viernes, 30 de mayo de 2008
Ágata
viernes, 23 de mayo de 2008
Guía práctica para conocer el Uruguay – Episodio VII Costumbres uruguayas, tercera parte: la casita de la playa
Hace unas décadas atrás, en el mundo occidental se empezó a poner de moda la costumbre de pasar el verano en la playa; que los beneficios de los baños de mar, que el sol, que los huesos y la vitamina D... Como suele suceder, una moda trae la otra, y comenzó el boom de construir hoteles, bungalows, cabañas, apartamentos y casas al borde del mar. Fue por ese entonces que el uruguayo medio, en aquellas épocas que hoy parecen tan lejanas, en las que las reses de ganado bovino eran más voluminosas que ahora, comenzó a soñar con la casita de la playa. Una vez que concretaba el sueño de la casa propia, comenzaba a soñar con la casa propia, pero en un balneario, y así se fueron poblando de cimientos, ladrillos y tejas las playas de Canelones, primero, las más cercanas a la capital; luego las de Maldonado y finalmente las de Rocha. Con el correr de los años, la costa se fue poblando cada vez más y más lejos, a medida que las carreteras y los medios de comunicación fueron mejorando, de modo tal que en breve habrá que invadir Brasil porque la costa uruguaya ya está toda loteada.
Luego se procederá a alhajar la casa; en la medida de lo posible, a ella llegarán todos los electrodomésticos, muebles y enseres que ya no se usen en la casa de la ciudad, de forma que la heladera Frigidaire del año 65 tendrá su lugar en esa nueva casa, no será posible encontrar dos sillas ni remotamente parecidas, y la docena de vasos constará de nueve piezas, a ser posible todas distintas, a menos que uno sea tenaz consumidor del requesón de Conaprole, que viene en un práctico vaso de vidrio, con lo que se logrará armar un juego de infinitas piezas.
Lo realmente importante de la casa no será el estilo, ni las comodidades –o incomodidades-- que posea, sino el nombre. Una casa de playa que se precie deberá tener uno. Lo más habitual será formar un nombre lo más impronunciable y cacofónico posible, con las primeras letras de los nombres de quienes habiten la casa; es así que una se encuentra con esperpentos tales como Danijorana, Marterefer, Rubalband o el increíble Anacarandalagas (este último sí existe en Cuchilla Alta, no es, como los otros, fruto de mi imaginación). También se la podrá bautizar de un modo que el nombre indique lo que representa la casa para su propietario: El remanso, Mi sueño, Gracias a los viejos o Valium 10. Los hay que denotan la más absoluta falta de imaginación por parte de sus propietarios, ya que simplemente hacen referencia a una característica más que obvia de la casa o del lugar: La loma, Los pinos, Vistalmar, Los tronquitos.
El veraneo propiamente dicho consiste en ir todo el familión junto en la misma fecha, o dividir el almanaque en una suerte de tiempo compartido, si es que no la podés ver a la insufrible de tu cuñada. Las jornadas carecerán de planificación, porque lo que se hace en un balneario ya está determinado desde el mismísimo momento del Big Bang: levantarse temprano, desayunar, bajar a la playa, instalar las sillas en el mismo sector de toda la vida, caminar por la orilla del agua hasta la roca con forma de zapato, cruzarse a la misma hora con los mismos caminantes, volver, pegarse un chapuzón, comentar cómo está el agua, sentarse a tomar mate y conversar un rato, volver cuando pega el sol muy fuerte, pensar qué se va a comer, ir al supermercado, hacer las compras, cocinar, comer, lavar los platos, dormir la siesta o leer el best-seller de moda, bajar a la playa, jugar al tejo, pegarse otro chapuzón, comentar cómo está el agua, sentarse a tomar mate y conversar, aplaudir cuando se pone el sol, volver cuando refresca, ducharse, aprontar la parrilla, hacer el asado, cenar, jugar al truco o a la conga, irse a dormir, que mañana será el mismo día. Por lo que tengo entendido, en algunos cuarteles el entrenamiento militar da muchas más opciones y sigue un cronograma mucho más flexible.
La diversidad únicamente estará dada por el cambio de modelo y color de los trajes de baño, el aumento o la disminución del número de kilogramos de los veranenates, el aumento del número de integrantes de la familia –sea por nacimiento o por boda-- o la disminución del mismo –sea por fallecimiento o por divorcio--. Las conversaciones, en cambio, versarán siempre sobre los mismos temas: los cambios en el balneario –una heladería que cerró, la pavimentación de un tramo de calle, un nuevo supermercado, por fin vendieron la casa de la esquina, qué raro que este año no hay tanta aguaviva como el año pasado-- y la vida de los otros veraneantes –a don Enrique lo operaron del corazón, viste la cicatriz que tiene, los dos musculosos de sunga que alquilan la casa de Marita para mí que son pareja, qué desperdicio, viste que Claudia volvió porque se divorció, que con el exmarido no veraneaban acá porque él no se llevaba con los suegros, Luis cambió a la mujer por una 20 años y 20 kilos menor, qué enorme está Cecilia, la hija de Mariela y Roberto, si hasta novio tiene--. De la crisis energética, del precio del dólar, de la campaña presidencial en Burkina Faso, de la adquisición de un jugador bengalí por parte del Manchester United en 30 millones de euros o de la última película de Woody Allen no se hablará jamás, que de cómo sigue el mundo nadie tiene idea, que a qué viene una a la casa de la playa, sino a desenchufarse.
