domingo, 28 de diciembre de 2008

La Edad de la Inocencia

Hoy es 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, fecha en la que se recuerda -según el Evangelio de Mateo- la matanza de niños ordenada por Herodes.
Parece ser que este muchacho, conocido como "Herodes el Grande", gobernaba Judea por los tiempos del nacimiento de Jesús, y enterado de que unos sabios de oriente habían venido a presentar sus respetos a un recién nacido al que aludieron como "Rey de los judíos", dio la orden de masacrar a todo niño menor de dos años para eliminar cuanto posible competidor le quisiera arrebatar el trono.
El episodio no lo deja bien parado a Herodes, ya que no sólo queda como un execrable sujeto, sino que lo pinta como un verdadero imbécil, que no sabía distinguir a un recién nacido de un botija de dos años, que ya camina y habla, y lo que es peor, eliminó en ese momento una amenaza que en todo caso sufriría muchísimo tiempo después, cuando el presunto lactante tuviera la edad suficiente como para andar arrebatando tronos, fecha por la cual el propio Herodes capaz que hacía rato que miraba crecer el pasto desde el lado de la raíz.
La cuestión es que no hay ningún documento que pruebe la veracidad del masivo infanticidio; ninguno de los otros Evangelios lo menciona, ni aparece en las crónicas de la época, que no escatiman detalle al relatar las atrocidades que cometía Herodes, que según se dice era un caballero con una cierta inclinación a la crueldad; baste decir que hasta mató a varios hijos suyos, que seguramente algo habrían hecho.
Pero lo más curioso de todo es el problema de los tiempos, ya que, según parece, Herodes tuvo a bien morirse cuatro años antes del nacimiento de Jesús, por lo que parece poco probable que anduviera firmando actas de masacre después de muerto. Lo cierto es que la tradición cristiana toma como verídico el supuesto exterminio y lo recuerda el 28 de diciembre, que daría la pauta de que la matanza habría ocurrido a los tres días de nacido su presunto usurpador. Lo extraño es que se marcó la adoración de los magos de oriente -jamás se indica que fueran reyes, ni que fueran tres- para el día 6 de enero, lo que hace aún más confuso el episodio, ya que los magos habrían sembrado la duda y el temor en Herodes después que éste ordenara la matanza, lo cual carece totalmente de sentido, pero tampoco es cuestión de andar haciéndose problemas por unas fechas, cuando se fijó la inmaculada concepción el 8 de diciembre y el nacimiento apenas 17 días después, batiendo un récord en cuestión de partos prematuros.
Bueno, como sea, el 28 de diciembre se conmemora un hecho horroroso, y aún no siendo cierto, tal vez la fecha no viniera mal para recordar otros genocidios. Lo que llama la atención –o me la llama a mí, en realidad- es que el 28 de diciembre es un día para la joda. Es decir, se parte de un hecho sin fundamento histórico pero indiscutiblemente trágico, y no se sabe cómo se llega a la pachanga de gastar bromas a troche y moche bajo la consigna "que la inocencia te valga."
Con respecto a las bromas de ese día, hay de todo tipo y color, aunque creo que la costumbre ha ido decayendo un poco, al menos por mis pagos. Los que aún no se cejan en su intento por hacer bromas de los inocentes, empero, son los editores de los diarios, que siguen poniendo en primera plana noticias falsas, creyendo que es lo mismo ser inocente que pelotudo.
Es así que en las portadas de los medios de prensa de ese día renuncian ministros, venden jugadores de fútbol invendibles a precios astronómicos, cierran la planta de Botnia y hasta la Selección clasifica para el mundial.

Es decir, que se da por sentado que un día como el de hoy la gente podría llegar a creer cosas como éstas:

  • Tabaré Vázquez reconoció que “fue un error vetar la ley de salud sexual y reproductiva e ir en contra de la mayoría parlamentaria y del pueblo que nos votó” y levantó el veto.
  • Mujica y Astori llegaron a un acuerdo en la fórmula presidencial: ambos renuncian a sus pretensiones para darle el lugar a los candidatos más jóvenes.
  • El Ministro de Economía, Cr. Álvaro García, presentó el nuevo proyecto de Impuesto a la Renta: pagará más el que tenga más, y menos el que tenga menos. El dinero recaudado se volcará básicamente en educación y cultura.
  • La Dirección Nacional de Meteorología anunció lluvias copiosas y abundantes, y llovió; se decretó el fin de la sequía. (Por primera vez desde que Hernandarias introdujo la ganadería, los productores rurales festejan algo.)
  • Lacalle reconoció que la frase “con los blancos vivimos mejor” aludía a él, su familia y allegados.
  • Paco Casal reconoció su deuda con la DGI y firmó un acuerdo para saldarla.
  • La Asociación Uruguaya de Fútbol fue reestructurada; el cambio esencial es que los equipos uruguayos ahora dejarán de jugar a eso que juegan y comenzarán a jugar al fútbol.
  • El Congreso de Intendentes llegó a un acuerdo y habrá una patente única de rodados para todo el país.
  • Los casinos municipales recogen ganancias al mismo nivel que los casinos de Las Vegas y de Montecarlo; el dinero recaudado se invertirá en pavimentación, iluminación, reparación de veredas, saneamiento y rebaja del boleto.
Más que pecar de inocente, creer algo de esto sólo es posible si uno despertó después de estar 20 años en coma.

Y vos, querido lector: ¿Qué noticia pondrías en la portada de tu diario?






¡Ja! ¿Te creíste que te darían el puesto de editor? ¡Que la inocencia te valga!

