sábado, 30 de abril de 2011

Cómo hacer turismo en Uruguay y no morir en el intento: ¡Diga “33”!

Segunda parte

La primera parte de esta emocionante saga la podés leer AQUÍ.
Tras haber sobrevivido –a duras penas- al madrugón y a la recorrida por la Quebrada de los Cuervos, Laura, Mónica, el rojito y yo nos dedicamos a conocer la ciudad de Treinta y Tres. Bah, el rojito ni se movió de La Posada, a qué mentir. 
Si una quiere realmente conocer un lugar, tiene que establecer contacto con los lugareños; el tema fue que la recepcionista de la posada  no pudo entender que no tuviéramos interés en ir al río.

Ir al río podría significar, en cualquier parte, exactamente eso, ir a las orillas de una corriente caudalosa de agua –en este caso, el Olimar–, pero en Treinta y Tres y en Semana de Turismo significa ir al Festival del Olimar, un importantísimo festival de folclore y música popular que convoca a miles de personas cada año. Como lo nuestro era el “turismo aventura”, ni se nos pasó por la cabeza ir a estar horas y horas en medio de una nutrida concurrencia enfervorizada. Así que salimos a buscar un guía local, que encontramos en la esquina de nuestro alojamiento.


Este lugareño, que tuvo la deferencia de interrumpir su siesta en la vereda de la carnicería, inmediatamente se puso a nuestra disposición, y a cambio de unos mimos, emprendió un “caminatur” junto a nosotras por los principales lugares de interés de la ciudad.


Como punto de partida, nos dirigimos a la plaza principal, en este caso, la Plaza 19 de abril, en homenaje al Desembarco de la Agraciada llevado a cabo por los 33 Orientales el 19 de abril de 1825 (¡Claro! No iba a ser un 27 de octubre!)  La plaza, muy arbolada, tiene como monumento principal una obra del arquitecto Geille Castro.

El monumento es bastante particular, porque visto de frente es medio difícil de entender… pero visto  de costado, se capta la totalidad de la obra, que lleva la consigna “Libertad o Muerte”, el lema de los 33 Orientales.


¡Es que visto de frente, solo se leen los nombres de 
los 33 Orientales y la letra “O”!
Eso sí, cuando una se acerca, comprueba que los 33 Orientales eran… ¡21!

Pero algunos fueron sustituidos por otros orientales…

… que grabaron su nombre con tinta indeleble en el mármol.

Como corresponde a todas las ciudades de esta parte del mundo, junto a la plaza está la Catedral, en este caso, una obra muy moderna que no pudimos visitar porque estaba cerrada  (¡En Semana Santa!). Tampoco encontré datos acerca de la fecha de inauguración o del arquitecto. 

Las palomas saben apreciar la arquitectura moderna:

También junto a la plaza está el cuidado edificio de la Jefatura de Policía.

Y el también coqueto edificio de la Intendencia Municipal.

Estábamos apreciando la arquitectura local, cuando se dio un fenómeno particular en la plaza: las palomas comenzaron a volar en círculos… Decenas de palomas se aprestaban a dormir, y antes de ello armaron un festival de acrobacia aérea: 

Nos despedimos de la plaza y sus palomas giratorias, y comenzamos a recorrer otras calles de la ciudad.
Una de las cosas que más nos llamó la atención fue la doble numeración de las casas:


Como cualquiera puede apreciar, la numeración nueva es la de las chapas oxidadas de cuatro cifras, en tanto que la vieja es la de tres cifras en chapa esmaltada; no hay caso, chapas eran las de antes.
En esta casa, vaya a saber una por qué razón, no conservaron la chapa anterior, pero fieles al viejo número, lo solucionaron así:

Yendo hacia el obelisco, nos topamos con otro fenómeno pajareril: en un único árbol, un plátano ubicado en Manuel Meléndez y Andrés Areguatí, se congregaban cientos de pájaros, armando un alboroto tal que sobrepasaba el ruido de los motores de autos y motos.

Llegamos al Obelisco erigido en homenaje a los fundadores de la ciudad.

Una ninfa que simboliza el río Olimar.

No, no es Brasilia, es Treinta y Tres, nomás.

En una esquina pude cumplir mi deseo de tractor propio.

Tras la recorrida, fuimos a cenar y a tomar un helado en una curiosa heladería en la que el propio cliente se sirve los sabores y la cantidad de helado que desea, luego una señora muy amable lo pesa y lo cobra.
A la vuelta, nos encontramos con otra iglesia:


Sin dudas, la arquitectura eclesiástica de Treinta y Tres es de lo más original.
De regreso a la posada a dormir, que al día siguiente nos iríamos a La Charqueada.
Pero esa será otra historia.



sábado, 23 de abril de 2011

Cómo hacer turismo en Uruguay y no morir en el intento: ¡Diga “33”!