Y con esto termina el séptimo capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.
sábado, 17 de mayo de 2008
La historia jamás contada del Gaucho Patarrajada
el bló de doña Rossana,
hará cosa ‘e una semana,
propuso hacer sin temor
el decálogo del escritor
p’aquel que tuviera gana’.
El desafío acetaron
orientale’ y argentino’;
el Santi, con muy buen tino,
la dulce y bella Rossana,
el Fede le metió gana
y el Germán, escritor fino.
La Maga fue la ingeniosa,
y hasta la propia Andal Trece,
que de talento carece
acetó con gusto el reto,
con resultado discreto;
no sé a usté qué le parece.
Pero de golpe y porrazo
sucedió una cosa rara:
se les dio por dar la cara
a escritore' difunto’.
Fue en tropel, todo’ junto’,
cual si del cielo bajaran.
Y don Roberto Bolaño,
y el Augusto Monterroso,
y Quiroga, ese buen mozo,
suj decálogo’ dejaron.
Con su saber alumbraron
ese foro tan gozoso.
A la Flaca se le ocurrió
que andaba suelto un Marqués
y que este hombre tal vez
andaba con los finados
escritores mencionados.
¡Cosa ‘e Mandinga pa’ mí es!
Y ej entonce' que aparece
de las tinieblaj un Conde,
salido no sé de dónde,
usando una lengua estraña,
como una tela de araña
que mucho misterio esconde.
Y le’ juro que me vino
como una cosa en el pecho...
¡Ahijuna, que no hay derecho
que noj invadan lo' gringo’!
Entonce’ monté mi pingo
y al cruce me fui derecho.
Y para colmo de male’
fue que este Conde sotreta
me largó un guante en la jeta,
pensando que yo era maula...
¡Solito cayó en la jaula
y se sacó la careta!
Pero el misterio prosigue...
¿Quién es este desafiante?
¿Quién ej el gaucho atorrante
que al Conde le puso coto?
¿Quién ej el payador inoto?
Si usté lo sabe... ¡puej cante!
sábado, 10 de mayo de 2008
Cambio de rumbo
No sé si será porque me invadió la melancolía ahora que estoy por cumplir 41, o porque el último episodio de la Guía no tuvo la acogida por parte del público y de la crítica especializada que yo me esperaba, o lo que sea, pero he decidido darle un drástico vuelco a mi blog, dejarme de joder con la crónica humorística. De ahora en más, pura tragedia. Y poesía.
Inocencia interrumpida
pequeñas
regordetas
su piel lozana
lisa y tersa
rubias
la madurez apenas
una sospecha
soñando quizás
con mieles futuras
ignorantes
de su destino
trágico y cruel.
Nunca llegaría a ellas
ni un atisbo del mañana.
Esas manos
enormes
toscas
esa crueldad
inhumana
segaría para siempre
su pureza.
El filo del cuchillo
cayó a plomo
desolló
cortó en pedazos
esa pureza
esa tersura
descuartizadas.
ni un gemido
tal vez una lágrima
Sus trozos grávidos
cayeron en el foso
el fuego
de todos los infiernos
ardió bajo sus restos
ni un entierro digno.
la innecesaria humillación
de un caldero burbujeante.
Finalmente
los fragmentos
dejaron
escapar sus almas
liberaron
sus póstumos fluidos
sólo quedó
la blanda dulzura.
La compota de peras
estaba pronta.
jueves, 1 de mayo de 2008
Guía práctica para conocer el Uruguay – Episodio VI Costumbres uruguayas, segunda parte: Diciembre
Diciembre no es sólo el último mes del año del calendario occidental y cristiano; para los uruguayos, es EL MES. Todo el mundo sabe que hay tres días marcados en el almanaque en el mes de diciembre: el 24, también conocido como Nochebuena, el 25 o Navidad y el 31, o Fin de año. Carece de importancia si se es cristiano o no; todo el mundo celebra, porque forma parte de los deberes cívicos de todo uruguayo festejar y despedir el año.
