En la última entrada les había comentado que mientras estaba en la ciudad de Salta, tenía dos días libres, y entre las muchas opciones que ofrece la provincia estaban la visita a Cachi -que fue la crónica relatada la semana anterior- y la visita a San Antonio de los Cobres.
San Antonio de los Cobres es un pueblo situado a casi 4.000 msnm, que supo tener su mejor época durante el auge de la minería. Las condiciones de vida de sus poquitos miles de habitantes son extremadamente duras, tanto por la naturaleza hostil -y de una terrible belleza- como por los escasísimos medios de subsistencia. A San Antonio llega el célebre "Tren a las nubes", uno de los trenes más altos del mundo. Este tren corre sólo los sábados, por lo que me venía bárbaro, dado que los días que tenía libres eran un viernes y un sábado, y justamente el paseo en tren era uno de los mayores atractivos que me llevó a hacer este viaje. Sin embargo, tras unas consultar realizadas in situ, opté por ir el viernes y en camioneta, y seguramente me habré perdido la experiencia de andar en un vagón por las nubes*, pero les aseguro que fue de las experiencias más disfrutables del viaje, y por más de una razón.
Ese viernes, a mitad de la noche -no puedo usar el término "madrugada" porque la luz diurna ni se sospechaba siquiera- la camioneta de Tastil que un grupo de intrépidos aventurereros habíamos contratado, pasó a buscarnos por el hotel. El guía, Ramiro, resultó ser de lo más simpático y de un nivel altísimo en lo que a guiatura se refiere, lo mismo que Tony, el conductor, cuyo excelente desempeño quedó demostrado, como veremos más adelante.
Abandonamos la ciudad de Salta, y nos dirigimos hacia el oeste, siguiendo la ruta paralela a las vías del ramal C-14 del Ferrocarril Belgrano, que como tantas cosas, es el nombre verdadero del tren a las nubes (una obra maestra, producto del ingenio de Richard Maury). Bueno, siguiendo la ruta es un decir... durante el terremoto de Chile delpasado febrero, y sus réplicas, se produjeron derrumbes por lo que varios tramos siguen sepultados (no así las vías, que quedaron intactas), por lo que hubo que ir por otro lado... ahora bien, quién precisa ruta si puede ir por el lecho del río Toro!
Los intrépidos aventureros observamos uno de los viaductos del Tren a las Nubes, aún a riesgo de que nos arrastre el portentoso caudal del río Toro
Mientras seguíamos camino río arriba, las montañas se iban despertando ante los primeros rayos del sol de la mañana, y Ramiro nos iba desasnando acerca de la región.
Un cementerio con las tumbas construidas en lo alto (cerca del cielo) y enfrentando al este (hacia el nacimiento del Inti sol)
Paramos un rato en la localidad de Santa Rosa de Tastil, un pueblito que nos recibió con una colorida feria y una iglesia que parece un decorado de una obra teatral. Aproveché la parada para curiosear un rato en la feria, e ir a empolvarme la nariz en un baño público; del lado interior de la puerta del cubículo me encontré con un letrero que decía lo siguiente: "Please do not throw paper or other waste in the toilets. Use bins provided. Thank you." Oh my dog! En un pueblito en donde no hay luz eléctrica ni señal de telefonía celular, es natural que los anuncios se escriban en la lengua autóctona, claro está.
A medida que nos íbamos acercando a San Antonio de los Cobres, el paisaje se iba tornando cada vez más y más árido.
Cerca del mediodía llegamos a San Antonio de los Cobres, un pueblo que a primer golpe de vista, parece una maqueta.
Se trata de casas dadas por el gobierno, que como no son hechas de adobe, no resultan adecuadas para habitar, dado que no aíslan del frío, por lo que los lugareños no las pueden ocupar.
Ni bien bajamos de la camioneta, se nos acercaron mujeres y niños para ofrecer sus artesanías; como nos había ocurrido a lo largo del viaje, los niños nos pidieron golosinas (lo comenté en una crónica anterior, jamás piden dinero, sino caramelos o galletitas). Ramiro ya nos había hablado con claridad al respecto: nada de darles golosinas a los niños, ya que están teniendo grandes problemas de salud bucal, que no tienen cómo tratarlos.
Igual, imagino que la salud bucal figura entre los problemas menores que debe enfrentar esta gente en su vida cotidiana.