domingo, 21 de diciembre de 2008

Guía práctica para conocer Uruguay – Episodio XX

La Navidad uruguaya: laica, carísima y obligatoria
Segunda parte

En el episodio anterior de la guía, hacíamos referencia a la Navidad como una fiesta de enorme trascendencia para el Uruguay, ya que se festeja durante todo el mes de diciembre, si bien lo que se celebra no es la natividad de Jesús, faltaba más en un país laico. Qué es lo que se festeja no me queda muy claro, pero seguramente es algo importantísimo, dado el tiempo y el dinero que se invierte en ello. La Navidad propiamente dicha se conmemora el 25 de diciembre, fecha establecida convencionalmente en el mundo occidental y cristiano, y que, más allá de la laicidad del estado, es feriado, por aquello de que si nadie en Occidente trabaja ese día por que íbamos a hacerlo nosotros. Como corresponde al todo gran festejo, se comienza a celebrar la víspera, es decir, la noche del 24, o sea, la Nochebuena. Sin embargo, es tradicional armar el árbol de Navidad el día 8, y hay quienes decoran el exterior de sus casas con luces navideñas que permanecerán allí hasta por lo menos el mes de agosto.
Toda fiesta -más aún ésta, o sería más adecuado decir éstas, ya que son "las fiestas" por antonomasia- se deben planificar con sumo cuidado y antelación, porque todo el mundo sabe que una actividad planificada primorosamente y con tiempo sale mucho peor que algo que se haga de apuro y como venga. Lo primero es decidir CON QUIÉNES y DÓNDE. La Navidad es una fiesta familiar, así que queda claro que uno la pasa con su familia. Lo que no resulta claro -y menos aún en esta época de zapping marital- es quiénes integran la familia. Es entonces que, cada año y en la misma fecha, se arman enconadas discusiones acerca de si vamos a invitar a tus padres o a los míos, que a todos no porque es para lío porque no se llevan, que me da no sé qué no invitar a la pobre tía Mercedes que está sola, pero desde que murió el tío no tiene consuelo y nos va a amargar a todos, que mejor que tu hermano ni se aparezca que el año pasado se vino con una loca que andá a saber en qué antro se la levantó, y que cómo no voy a invitar a mi ex marido que después de todo es el padre de mis hijos y el pobre está solo ahora que Maite lo dejó.
Una vez que se estableció sin dejar lugar a dudas quiénes compartirán la fiesta, comienza la otra discusión -si hubo una segunda guerra mundial, como íbamos a permitir saldar todo con una pelea sola- acerca de dónde pasaremos la Nochebuena y dónde la Navidad.
Por supuesto que quien tiene casa grande será quien deba ceder su espacio, más si tiene parrillero, y ni digo si el parrillero está situado en un amplio patio al aire libre, que es el lugar perfecto, porque recordemos que la Navidad cae en el comienzo mismo del verano, y difícilmente la temperatura baje de 25º C, por tanto la idea de encerrarse en un apartamentito de 2 x 2 está fuera de toda consideración. En caso de que varios de los familiares posean casa con amplio fondo y parrillero, la discusión alcanzará niveles épicos, porque se sabe que la dueña de casa será tomada por esclava e impedida de todo festejo, por lo que se negará tenazmente a ser la anfitriona, pero ofrecerá graciosamente su ayuda a la víctima elegida, ayuda que consistirá, como mucho, en lavar la lechuga o sacar los nenes a la vereda a mirar los fuegos artificiales para dar la chance que Papá Noel deje los regalos sin ser visto.
Una vez establecidos los dos puntos anteriores, se pasará a considerar el asunto medular: qué se comerá en la cena de Nochebuena, y qué se comerá en el almuerzo de Navidad, sin descuidar el detalle que el 25 de diciembre todos los comercios permanecen cerrados, por lo que no deberán olvidarse las provisiones para la merienda y la cena, no sea cosa que alguien pase hambre.
Los uruguayos descendemos mayoritariamente de europeos, por lo que la tradición gastronómica es respetada generalmente, sin considerar que una cosa es diciembre en el Piamonte o en Asturias y otra muy distinta en Tacuarembó. A los platos de nuestros antepasados se les agregarán los platos de la cocina vernácula, porque tampoco es cuestión de irrespetar la tradición gauchesca, y quién dijo que no se puede mezclar budín inglés con chinchulines.
Generalmente se llega a un consenso -después de encarnizadas discusiones- acerca de qué animal será sacrificado en aras de la reunión familiar, siendo el lechón y el cordero los invitados más habituales a la hoguera. La obtención del cuadrúpedo en cuestión suele ser otro elemento a discutir, salvo cuando uno tiene un conocido o pariente que tiene campo y le manda la encomienda. Quién se encargará de asar la bestia -hecho de primordial importancia- no puede ser materia discutible: el tío Beto viene haciéndolo desde que el ser humano conoció el fuego, por lo que esa distinción le corresponde a él. Quienes carezcan de parillero o de tío Beto, deberán recurrir -¡qué ignominia!- a la compra del lechón ya preparado, que como todo el mundo sabe es mucho más rico, y muchísimo más barato, porque el tío Beto funciona a alcohol y es de comenzar los preparativos a las 7 de la mañana para completar la cocción varias horas después, cuando él ya esté bastante más adobado que el lechón.
Claro, un plato de carne no es suficiente para nadie, por lo que habrá que complementarlo con otros comestibles, amén que nunca falta un abuelo que no puede comer lechón porque tiene el colesterol y el ácido úrico por las nubes, o una prima que vive a dieta o un sobrino adolescente que acaba de hacerse vegetariano. Así es que en la mesa estarán presentes las papas chips, los maníes salados, los dos o tres tipos de queso, el salamín, la longaniza, el jamón, las aceitunas verdes y negras, la morcilla salada, los pepinitos en vinagre, las tostaditas y el pan, algún choricito hecho a la parrilla, tal vez algún chinchulín o un riñón, lengua a la vinagreta, sandwiches, canapés, la torta de fiambre de la tía Nelly, pollo, matambre relleno, ensalada mixta, ensalada rusa, alguna ensalada más elaborada, que nunca falta un paladar negro que prefiere la rúcula a la humilde lechuga, y por supuesto, alguna cosita dulce como postre, en general helado, pero si hay alguna abuela paciente, ensalada de frutas (además del helado, no en lugar de), para luego proceder a la ingesta de los productos típicos navideños, como son los turrones, el budín inglés, el pan dulce, las frutas secas, las frutas glaseadas y los dátiles.
En donde no suele haber dos opiniones es en el tema bebidas, que deberán ser variadas y abundantes, para reponer la pérdida de líquido ocasionada por el calor. Un kit básico mínimo debe incluir whisky, vermú, cerveza, vino y algo para brindar, que puede ser sidra, medio y medio o champagne, según sea el nivel socio-económico -y hasta político- de cada quien. No está demás tener en la heladera algún refresco sin alcohol, en especial si hay niños o abstemios -toda familia tiene su muerto en el ropero- y agua, no sea cosa que al abuelo se le dé por tomar la pastilla de la presión con whisky y se intoxique, y tengamos que recibir la Navidad en el sanatorio.
Al aproximarse la medianoche, los festejantes deberán organizar cuidadosamente la estrategia a seguir, debido a las numerosas actividades que ocurren simultáneamente al dar las 12: brindar y desearse Feliz Navidad, salir a saludar a los vecinos -es de rigor besarse y desearle felicidad hasta a aquellos vecinos a los que jamás saludamos- tirar bombas de estruendo, cañitas voladoras y toda la parafernalia pirotécnica que permitan que la cuadra se destaque como la más estruendosa de la zona, distraer a los niños para que el adulto encargado que hace las veces de Papá Noel pueda dejar los regalos a los pies del árbol, ocuparse del o de los perros, que están en un ataque de nervios desde hace un mes por culpa de los cohetes, y a los cuales el sedante que le administró el veterinario les ha hecho el mismo efecto que si les hubiese dado anfetaminas.

