El pasado 10 de octubre (o
sea, ayer) tuvo lugar, en Montevideo, la fiesta del Bicentenario, que vino a
sumarse a los festejos iniciados en febrero en el departamento de Soriano, y a
los de mayo en la ciudad de Las Piedras. No me voy a poner a analizar aquí la
pertinencia de la celebración del Bicentenario, ni qué estamos festejando si no
son 200 años de la Independencia sino del comienzo de la gesta independentista,
y que cómo va a ser Artigas la figura central si el
mero hecho de la existencia de este país indica que los ideales de Artigas nos los
pasamos por el forro del poncho y lo bien que hizo Don José en irse a vivir al
Paraguay y en mandar mudar tuitos a la puta. De esos intríngulis histórico-histéricos
que se ocupen los historiadores, antropólogos y opinólogos, que de esos hay
bastantes; tampoco me voy a ocupar de los festejos, y que si había de todo o
no, que no hubo murgas, que faltó Rada, que por qué La Vela y no la lámpara de
bajo consumo y que si mi abuela tiene un biombo o carece por completo del
citado adminículo*. ¿De qué carajo me voy a ocupar entonces? Pues de quejarme,
que para eso soy uruguaya mal que me pese, y que por lo mismo tengo un blog y
al que no le guste que se remita al nombre del mismo**.
La cuestión es que los
festejos comenzaban a las 4 de la tarde en cuatro escenarios simultáneos, todos
ellos ubicados en el Centro, lo suficientemente cerca unos de otros como para
recorrerlos sin morir en el intento ni tener que entrenarse como para una
maratón; la propuesta artística era variada y para gustos diversos -no rompan
de nuevo los parches diciendo que no había murgas, que yo no tuve nada que ver
con la organización, y para el caso tampoco había cumbia villera ni música de
cámara-, pero como fuera, yo no tenía intenciones de ir, pero sí de seguir la
fiesta desde la comodidad de mi casa, ya que la iban a transmitir por TV.
Llegué a las 5 de la
tarde, y prendí la tele con la esperanza de ver aunque más no fuera el final de
la actuación de Las Pelotas, que abría uno de los escenarios... Pues eso mismo:
transmisión ¡las pelotas!, ya que ninguno de los canales de aire o de TV para
abonados pasaba nada de nada. Prendí entonces la PC, entré a la página del
Bicentenario, y allí un anuncio muy colorido decía “la
transmisión televisiva comienza a las 21 horas, ¡abombada!” Bueno, lo de
abombada lo agregué yo, pero sé leer entre líneas. Tras un rápido cálculo
mental concluí que, para las 21 horas,
ya muchos de los espectáculos habrían terminado, y recontraterminado, muchas
gracias. Con la fe un tanto mermada, a las 21 volví a instalarme frente al
televisor, y ahí fue que comenzó mi verdadero calvario, y el de tantos
televidentes de aquí y de allá, porque me consta que la transmisión fue seguida
por orientales y occidentales, que de todas partes vienen sangre y coraje.
Veamos… ¿Cómo
andan para la aritmética, nivel jardinera de 3 años? Si hay cuatro escenarios,
y cuatro canales de aire… ¿Cuántos escenarios le tocan a cada canal? Pues bien,
la transmisión era una solita, y todos pasaban un ménage à quatre, que dejó insatisfechos a todos, en la más democrática
de las pésimas decisiones. ¿Cómo decirlo de manera clara y sin resultar
ofensiva para los organizadores y tanta gente que trabajó con denuedo para transmitir
la fiesta? ¡¡¡NO VIMOS UN PUTO CARAJO!!!! Que un fragmentito de la actuación del Cuarteto de Nos, que un fragmentito de la
de Malena Muyala, que un fragmentito
de la de Drexler… y mucha parla
de periodistas, figuras políticas y la madre que me parió. ¿Era necesario tener
un panel de cuatro periodistas*** -uno per
cânalis- en un pseudoliving en la Plaza Independencia además de los cuatro movileros, también uno de cada canal, en sendos
escenarios? Como si fuera poco,
los periodistas del living tenían invitados, el Presidente de la República, la
Senadora/Primera Dama, un
antropólogo y una historiadora. Muy rico todo, las opiniones de los cuatro son interesantísimas, pero ¿eso
es la fiesta? ¡Un panel se puede armar cualquier ocasión, pero Gilberto Gil actuaba
solamente esa noche, y los integrantes de Rumbo tal vez no vuelvan a
encontrarse en sus vidas, o lo que es aún peor, en la mía! En un momento llegamos
a ver los siguientes fragmentos: la
emotivísima “A redoblar” de Rumbo (¡Snif!!!), la declaración del expresidente
Batlle (¡#@€*&!) y “El viejo” de la Vela Puerca… No, no es joda, ni es un adelanto de la próxima película de Emir Kusturica,
no señor, borrará duras muecas pintadas sobre un frágil cartón de
silencio we are fantastic va caminando sin rumbo lleva la calma del
vagabundo.
No emitiré comentario alguno acerca de la marioneta gigante que
intentaban hacerla bailar candombe, el parto de la patria, las oservaciones de
la pashadora (sic) y la torcacita voladora, que ya han corrido ríos de bits al
respecto, como tampoco mencionaré la completa omisión de unquesea un fragmentito
de la actuación de Bajofondo que según se dice dieron un espectáculo del más
alto jardín (¡Cuac!). Tampoco diré nada acerca de los comentarios de la gente que
sí fue, y que disfrutó como loca, porque todo estuvo eso, espectacular.
Ta, ya está, ya me quejé. No da para más, o sí, pero no
quiero aburrir (aunque seguramente ya lo haya logrado). Eso sí, tengo más que claro que en tanto no
mejoren las transmisiones televisivas, el próximo festejo del Bicentenario no me
lo pienso perder. Dos veces no me agarran de gila.
*¿Caen los biombos en la categoría “adminículo”?
**Voy rumbeando hacia el periodismo deportivo: puse “el
mismo” para no repetir “blog”
*** ¿Vieron que puse a Fernando Vilar en la categoría de
periodista? La turca Mizrahi en estos momentos está pinchando con alfileres una
figurita levemente parecida a mí