El "verdadero" pueblo de San Antonio de los Cobres
Tras una recorrida por el pueblo, seguimos viaje; íbamos a parar para almorzar en "El Mojón", el restaurante más cercano... a 35 km del pueblo!
El Mojón es un establecimiento situado en medio de la nada, en la desoladora belleza de la puna. Unos arbustos de escasos cm de altura, llamas, burros y alguna vicuña esquiva son los únicos habitantes, además de Sandro Llampa y su familia. Allí viven desde hace años, y dan la bienvenida a quienes buscan un lugar para pasar la noche o para comer. Las construcciones son de barro, y las mesas... de sal! La comida es casera, hecha por la esposa de Sandro, mientras carga a su guagua en la espalda. Comimos unas riquísimas empanadas de carne -esta vez, con papa en el relleno-, albóndigas con arroz, pan casero hecho en horno de barro, y de postre probé el típico anchi, que se hace con sémola de maíz, azúcar y limón (muy rico). El lugar cuenta con capilla y un museo interesantísimo, que recrea una típica vivienda puneña.
Calidez hasta en los mínimos detalles: la panera/servilletero es de cardón
Los baños están señalados con muñequitos con trajes típicos
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Hornos de barro, y mesas de sal
La capilla de "El Mojón", y un cardón infaltable
Siendo que estábamos en Argentina, tampoco podía faltar la cancha de fútbol
Parte del museo, con enseres típicos de la puna
Aquí me ven junto a uno de los chiquitos de la familia, a la sombra de un cardón
Tras el almuerzo, la recorrida y un poco de charla con los habitantes de ese oasis de calor humano en medio de la hostilidad de la puna, seguimos recorrido hacia nuestra próxima parada. La ruta seguía cortando esa árida planicie, en la que a veces asomaban algunos de los pobladores de la puna:
Varios km más adelante -distancias inimaginables para un uruguayo- llegamos a las imponentes Salinas Grandes.
Se trata de un extensísimo salar que se encuentra entre las provincias de Salta y Jujuy, a casi 3.500 msnm. La sal es extraída a mano, por trabajadores de una cooperativa. Las condiciones laborales son realmente durísimas.
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Los cristales de sal van formando un mosaico de polígonos (había puesto "pentágonos", pero Juan Pascualero notó que los 5 lados se transformaban en 4 o en 6)
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Piletas excavadas a pico
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Un trabajador extrayendo la sal. Deben cubrirse completamente el rostro, para evitar quemarse por el reflejo del sol en la nívea blancura de la sal
Estatuas de sal, cual esposa de Lot
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Un artesano tallando lajas; complementan sus ingresos con artesanías hechas con recursos naturales
Tras la imponente experiencia de visitar el mar de sal, seguimos viaje. Nos estábamos acercando al punto más alto de la ruta, los Altos del Morado. Increíblemente, no hacía tanto frío a más de 4.100 msnm, o sería que tantos sentimientos y emociones como los experimentados en la puna sirven de abrigo.
Pero ya lo dijo Newton, todo lo que sube baja... había que descender la cuesta, rumbo a Purmamarca. Y la bajadita por la Cuesta de Lipán puso en evidencia que Tony era tremendo chofer.
La cuestión es que el pobre hombre no sólo tenía que manejar la camioneta por la serpenteante ruta, sino que tenía que llevar tras sus espaldas a 14 uruguayos ansiosos por llegar a Purmamarca lo antes posible... porque la Selección Uruguaya se jugaba todos los boletos frente a la de Ghana por los cuartos de final de la Copa del Mundo!
Llegamos a Purmamarca para el segundo tiempo; nos metimos en "Mama Coca", a ver lo que quedaba del partido, y a sufrir con el alargue y los penales.
La experiencia de ver a cuatro gatos locos con una bandera uruguaya festejando un triunfo por las callecitas de tierra seguramente es algo que los purmamarqueños no ven todos los días.
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¡Uruguay nomá! Una multitud congregada entre la bandera y Cerro de los Siete Colores, que se pintó de celeste (¡Qué cursilería, parezco Gorzy!)
A estas alturas ya todos saben que ese fue el partido más infartante del Mundial de Sudáfrica, con la picadita del Loco Abreu y la mano de Luisito Suárez.
La mano de dios no parece pasar muy a menudo por la puna, o a menos eso me pareció.
Pero tal vez estoy equivocada.
*Sí había tenido una experiencia similar, 10 años antes, en el tren que va desde Cusco a Aguas Calientes, a los pies de Machu Picchu... ¡Espectacular!