Posteriormente, si no hay que lamentar heridos -nunca falta un cuñado en avanzado estado de ebriedad al que le explota una bomba en la mano-, los festejantes reingresarán a la casa, para continuar la ingesta. En algún momento de la madrugada, los buenos deseos de felicidad se habrán olvidado por completo, cuando llegue la hora de recoger la mesa, lavar los platos y ordenar la casa, y el momento de hacer las cuentas, porque muy rico todo pero después nadie quiere lavar ni una cucharita, y del tema financiero mejor ni hablar, porque tu primo que sólo toma whisky importado y que no es capaz ni de sacar los cubitos del freezer, es el que más se queja de lo caro que resultó todo.
Por supuesto que la anfitriona -que, como dijimos varios párrafos atrás, fungirá de esclava- será la encargada de reacondicionar su casa luego de la bacanal, con la esacasa ayuda de algún pariente, porque ya se sabe que los más dispuestos a ayudar suelen ser los más ineptos. La tarea se hará bajo las protestas de todos los que no ayudan, vení, sentate un rato a charlar que mañana areglamos, sin recordar que ya es mañana y que en unas pocas horitas ya se estará disponiendo todo para el almuerzo de Navidad.
Luego vendrá el momento de partir, y la consabida pelea con el tío Cholo que tiene un nivel de alcoholemia tal que la sangre parece un Bloody Mary (sin el apio) y que insiste en llevar a todo el mundo en su camioneta, cuando no está en condiciones ni de acordarse que cuando se jubiló hace 8 años vendió la camioneta y se compró un Twingo.
Tras los adioses vendrá un brevísimo período de descanso -si es que los encantadores vecinos que le están dando duro y parejo a la cumbia bajo el parral dejan dormir a alguien, al igual que los que siguen tirando bombas a las 6 de la mañana, acompañados por un coro de perros que tenazmente se niegan a aceptar que es Navidad-.
En pocas horas, la familia será convocada nuevamente para el almuerzo de Navidad, que terminará, con suerte, al anochecer, cuando ya los triglicéridos de todo el mundo hayan llegado a ser tetra o pentaglicéridos. Y luego... el merecidísimo descanso... Después de todo, la Navidad es sólo una vez al año.
Por suerte, en menos de una semana, llega el último día del año... ocasión más que propicia para organizar un buen festejo y celebrar un nuevo año que nadie se resigna a admitir que será igualito a todos los demás.
O tal vez no; quién te dice que esta vez no me toque a mí el premio mayor del Gordo de Fin de Año. Y ahí sí que tendré un buen motivo para festejar.

Y con esto termina el vigésimo capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Guía práctica para conocer Uruguay – Episodio XIX

