos en bolsas de arpillera, salames y ristras de ajos colgando, parroquianos vestidos con sombrero de ala ancha, botas y poncho acodados en el mostrador, un viejito viejísimo sentado junto a la puerta desde hacía siglos, y, como no podía ser de otra manera, un pulpero encantador, que si bien no tenía el té que esta señora buscaba, le terminó vendiendo un té de poleo o no sé de qué otro yuyo, porque no había cómo negarse...
De vuelta al hotel, ducha reparadora, y a la cama a ver las últimas novedades del Mundial hasta que me venció el sueño.
Me desperté tempranísimo, y tras desayunar (sí, más medialunas!) salí a dar una vuelta en el frío de la madrugada; la lunita cafayateña iluminaba la ciudad y las montañas casi dormidas...

Con las primeras luces, partimos rumbo a Jujuy, atravesando la Quebrada de Cafayate, o del Río de las Conchas. Hacía muchísimo frío al amanecer, pero nadie protestó por tener que bajarse del ómnibus a ver de cerca las increíbles formaciones que el agua, el viento y el tiempo han ido tallando en las rocas. 
 
La luna nos sigue por la quebrada

La bruma matinal aún envuelve los castillos

El sol comienza a iluminar la Quebrada

El sol da de lleno en el clavo

En un determinado momento de la ruta, paramos para ir al Anfiteatro: se trata de una formación natural que debido a sus altas paredes rocosas y vaya una a saber qué explicaciones mágicas de la Física, da una acústica impresionante, tanto es así que allí se celebran conciertos y se graban discos. 

En el anfiteatro encontramos a un músico solitario,
sacándose el frío abrazado a su guitarra

El río de las Conchas... ¡con agua!

Dejamos atrás la Quebrada de Cafayate y  atravesamos el Valle de Lerma; abandonamos la provincia de Salta, a la cual volveríamos días después, y pusimos rumbo a Jujuy.
Pero ésa será otra historia.

viernes, 16 de julio de 2010

Por las sendas del Tafí



Los invito a seguir recorriendo el Norte Argentino.

Para empezar, un poco de música: la tradición y la modernidad le cantan a Tafí del Valle.





La segunda jornada del viaje comenzó temprano por la mañana: tras un opíparo desayuno en el hotel Tucumán Center (que incluyó más medialunas de esas deliciosísimas), dejamos la ciudad de San Miguel de Tucumán atravesando kilómetros y más kilómetros de campos plantados con caña de azúcar, y rumbeamos hacia la Quebrada de los Sosa. Esta quebrada, que forma parte de la Reserva Natural Provincial Los Sosa, está atravesada por el río Los Sosa (sospecho que estos Sosa eran los dueños del terrenito), que como ocurre cada invierno, está seco, por lo que se puede ver su lecho de piedras. La falta de agua estacional no impide en lo más mínimo el desarrollo de una tupida selva, que bordea al río y a la ruta paralela. No, no estoy alucinando bajo los efectos del vino de la noche anterior, y mucho menos por causa de la cuantiosa ingesta de empanadas: hay selva en Tucumán. Estas regiones selváticas de altura reciben el nombre de yungas, que en quechua significa "valle cálido", no sé para qué lo aclaro si ya todos lo sabemos.

La ruta 307 serpentea por las yungas

Adivinanza: ¿Cuál es la ruta y cuál es el río?

Avanzada la ruta, y a poco más de 1.000 msnm (o sea ¡el doble de la altura máxima que hay en nuestro país, qué vértigo!) se encuentra el "Monumento al indio". En realidad se trata de una escultura de Enrique Prat Gay llamada "El chasqui", pero al igual que ocurre aquí en Uruguay, en Tucumán las cosas se llaman de una manera pero la gente les dice de otra. Por supuesto que en Tucumán no hay indios, salvo los que llegan por Air India.

El chasqui, recibiendo los primeros rayos de sol de la mañana

Siguiendo ruta adelante - y arriba, porque la 307 va ascendiendo sin prisa pero sin pausa- percibimos cómo el paisaje iba cambiando lentamente... nos íbamos acercando al "pueblo de la espléndida entrada", es decir, Taktikllakta, o como lo llamaron los conquistadores tras varios infructuosos intentos por pronunciarlo, "Tafí". Tafí del Valle, tal su nombre actual, es un encantador pueblito situado en el corazón de los Valles Calchaquíes a 2.000 msnm, rodeado por montañas. Sólo paramos un par de horas como para almorzar (¿Adivinen qué nos sirvieron como entrada? ¡Sí... Empanadas!) y para dar una vuelta por las callecitas empinadas, pero allí fue que por primera vez me vino aquello de "A este lugar vuelvo en cuanto pueda". Dicen los lugareños que Tafí del Valle es atractivo todo el año: suele nevar en invierno -aunque ese mediodía hacía un sol precioso- y en verano, se transforma en un balneario. No, no, insistan con que me atacó el mal de altura: resulta que en las inmediaciones se encuentra el Dique La Angostura, un enorme lago artificial ideal para la pesca y para los deportes acuáticos. Claro, como lo vimos en junio, el lago era un charquito... pero quién te ve pescando pejerreyes en enero!