Durante diciembre, tenemos que asistir obligatoriamente –so pena de que nos quiten la ciudadanía-- a varias fiestas con amigos, compañeros de trabajo, ex-compañeros de trabajo porque hace 12 años que te jubilaste, familiares, vecinos, compañeros del gimnasio, del coro, de facultad, o lo que sea... sólo para decirle adiós al año que agoniza y desear un año nuevo mejor que el que se va. No tiene la más mínima importancia si a tus amigos los ves dos o tres veces por semana y te irás de vacaciones con ellos durante todo el mes de enero; menos importa aún que desprecies a tu jefe o te lleves horrible con dos o tres colegas, con los cuales competís ferozmente los otros once meses del año, ni que detestes a tu cuñadita que lo único que hace es vivirlo a tu pobre hermano, que dicho sea de paso tampoco querés mucho porque es un calzonudo, ni que estés en pie de guerra con el vecino de al lado por las ramas del paraíso que pasan para tu patio y te pasás barriendo hojas, ramitas, flores y las molestas pelotitas que larga el árbol. Lo que verdaderamente importa es que con todos ellos organizarás y compartirás despedidas de año, o sea que durante el mes asistirás a tres, cinco, diez, o todas las fiestas que sean necesarias, según lo nutrida o desnutrida que sea tu agenda social.
Las despedidas pueden tener lugar en el Mercado del Puerto –si vivís en Montevideo o zonas cercanas no te vas a salvar, seguramente-- o diversos restaurantes, bares, pubs o locales similares, siempre que se haya tenido la precaución de reservar mesa en agosto, porque después no encontrás sitio en ningún lado. Lo mismo ocurre en los clubes privados, que siempre hay alguien que es miembro de alguno y puede reservar el parrillero, el quincho o la barbacoa, según en qué zona se viva y cuánto estén dispuestos a pagar los festejantes, que es todo lo mismo pero te cobran según la palabra que designe al lugar. Y si no, queda ir a la casa de alguno que tenga fondo amplio, o incluso su propio quincho. En algunos casos lamentables, la despedida se organiza en el propio lugar al que pertenecen los asistentes, es decir, que no sólo tenés que ir todo el año al mismo lugar a trabajar o a estudiar y ver las mismas caras, sino que un día de fiesta lo pasás en la misma oficina, taller, fábrica, club o parroquia, viendo los mismísimos rostros antedichos. Como sea, la fiesta esencialmente consistirá en comer y tomar alcohol como si se tratara del fin del mundo, porque al cuarto whisky o a la sexta copa de medio y medio ya querés a todos, incluidos tu jefe, tu cuñada y el vecino insoportable.
Toda despedida de año que se precie de tal deberá incluir el juego del “amigo invisible”, que consiste en poner los nombres de todos los asistentes en sendos papelitos que irán a una bolsa de la cual posteriormente cada uno extraerá el nombre de quien va a agasajar en calidad de favorecedor desconocido. Es así que cada uno deberá comprar un regalo para obsequiar, anónimamente, al usuario del nombre que figuraba en el papelito que sacó de la bolsa. Evidentemente, este juego se debe organizar antes de la despedida, y es en ésta que los regalos serán distribuidos a sus correspondientes receptores. Es así que una sale de cada despedida no sólo con un nivel de colesterol más alto, una jaqueca importante y un ataque al hígado de proporciones, sino que se lleva, además, un nuevo imán de heladera, una nueva lapicera o un nuevo brazalete. Es muy saludable para evitar rencores y envidias el fijar un monto para el regalo, no sea cosa que a la inútil del escritorio de al lado le toque un perfume francés de 50 dólares y a vos una humildísima cajita de sujetapapeles de colores.
De los regalos y de Papá Noel mejor ni hablo, porque eso es igual en todas partes del mundo, desde que el verdadero objetivo de la Navidad no es celebrar el nacimiento del salvador sino comprarle la Playstation 4 al hijo más chico y el celular con cámara de video y mp5 al más grande.
Y al dar las doce, en medio de un bombardeo de cohetes y fuegos artificiales –que comenzaron a sonar el 1º de diciembre, no te vayas a creer que nos arriesgamos a hacer algo así sin ensayar durante 23 días-- todos nos saludaremos y nos desearemos “feliz Navidad”, sin que a nadie se le pase por la cabeza que es el nacimiento de Jesús, el mismo que echó a los mercaderes del templo y predicó y practicó la pobreza, porque si hay una fiesta poco cristiana por estos lares –y lo dice una agnóstica-- es la Navidad.
Después viene lo peor –siempre se puede empeorar--: hacer las cuentas y lavar los platos, que los que no hacen ni harán ni lo uno ni lo otro se sientan a decirte que por qué no te sentás un rato así charlamos tranquilos, vení a tomarte otro heladito.Cuando esto ¿termina? son las 4 de la mañana, detestás no ya a tu familia sino a todo el género humano y al canino porque las pastillas para sedar que le dio el veterinario al perro no le hicieron efecto y se ha pasado aullando y meando en la alfombra por culpa de los cohetes que le tiraron tus encantadores sobrinos que son unos verdaderos inadaptados sociales.
Ahora, a tomar cuanto analgésico y antiácido encuentres en el botiquín y a dormir un rato... no demasiado, que mañana –hoy-- es Navidad y eso sí que hay que festejarlo!!!
No te agobies... ya tendrás tiempo para descansar y para organizar la cena de Fin de Año y el almuerzo de Año Nuevo, pero para eso, faltan 7 días...
Y así culmina el sexto capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.