La Navidad uruguaya: laica, carísima y obligatoria[1]
Primera parte

Desde hace cien años, en Uruguay el estado está separado de la iglesia; es un por tanto un país laico, mas allá de la fe o la religión que cada uno de sus pobladores pueda o no tener o profesar. Probablemente sea el país que se destaca en el contexto latinoamericano por la falta de religiosidad que tiñe la enorme mayoría de nuestras actividades públicas, incluso las religiosas.
La cuestión es que se acerca la Navidad, que es, sin dudas, la festividad más importante del mundo occidental y cristiano, y, paradójicamente, en Uruguay se celebra como ninguna otra, aunque eso sí, con una vocación laica que prácticamente la transforma en un ritual pagano, que reíte del Halloween de los celtas o la Fiesta de las Linternas de los chinos.
La Navidad, para la mayoría de los uruguayos -católicos, umbandistas, agnósticos, protestantes, judíos, ateos, mormones, ortodoxos, musulmanes, neopaganos o lo que pinte- es motivo de festejo durante todo el mes de diciembre. Por supuesto que -excepto un escaso grupo de verdaderos cristianos, de los que creen y practican- nadie recuerda el nacimiento de Jesús, hecho que, según parece, dio origen a la festividad. Lo que se festeja es otra cosa, que a estas alturas de mi vida no alcanzo a comprender qué es, pero es más que sabido que yo nací acá por un error de la cigüeña, así que intentar entender las costumbres de este país escapa por completo a mi escasa entendedera.
Por lo tanto, cuando comienza diciembre, el espíritu pseudo-navideño comienza a impregnarse en todos los órdenes de la vida social. Tal vez sea debido a la mayor cantidad de horas de luz, tal vez al aumento de la temperatura, tal vez al fin del año lectivo y la proximidad de las vacaciones, o lo que sea, pero se desata una especie de psicosis colectiva que se caracteriza básicamente por el consumismo y la estadounidización de la sociedad. Porque si la Navidad es la conmemoración del nacimiento de Jesús -que según parece nació en Belén, en un territorio árido y escarpado- no llego a entender qué tienen que ver un abeto, unas bolas de vidrio de colores, unas guirnaldas de luces, unas cañitas voladoras, un turrón y una sidra. Pero menos aún comprendo qué tienen que ver la nieve sintética -jamás nieva en Uruguay y no me consta que ocurra muy a menudo en Cisjordania- y un veterano obeso vestido de rojo montado en un trineo.