Panorama desde el puente

El río Tafí, todavía con espumita

Para los escépticos: un pescador del Tafí

Los tentadores puestos de los artesanos (compré unas deliciosas nueces cubiertas con chocolate que me vendió una señora tan pero tan amable que creo que volvería sólo para charlar con ella otro rato)

De vuelta en el camino, seguimos subiendo... y la vegetación cada vez se iba haciendo más rala...

Pocos km atrás, hay selva...

Y subiendo, subiendo, llegamos al Abra del Infiernillo, el punto más alto de esa ruta, situado a 3.042 msnm, parada obligada para contemplar el paisaje y entablar relaciones amistosas con los lugareños.

Lo dicho: lo mío con Coco fue amor a primera vista

 Coco con su cuidador; el niño y su llama ponen una chanchita para que colaboremos quienes nos queremos fotografiar con ellos
Otro ejemplar de fauna, pero en este caso, introducida
Hablando de fauna... Un extraño ejemplar de llama.
¿Una mutación genética, tal vez?

Seguimos viaje por las sendas del Tafí... dejamos atrás el Infiernillo, y comenzamos el descenso rumbo a la provincia de Salta. El paisaje montañoso y árido, bajo un cielo azul intenso, nos sorprendía en cada vuelta con las formas fantásticas de las rocas, y el efecto aterciopelado de los montes. Cada tanto, y en esos parajes aparentemente inhóspitos, divisábamos algún rebaño de cabras, y alguna casita.

¡Ups! Me quedó torcidaza la foto...

Y de repente, en una de esas vueltas del camino, apareció...

...el primer cardón!

Los cardones son unas cactáceas majestuosas, de esas que parecen salidas de los westerns. Se trata de ejemplares de Trichocereus pasacana, como todos veníamos sospechando, que presentan un crecimiento anual de 1 ó 2 cm, por lo que los ejemplares que miden varios metros de altura están allí desde hace un tiempito respetable. A ese primer cardón le siguió otro, y otro, y otro más... bueno, que los cardones llegarían a ser casi tan frecuentes como las empanadas. Y en toda la región del Norte Argentino, se utilizan tanto para un barrido como para un fregado, como veremos más adelante.
Dejamos atrás Amaicha del Valle y las Ruinas de Quilmes (no, no se trata de la cervecería, sino de un yacimiento arqueológico prehispánico muy importante, que dejé en el debe, otra razón más para volver); dejamos la ruta provincial 307 y tomamos por la nacional 40. Ya avanzada la tarde, el árido paisaje sufrió otro cambio: un valle fértil nos dio la bienvenida a la provincia de Salta. La sucesión de viñedos nos indicó la proximidad con Cafayate, pero esa será otra historia.
 
Viñedos, viñedos... no sólo de cardones se vive en los Valles Calchaquíes

Próxima entrega: De vasijas y vinos

viernes, 9 de julio de 2010

Fuera de libreto

Estoy de vuelta, tras haber recorrido una parte del Norte Argentino. Como lo he comentado en otras oportunidades, viajar me encanta, y si no lo hago con mayor frecuencia es debido a limitaciones económicas; eso sí, cuando tengo un peso partido por la mitad, me voy a donde puedo.

A lo largo de los años, he conocido lugares y gentes que me han gustado más o menos, sitios que me han maravillado, y algunos hasta me han decepcionado; a muchos de esos lugares volvería encantada. Sin embargo, pocos viajes me han impactado tan hondamente como esta breve recorrida por las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy.

Tal vez sea yo, que me encuentro en un período de balance, de reflexión, de repensar el rumbo, pero me ando sospechando que no. La imponente magnificencia de sus paisajes, la riqueza de su historia y de sus tradiciones, la humildad y la calidez de su gente, seguramente le hagan mella aún al más curtido de los marcopolos.
Por un tiempito, Ajo y agua cambiará su tónica habitual; tal vez este blog en el que pretendo escribir humor, no sea el sitio adecuado para una crónica de viaje, pero no quería dejar pasar la oportunidad de compartir con ustedes mis impresiones, y por supuesto, mis fotos.

La observadora crítica y un poquito mordaz dará paso a la cronista conmovida, que después de todo, son la misma.



Sepan disculpar los habituales seguidores.
 