Primera parte

Sí, queridos lectores, llegó el momento que todos ustedes esperaban*: un nuevo episodio de esta apasionante saga acerca de mis aventuras por los caminos de la patria, luchando contra todas las adversidades que de antemano sé que se presentarán, pero no por ello cejo en mi esfuerzo.
Tengo claro –y creo que en este espacio lo dije muchísimas veces- que hacer turismo en Uruguay es casi imposible a menos que se cuente con un vehículo equipado con motor, porque lo que las autoridades y los operadores turísticos entienden por turismo casi  se limita a tomar sol y pegarse un chapuzón en las playas del este y en verano, como es natural. Si te interesa conocer el resto del país, arreglate como puedas, y ni que decir que los rincones más bellos del país son inaccesibles para los mortales de a pie como una.
La cuestión es que mi amiga Laura, quien desde hace un par de años es la propietaria de un vehículo motorizado conocido como “el rojito”(“Rogelio” en la intimidad),  con quien hemos compartido las vicisitudes de recorrer Uruguay, me comentó que quería conocer la Quebrada de los Cuervos, y me preguntó si quería acompañarla. Yo había visitado la Quebrada de los Cuervos hacía varios años, en un viaje organizado por la Asociación de Profesores de Biología. El lugar es francamente espectacular, pero su recorrida resulta muuuuy ardua, y requiere un cierto estado físico y muchísimo entusiasmo. En un acto de amistad del cual no me creía capaz, acepté el desafío, al que se sumó nuestra amiga Mónica, y el propio Rogelio, que a qué negarlo, le encanta hacer ruta y volver todo tierrudo.
Ahora, ya que me iba a ver obligada a arriesgar mi anatomía bajando y subiendo escarpada paredes rocosas, puse una condición: ya que íbamos al Departamento de Treinta y Tres**, quería aprovechar para conocer la localidad de La Charqueada, que según comentarios de varias personas, es un lugar lindísimo.
Fue entonces que acordamos este viaje al “pago más oriental”, que es el lema por el que se conoce del Departamento de Treinta y Tres. Tras haber reservado alojamiento, arrancamos tempranito rumbo a la salida del sol.

Dejamos Montevideo con las primeras luces del alba

Para escuchar: "Isla Patrulla", por Los Olimareños; como GoEar anda mal, les dejo el enlace.

Como no podía ser de otra manera, se impone la música del dúo Los Olimareños (gentilicio del departamento, tomado del río Olimar), en el que describe un lugar que no visitamos, pero que le anda cerca.

No serán los de la quinta sección que menciona la canción, pero mirá qué lindos pagos

 En la ruta nos encontramos con esta avanzada
de jinetes y de postes de luz

Un grupo de ciclistas totalmente perdidos, dado que la jornada 
de la Vuelta Ciclista del Uruguay de ese día se corría entre Melo y Tacuarembó

Ya en la ruta de acceso a la Quebrada de los Cuervos, 
nos enfrentamos a un camino culebrero

Llegamos a la entrada de la Quebrada, nos registramos y pagamos la entrada, y nos dispusimos a iniciar la aventura.

Datos a tener en cuenta: no cualquier ser humano, por entusiasta que sea, puede hacer el camino de la Quebrada; lleva más de dos horas de caminata, el grado de dificultad es bastante alto; hay que llevar un buen calzado antideslizante –olvidate de las ojotas o los tacos aguja- ,  poca ropa  -el estilo cebolla es el mejor, porque a medida que avanza el camino cada vez hace más calor-  y en la mochila, agua y algún alimento chico –una barra de cereal o una manzana- ya que hay que reponer energías en algún punto del tramo.
No te olvides que esto es Uruguay, y lo único que hay en la entrada de la Quebrada es un puestito que vende alfajores y empanadas, y gaseosas de la marca local Lyda; así como a  nadie se le ocurre poner medios de transporte  desde la ciudad de Treinta y Tres para llegar a la Quebrada (son unos 23 km) tampoco a nadie se le ocurre poner un puesto de venta de botellas de agua y barras de cereales.

Dejamos al rojito en el estacionamiento, para que descansara unas horas.

Un estacionamiento para gramíneas

 Emprendimos el camino hacia la Quebrada; conviene aclarar que una quebrada es un accidente geográfico***  que consiste en una profunda grieta recorrida por una corriente de agua, en este caso, por el arroyo Yerbal Chico, y se la llama “de los cuervos” por la abundancia de  Cathartes aura ruficollis, que como todo el mundo sabe son buitres y no cuervos, pero desde cuándo en Uruguay las cosas llevan un nombre derivado de la lógica.

¡Te dije que no eran cuervos!

Al principio, todo resulta fácil; 
una pasarela de madera engaña a los ingenuos caminantes

Ver tal conjunto de altas palmeras desde arriba da 
una cierta sospecha de la profundidad de la quebrada

Una primera vista del Arroyo Yerbal Chico, allá en el fondo

Cuando se empiezan a ver manchitas de colores que se mueven y una no ha consumido ningún psicotrópico, entiende que la profundidad es tal que esos puntitos coloridos son personas que ya han comenzado el descenso.

