sábado, 29 de enero de 2011

La Gran Cathy

Hace algún tiempo, y por primera vez, usé este espacio de comunicación para hacer algo que no había hecho con anterioridad (bueno, más o menos eso mismo quiere decir "por primera vez"): recomendar una serie de televisión. En tal ocasión, se trataba de "Tremé", y si no la viste, no sé que estás esperando. Pues bien, vuelvo a lo mismo, pero en esta oportunidad, se trata de una serie muy diferente. 
No me voy a meter en el berenjenal de intentar definir qué es el humor, y si se puede hacer humor con cualquier tema; básicamente creo que sí, que se puede hacer humor con cualquier tema, pero no todo el mundo tiene esa habilidad, y no a todo el mundo le gusta, así que andá teniendo en cuenta este concepto. 
Y de eso se trata "The Big C", la nueva serie de HBO: de enfocar con humor el tema del cáncer. La serie fue creada por Darlene Hunt, y es protagonizada por la maravillosa Laura Linney.


La Linney interpreta a Cathy, una profesora de 42 años, a quien le diagnostican un melanoma (y con esto no revelo nada, ocurre a los 5 minutos de comenzada la serie), y que a partir de ese momento, como le pasaría a cualquiera, se replantea su vida. Y ahora sí, no digo más. No digo más de la trama, claro. 
Tres personas cuyo criterio respeto muchísimo, Daina Rodríguez, conductora del programa radial "Efecto mariposa", Hernán Casciari  (¿Necesita presentación?) y nuestra amiga Ro, de "El cristal con que se mira" que si bien nos tiene abandonadísimos a nosotros y a su blog, vive y mira tele, recomendaron la serie; como ya estaba empezada, recurrí a ciertos hechizos internáuticos, y vi los tres primeros episodios. ¡Guau!  Remarcable todo, el guión, las actuaciones, el humor, la ternura... y sí, claro, la melancolía y la angustia. 
Así como me la recomendaron, hago lo mismo: no dejen pasar The Big C. En este rincón del mundo va por HBO los domingos por la noche (mañana 30 de enero se emitirá el cuarto episodio de un total de trece); en Uruguay, a las 22:30, en Argentina a las 21:30. En España ya la dieron (¡y sí, primer mundo, qué vivos!)  pero está disponible al alcance de cualquiera que esté leyendo esto.
Para finalizar, les dejo el video de la presentación, que incluye una canción preciosa de Leftover Cuties, llamada "Game called life" (El juego llamado vida).


martes, 18 de enero de 2011

Breve concierto para confusión y charango

La cuestión ocurrió esta mismísima tarde, en ocasión de un trámite que tenía que hacer.  Resulta que tenía que ir a un lugar de la misma ciudad de Montevideo, en donde vivo desde que era cigoto, pero que desconocía casi que por completo. Ya desde el momento en que me dieron la dirección por teléfono, las calles no me sonaron a nada.  Casi como que me sonó a "esas calles no existen, pero si existieran, no se curzarían", lo cual fue desmentido primero por un plano de calles y luego por la más pura y dura de las realidades. Tras haberme ubicado y orientado en el plano, decidí que el 546 era el ómnibus indicado, y allá fui de lo más contenta. 
Ni bien apoyé mi anatomía en el asiento del 546, caí en la cuenta de que el ómnibus cuyo recorrido tenía en mente era el 76, o sea que había confundido velocidad con tocino. Acto seguido razoné que el 546 no me dejaba tan lejos, así que resolví seguir en él. De última, si al bajar me daba cuenta que no iba a sobrevivir a la caminata por el calor, me tomaba otro ómnibus y listo, ventaja que da la tarjeta STM* y el boleto de 2 horas, porque la Intendencia de Montevideo habrá hecho 99 cosas mal, pero hizo una bien y fue esa, la posibilidad de viajar todo lo que se quiera durante dos horas, y por sólo 23 pesos**.   
Ahora bien, la confusión transporteril trajo algo muy bueno: unas pocas paradas después, subieron tres músicos al ómnibus; un uruguayo con un chico (me refiero al tamboril, no a un niño), un tal vez chileno con un charango, un sikus y una flauta de caña, y una chica cuya nacionalidad no logré deducir con unas maracas y otros instrumentos de percusión pequeños. Primero interpretaron el "Candombe del mucho palo", en una particular (y excelente, al menos para mi oído de adoquín) versión con charango, y luego una seguidilla de temas populares del folclore colombiano.  Al final,  la mayoría de la gente aplaudió -cosa que es decir, porque hacer aplaudir a un uruguayo es más difícil que lograr que Ahmadineyad  se afeite y se convierta al budismo zen-  así como aportó su óbolo, que el músico chileno solicitó con mucha gracia, lo mismo cuando pidió un aplauso para el conductor del ómnibus que los dejó subir, pedido que cumplimos con entusiasmo.
Evidentemente, en el 76 me hubiera perdido el concierto.
Llegado a mi no-destino, me bajé y decidí que iba a ir caminando, ya que a calle Rocha (a la que conocía sólo por haberla atravesado muchas veces, pero jamás la había recorrido, y me servía de atajo) invitaba a la caminata: un túnel verde formado por unos plátanos viejísimos y enormes le ponía una nota de frescor a la tarde, impensable en una calle al sol. 
Llegada a destino, efectué el trámite con todo éxito, y volví por la calle Rocha, pero por la vereda opuesta, rumbo a la parada del ómnibus, esta vez sí  la del 76. Al pasar por una casa que tenía una gran ventana que daba a la vereda, me sorprendió escuchar un piano, y una voz masculina que cantaba "El día que me quieras".

Pues sí, ya lo dije otra vez: hay algunos momentos -breves, eso sí- en que Montevideo se torna una ciudad maravillosa.  


*Sistema de Transporte Metropolitano
**Apenas un poco más de un dólar, y un poco menos de un euro