Segunda parte
La primera parte de esta emocionante saga la podés leer AQUÍ.
Tras haber sobrevivido –a duras penas- al madrugón y a la recorrida por la Quebrada de los Cuervos, Laura, Mónica, el rojito y yo nos dedicamos a conocer la ciudad de Treinta y Tres. Bah, el rojito ni se movió de La Posada, a qué mentir.
Si una quiere realmente conocer un lugar, tiene que establecer contacto con los lugareños; el tema fue que la recepcionista de la posada no pudo entender que no tuviéramos interés en ir al río.
Ir al río podría significar, en cualquier parte, exactamente eso, ir a las orillas de una corriente caudalosa de agua –en este caso, el Olimar–, pero en Treinta y Tres y en Semana de Turismo significa ir al Festival del Olimar, un importantísimo festival de folclore y música popular que convoca a miles de personas cada año. Como lo nuestro era el “turismo aventura”, ni se nos pasó por la cabeza ir a estar horas y horas en medio de una nutrida concurrencia enfervorizada. Así que salimos a buscar un guía local, que encontramos en la esquina de nuestro alojamiento.
Este lugareño, que tuvo la deferencia de interrumpir su siesta en la vereda de la carnicería, inmediatamente se puso a nuestra disposición, y a cambio de unos mimos, emprendió un “caminatur” junto a nosotras por los principales lugares de interés de la ciudad.
Como punto de partida, nos dirigimos a la plaza principal, en este caso, la Plaza 19 de abril, en homenaje al Desembarco de la Agraciada llevado a cabo por los 33 Orientales el 19 de abril de 1825 (¡Claro! No iba a ser un 27 de octubre!) La plaza, muy arbolada, tiene como monumento principal una obra del arquitecto Geille Castro.
El monumento es bastante particular, porque visto de frente es medio difícil de entender… pero visto de costado, se capta la totalidad de la obra, que lleva la consigna “Libertad o Muerte”, el lema de los 33 Orientales.
¡Es que visto de frente, solo se leen los nombres de
los 33 Orientales y la letra “O”!
los 33 Orientales y la letra “O”!
Eso sí, cuando una se acerca, comprueba que los 33 Orientales eran… ¡21!
Pero algunos fueron sustituidos por otros orientales…
… que grabaron su nombre con tinta indeleble en el mármol.
Como corresponde a todas las ciudades de esta parte del mundo, junto a la plaza está la Catedral, en este caso, una obra muy moderna que no pudimos visitar porque estaba cerrada (¡En Semana Santa!). Tampoco encontré datos acerca de la fecha de inauguración o del arquitecto.
Las palomas saben apreciar la arquitectura moderna:
También junto a la plaza está el cuidado edificio de la Jefatura de Policía.
Y el también coqueto edificio de la Intendencia Municipal.
Estábamos apreciando la arquitectura local, cuando se dio un fenómeno particular en la plaza: las palomas comenzaron a volar en círculos… Decenas de palomas se aprestaban a dormir, y antes de ello armaron un festival de acrobacia aérea:
Nos despedimos de la plaza y sus palomas giratorias, y comenzamos a recorrer otras calles de la ciudad.
Una de las cosas que más nos llamó la atención fue la doble numeración de las casas:
Como cualquiera puede apreciar, la numeración nueva es la de las chapas oxidadas de cuatro cifras, en tanto que la vieja es la de tres cifras en chapa esmaltada; no hay caso, chapas eran las de antes.
En esta casa, vaya a saber una por qué razón, no conservaron la chapa anterior, pero fieles al viejo número, lo solucionaron así:
Yendo hacia el obelisco, nos topamos con otro fenómeno pajareril: en un único árbol, un plátano ubicado en Manuel Meléndez y Andrés Areguatí, se congregaban cientos de pájaros, armando un alboroto tal que sobrepasaba el ruido de los motores de autos y motos.
Llegamos al Obelisco erigido en homenaje a los fundadores de la ciudad.
Una ninfa que simboliza el río Olimar.
No, no es Brasilia, es Treinta y Tres, nomás.
En una esquina pude cumplir mi deseo de tractor propio.
Tras la recorrida, fuimos a cenar y a tomar un helado en una curiosa heladería en la que el propio cliente se sirve los sabores y la cantidad de helado que desea, luego una señora muy amable lo pesa y lo cobra.
A la vuelta, nos encontramos con otra iglesia:
Sin dudas, la arquitectura eclesiástica de Treinta y Tres es de lo más original.
De regreso a la posada a dormir, que al día siguiente nos iríamos a La Charqueada.
Pero esa será otra historia.