Ahora viene lo bueno: hay que bajar por una empinada pared rocosa, agarrándose de una cuerda; es ahí en que una lamenta la evolución y se acuerda de la madre de Darwin, porque tener una cola larga y prensil resultaría de lo más práctico. 

Para los que no llegamos al metro sesenta, algunos "escalones" nos resultan demasiado altos, de ahí que convenga descender recurriendo a la técnica de apoyar el culo en la roca e ir deslizándose; reconozco la total ausencia de elegancia, pero es la forma más segura si una quiere volver con las tibias enteras.

¡Un buitre!  En realidad, se ven continuamente, pero son muy esquivos a la hora de dejarse fotografiar

El camino de bajada es realmente jodido, y pese a la frescura de la mañana, el calor del sol y del esfuerzo hacen que una tenga que hacer un paulatino strip-tease, por lo que la mochila cada vez se va haciendo más pesada. 

Algunos caminantes llegan tan acalorados que deciden  refrescarse en el arroyo… ¡Pobres ingenuos! De ahí a llegar al fondo de la quebrada falta bastante... ¡Y después, hay que subir!

Ahora, una caminata por un terreno más llano, en medio de una vegetación con pretensiones de selva.

Y llegamos a la playa de la “Piedra sola”  

Y… empezamos… ah… el… ah… camino… ah… de… regreso… ahhhh!

¿Ves aquel zigzag allá a lo lejos? Es la pasarela de madera con la que se inicia el descenso.

En el camino de regreso cruzamos un montón de riachuelos cantarines…

… y montones de helechos de diferentes especies.

La foto quedó como el culo, pero quería mostrar que cada tanto aparecen en la espesura las “tablas de rescate”, por si a alguno se le ocurre fracturarse.

Ya de vuelta en el ¿llano?, nos volvimos a poner toda la ropa que nos habíamos ido sacando, y nos sentamos a almorzar para reponer fuerzas.

Ya un poco repuestas desde el punto de vista calórico,  rumbeamos hacia la ciudad de Treinta y Tres, pero esa es otra historia. Va con nosotros el recuerdo de un paisaje bellísimo, y unos dolores musculares que harán difícil de olvidar esta aventura.

¡No te pierdas el próximo episodio!


* Obviamente es mentira, pero es de estilo decirlo
** Es el nombre del departamento, por absurdo que parezca; aquí los departamentos en los que se divide el país no se numeran; este curioso nombre/número hace referencia a los “33 orientales”, protagonistas de la Cruzada Libertadora de 1825
*** No, no es un choque entre montañas (¡Cuac!)

lunes, 18 de abril de 2011

¡No me busquen...

...porque no me van a encontrar!


Esta semana de turismo (¿Cómo que no sabés qué es la "semana de turismo"? Para enterarte, clic aquí) durante un par de días me encontraré recorriendo los caminos de la patria, así que no me busquen por el blog, porque no me van a encontrar. Probablemente a mi regreso publique una nueva entrada de "cómo hacer turismo en Uruguay y no morir en el intento", pero aún no sé si sobreviviré al tal intento*, así que no prometo nada.
¡Felices vacaciones! Nos leemos a mi regreso.
O no.


*La probabilidad de perecer atropellada por el pelotón de la vuelta ciclista es bastante alta, así como lo es ligar un tiro de los cazadores que anden correteando tras las perdices 

miércoles, 13 de abril de 2011

Rumbeando pa' la Colonia...


En las entradas que pueden ver aquí y  aquí, les contaba de mis andanza por el departamento de Colonia, que incluyeron una interesantísima visita a Conchillas (si leyeron las dos entradas que aparecen en los enlaces ut supra ya saben de qué estoy hablando) y el siempre disfrutable paseo por Colonia del Sacramento. Como de Colonia se ha escrito muchísimo desde la época de Manuel de Lobo,  sólo quiero compartir con ustedes algunas fotos que tomé en esa ocasión. 
¡Espero que las disfruten! 

Para mi gusto, medio corto el trampolín

Una pena que todo esté en ruinas... 
La misma desidia que se puede observar en Roma o en Atenas

El herrero tiene trabajo asegurado 




La célebre Calle de los Suspiros... 
y una chica suspirando en mitad de la misma

No será la de los suspiros, pero es una callecita preciosa 

A sol y sombra 

Curiosas banderas colgadas por los portugueses  en 1680

Garrapiñada El Faro: "sírvase usted mismo"

Al campo de golf se le secó el pastito 

A favor de los vehículos amigables con el ambiente

El propio "Long" John Silver hace un alto para tomarse una Pepsi 

Mariposa colonial

Vendo callecita empedrada con balcón al río 

Estacionamiento en el living de la casa

Por 5 centavos, se puede tomar una bebida deliciosa y refrescante...
en las fuentes! (En Montevideo hay  fuentes que no tienen ni agua!)

Paleta de pasteles (me refiero a los colores, 
no a los de dulce de membrillo) 

Los veteranos se sientan a disfrutar del solcito de la tarde...

...aunque algunos prefieren la sombra.

Vista desde el Faro... la única que saqué antes de caer redonda del vértigo!