Hace cuestión de unas semanas -era noviembre aún- entré a uno de los shopping centers, y en eso me doy de frente con un rebaño de renos artificiales. Si hay un animal exótico en estos pagos es este rumiante, Rangifer tarandus, originario de la tundra, que se supone se lo domestica para que cinche de un trineo que no es otra cosa que un carro sin ruedas que ya te quiero ver recorriendo la penillanura oriental en uno de ésos, conducido por este anciano barbado que es Papá Noel, personaje remotísimamente emparentado con san Nicolás que, como sabemos era turco, así que tampoco vio nunca un reno, y no se ocupaba de regalar play stations a los turquitos del siglo IV en Navidad, todo decorado con nieve sintética, porque como canta Jaime Roos “lo más blanco que hay es la primera vez que vi nieve”, pero no fue acá, sino en la cordillera de los Andes, desconozco dónde fue en el caso de Jaime. Ahora, no sé si es que yo no lo vi -o directamente no estaba- el pesebre con el que se representa el nacimiento de Jesús, con el ganado que se recogía en él, los padres de la criatura y los magos que se acercaron guiados por la trayectoria de un cometa, que si no me han informado mal, le ofrendaron al neonato oro, incienso y mirra, y no un celular con mp4 y conexión a internet.
La versión uruguaya de la Navidad -o “las fiestas”, como suele mencionarse- tiene más o menos las siguientes características:
  • Los shopping centers, los supermercados y hasta los comercios de medio pelo, así como las viviendas particulares, decoran sus ambientes con profusión de coníferas, renos, nieve artificial, esferas de colores, guirnaldas y ancianos barbados vestidos de rojo (con botas y pieles, indumentaria ideal para los 30º C o más que pueden registrarse en diciembre). Prácticamente no hay a la venta nada que no sea “navideño”: hasta la leche y los huevos vienen decorados con ramas de muérdago u otra planta del hemisferio norte.
  • Las veredas de los barrios se llenan de niños que se acompañan con muñecos de tela (generalmente ropa gastada del propio niño rellena de trapos, o papeles) y piden "una monedita pa’l Judas”. Si hay una persona que tuvo nula vinculación con el nacimiento de Jesús, es Judas, que, en cambio, guarda una estrecha relación con su muerte. El dinero recaudado se invertirá en golosinas, de preferencia helados de agua que refrescarán y colorearán artificialmente las vísceras de los niños antedichos, o más frecuentemente, en fuegos artificiales, de preferencia bombas de estruendo que romperán los tímpanos y otras partes de la anatomía de familiares y vecinos, en particular a la hora de la siesta.
  • Como resulta poca ambientación sonora la explosión continua durante un mes –o más- de bombas brasileñas, los camiones de reparto de garrafas de gas, añaden su cuota parte, ya que tienen el exquisito gusto de llenar el aire matinal con el sonido de encantadores villancicos interpretados en concierto para bocina y motor diésel: “tu tu turururururu tu tu turururururu…”
  • Las "despedidas de año", que son fiestas organizadas en los lugares de trabajo o estudio, o cualquier ámbito a donde concurra más de un individuo, llenan las agendas de los uruguayos. Las despedidas podrán realizarse en el propio sitio que convoca a los festejantes, en la casa de alguno de ellos o en un restaurante, bar, club, pub, discoteca o lo que sea, porque el único objetivo de las despedidas es reunirse con la gente que una ve todos los días y comer y tomar hasta que se enemiste con todos o se amigue hasta con el más ilustre desconocido que pase por las inmediaciones. No podrán faltar el brindis y los buenos deseos de un año mejor, felicidad, prosperidad, amor, salud y lo que sea, aunque al otro día te estés peleando con tu compañero de trabajo por un quítame ahí esas fotocopias.
  • Los canales de TV por cable comienzan a infestarse con películas yanquis acerca de lo que ellos llaman Navidad, que no es otra cosa que el culto idólatra a Papá Noel, o para decirlo apropiadamente, Santa Claus, y allí nos viene la plaga de Tim Allen, Danny De Vito, Tom Hanks y Matthew Broderick, que vendrían a ser una nueva versión de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, pero con efectos más devastadores. Los canales de aire hacen lo suyo, y por allí empiezan a pasar “Santa cláusula” en su primera versión, cuando ya va filmada como la décima película de la secuela, nunca mejor usada esta palabra. Por no mencionar "Nochebuena con las estrellas" o programa similar que en la noche del 24 atropellarán sin recato la sensibilidad del espectador pasando videoclips de Thalía, Ricky Martin, David Bisbal, Shakira y el infaltable Puma Rodríguez y ay qué buena está la fiesta, mamá.
  • La publicidad televisiva, radial y de prensa se atiborra de productos “navideños”, promociones “navideñas”, oportunidades “navideñas”, que tanto incluyen una cerveza, como una bengala, un pan dulce o un televisor con pantalla de plasma. Como decía un graffiti pintado en el muro del Cementerio del Buceo, “La Navidad sigue siendo un gran negocio para los mercaderes que Jesús echó del templo”.
  • Los infaltables –amén de insufribles- balances del año, las cronologías del año, los personajes del año, que invaden los programas periodísticos, tanto a nivel político, económico, cultural, deportivo o lo que se les ocurra, que al final una se hace tal mezcolanza que termina sin entender si las elecciones en EEUU las ganó Ussain Bolt o Lewis Hamilton. Y ya que estamos con personajes famosos, también pululan las entregas de premios al “Mejor Loquesea del Año”, con los consabidos discursos de falsa modestia y más falso aún agradecimiento y dedicatoria a los compañeros de terna, que suelen ser más meritorios que el premiado.
  • Los regalos: hay regalos empresariales –quién no ha ligado un imán de heladera, una agenda, un portalápices, con el logo de tal o cual empresa-; están los regalos del “amigo invisible” que suelen organizarse entre compañeros de trabajo, y se hacen en forma anónima, generalmente con el resultado que una recibe en forma inversamente proporcional a lo que da, y están los regalos propiamente dichos, que traen Papá Noel y los Reyes Magos, que terminan ocasionando la quiebra de la economía familiar, porque parece que estos personajes no son reales, como tampoco lo es el dinero de plástico de las tarjetas de crédito. Los regalos podrán adquirirse según el presupuesto de cada uno, en diferentes lugares, desde puestos callejeros hasta tiendas de diseño, sin olvidarse de las compras por internet, que de algo tiene que vivir el Sr. Amazon. Cualquier compra, sea de un depilador eléctrico, un blister de aspirinas o una caja de clavos, se verá recompensada por el obsequio de un almanaque de bolsillo o de pared con el logo de la tienda, farmacia o ferretería correspondiente, de modo tal que una termina con tantos almanaques como días tiene el año, si no es que más.
  • El número de lotería para el gordo de fin de año es una compra que no podrá faltar, sea de modo individual o colectivo, no sea cosa que una se pierda la ocasión de volverse millonaria de la noche a la mañana, aunque cualquiera que sepa contar hasta 5 se da cuenta que si una hubiera invertido el dinero que gastó a lo largo de la vida en billetes de lotería, ya sería millonaria hace rato, pero se habría perdido toda la emoción del sorteo gritado a voz en cuello por los “niños cantores” (que se afeitan hace años).