Lunita tucumana



Iniciamos el viaje por Tucumán, la más pequeña de las provincias argentinas, lo que no es un dato menor para una que viene de un país más bien chico, más aún cuando varias de las provincias del país vecino son bastante más grandes que el Uruguay. Tras horas y horas de viajar bajo la lluvia, el cielo de Tucumán nos recibió con la lunita en todo su esplendor. En el Norte Argentino la estación lluviosa es el verano, así que durante todos los días disfrutamos de un cielo de un azul profundo.
Tras instalarme en un hotel de la capital, San Miguel de Tucumán (el Tucumán Center, un hotel espectacular en el que pude despatarrarme en una cama en donde cuatro personas cabían cómodamente, con televisor LCD igual de amplio, lo que constituyó un detallecito importante, ya que estábamos en pleno Mundial), salí a dar una vuelta. Domingo por la mañana, era un placer recorrer las callecitas cuidadosamente limpias, y ver cómo los bares del Centro se iban llenando de gente que iba a tomarse su cafecito y a leer el diario. Por aquello de "donde fueres, haz lo que vieres", me metí en un coqueto barcito en donde me incorporé un café con leche con esas medialunas de manteca tan típicas de la Argentina y que son una delicia... Estoy por proponerle a Kristina que la medialuna pase a ser uno de los símbolos patrios. El mozo muy amable me alcanzó uno de los diarios locales, y con placer me sumergí en la lectura de los comentarios del partido que Uruguay le había ganado a Corea del Sur el día anterior.
Así reconfortada, di una vuelta por la Plaza Independencia, que como suele ocurrir en casi todas las ciudades, pueblos y villas del mundo occidental y cristiano, se encuentra rodeada por los principales edificios de la localidad. La particularidad de esta plaza es que entre los muchos árboles que la habitan, se destacan los naranjos, todos ellos cargados de frutos.

Vista parcial de la Plaza con sus naranjos; al fondo, la Catedral

Detalle del frutado friso de la Catedral

Entre los naranjos, una coqueta luminaria

Cerca del mediodía estábamos convocados en el hotel; a la hora indicada, nos invitaron a pasar a uno de los salones, en donde nos recibió la gerente del hotel y disfrutamos de un espectáculo de folclore, en donde no faltaron la "Lunita tucumana" y las danzas típicas.



Tras el espectáculo, nos invitaron, como no podía ser de otra manera, con empanadas y vino. Se iniciaba allí el "empanada tour" que nos acompañaría el resto del viaje.

Tras ese recibimiento, imposible salir a almorzar... Vi lo que quedaba del partido Alemania 4 - Inglaterra 1, y me fui a dar una vuelta rumbo al Parque Centenario 9 de Julio. Claro, un domingo a esa temprana hora de la tarde en una ciudad del interior, y en espera del partido que poco rato después jugaría la selección argentina con la  mexicana, semejó un paseo por un pueblo fantasma... sólo el humo de los asados daba idea de la presencia de pobladores. Tras mi caminata en solitario, volví al hotel para mirar el partido, hasta que la victoria argentina me invitó a salir a la calle y a formar parte de los festejos.


Al caer la tarde, teníamos programado un city-tour, lo cual se llevó a cabo con ciertas dificultades, más que nada auditivas, dado que los tucumanos seguían dándoles duro y parejo a las vuvuzelas.

A lo largo del viaje, el guía -Claudio, un humahuaqueño- propuso las visitas guiadas por la noche y a pie, lo que permitió ver los edificios históricos bellamente iluminados. Recorrimos la iglesia de San Francisco Solano, la Casa de Gobierno, la Plaza Independencia, la Iglesia de la Merced, la Catedral y la Casa Histórica, en donde se juró la Independencia el 9 de Julio de 1816 (¡Qué casualidad... un día como hoy!) En esta casa presenciamos el espectáculo de luz y sonido en el que se recrea la gesta independentista, que resultó interesante aunque un poco largo, o tal vez era que una había pasado las 24 horas anteriores en un ómnibus y que el fresquete de la noche tucumana ya se hacía sentir.

Iglesia de San Francisco Solano,
con devotos de la iglesia maradoniana

La Casa de Gobierno, vestida de gala

Iglesia de la Merced.  Manuel Belgrano, que era devoto, le entregó el bastón de mando tras la victoria del 24 de septiembre de 1812. La iglesia, empero, es del siglo XX
Uno de los altorrelieves realizados por Lola Mora, en el que se representa la Declaración de la Independencia - Casa Histórica

La Catedral bajo la lunita tucumana

Terminamos la noche en un restaurante, en donde nos sirvieron... empanadas, más una serie de carnes con ensaladas, y un muy buen vino local. Lo más curioso fue que los mozos eran además cantantes, y tras servir la cena se pusieron a interpretar canciones del folclore local, entre las cuales no faltó la "Lunita tucumana" de don Atahualpa Yupanqui.
 

Como varios amigos argentinos me invitaron a conocer otros músicos norteños, me puse a seguir sus sugerencias; aparecía por allí la mención a la zamba "Si llega a ser tucumana", de Miguel Ángel Pérez y Cuchi Leguizamón. Resulta que encontré muchas versiones, pero me decidí por ésta, cuya intérprete no conocía: 



Próximo capítulo: Por las sendas del Tafí