Y con esto termina el decimonoveno capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.

¿Qué no hablé ni una sola vez de la Navidad en sí misma, de la cena de Nochebuena, del almuerzo de Navidad? Ah… ¡No se pierdan el próximo episodio!!!

[1] Referencia a la enseñanza escolar en nuestro país: laica, gratuita y obligatoria

domingo, 7 de diciembre de 2008

¡Exijo una explicación!

La cuestión más o menos es así: hace cosa de dos o tres semanas atrás, Santi colgó en su blog un cuento de Fontanarrosa, escritor muy admirado por el propio Santi, como hasta el menos avispado venía sospechando, y por una servidora. A raíz del antedicho colgamiento, o colgadura, en una de las conversaciones eruditas que solemos mantener con Germán, el escritor sabalero - gran admirador del polígrafo rosarino también- disertábamos ambos, los dos, o sea, Germán y yo, acerca del texto de Fontanarrosa, y en determinado momento de la plática, yo califiqué de "excelente" el cuento antedicho. Fue en ese momento que Germán me salió al cruce diciendo que mal podría yo calificar de "excelente" una cosa, si no tenía prueba alguna de que esa misma cosa hubiera sido celente con anterioridad, y ya no lo fuera más. Ante mi angustia intelectual, consulté al propio Santi en persona, de cuerpo y blog presentes, quien con su sabiduría tan vasta como larga y profunda -o sea, cúbica- me desasnó acerca de la celencia o excelencia de las cosas.
De ahí que esta modesta escribidora se lanzara a pergeñar el diccionario de las cosas que fueron y que ya no lo son, o sea, el diccionario de las ex.
Como creo que quienes leen estas líneas fueron pertos alguna vez y dejaron de serlo, es decir, son expertos, no necesitarán más explicaciones que las ya dadas, porque no debe de haber nada más deprimente que una plicación vencida.

exabrupto: Territorio que otrora fuera abrupto, pero que la erosión ha suavizado.
exactitud: Desgano, astenia. Por ejemplo, lo que me pasa a mí con el calor… ya no tengo la positiva actitud rompehuevista que me caracteriza.
exacto: Acto suspendido por la poca concurrencia.
excitación: Convocatoria que quedó sin efecto. Tal vez porque provocaba nervios innecesarios.
exclamar: Dejar de clamar, actitud sabia por demás, particularmente en el desierto.
exhortar: Cosechar en la huerta. Arrancar de raíz las hortalizas.
exhumar: Sacar el humo (lo que hacen las chimeneas y los decretos de Tabaré, por poner ejemplos).
exilio: (deformación de íleo, enfermedad aguda, producida por el retorcimiento de las asas intestinales). Término médico que significa que el paciente estuvo más cerca del arpa que de la guitarra con bruta oclusión intestinal, pero se salvó.
exótico: (De ótico, relativo al oído). Dícese de un objeto o insecto que se había alojado imprudentemente en el conducto auditivo, de donde fue sacado por un profesional de la salud.
expedir: Dejar de solicitar algo. Buena cosa, sobre todo si uno pide y no le dan.
expedito: Antiflatulento.
expirar: (de pirar, enloquecer) Recobrar la cordura.
exponer: Como es más que obvio, dejar de poner; más tarde o más temprano, les pasa a todos los avechuchos.
exposición: Aquella que se practicaba cuando uno era joven y el cuerpo aguantaba más.
expresión: Alivio… ¡Aaahhh!
expreso: Tren que ha estado detenido, pero que ahora rueda libremente por las vías.
expuesto: Que perdió el puesto que ocupaba. Como el que se fue a Sevilla.
expulsar: Dejar de latir el corazón, una arteria o cualquier órgano pulsátil.
extender: Volverse desaseado y no tender más la cama, conducta propia de los adolescentes y los recién divorciados.
exterminar: Volver a empezar algo que se suponía terminado.
extorsión: Artrosis; el sólo imaginarse la torsión, duele.
extractor: Chatarra de maquinaria agrícola.
extraído,a: Bien o mercancía que era traído de contrabando, y fue incautado en la aduana.