viernes, 26 de septiembre de 2008

Pequeño diccionario ilustrado uruguayo – español

Este pequeñísimo diccionario pretende facilitarles la estadía a todos aquellos visitantes hispanohablantes que vienen a Uruguay creyendo que aquí se habla español.

agua jane. f. Hipoclorito de sodio diluido, utilizado habitualmente como desinfectante y blanqueador. No importa que la marca sea Ayudín, Electrón, Sello Rojo, o la que sea: siempre se le llamará agua jane (pronúnciese “jane”, nunca “yéin”).

bizcocho. m. Alimento hecho en base a harina, levadura y grasa, salado o dulce, elaborado en panaderías, frecuentemente consumido en el desayuno o la merienda para acompañar el café con leche o el mate. Los bizcochos más comunes son los pancongrasas, los corasanes dulces y salados, las galletas dulces y las margaritas. Se compran por kilogramo o fracción.
broche. m. Accesorio de metal, madera u otro material, generalemente ornamentado, utilizado por las personas del sexo femenino para recogerse parcial o totalmente el cabello.

caldera. f. Recipiente de metal con tapa, asa y pico utilizado para calentar agua. En Argentina se le llama pava, nombre que en Uruguay se le da a la hembra del pavo y a una chica tonta. Desconozco cómo se le llama en el resto de los países hispanoparlantes.

can-can. m. Prenda de vestir femenina que consiste en un par de medias que cubren por completo las extremidades inferiores unidas a una bombacha que cubre pelvis y glúteos. Pueden ser de nailon, licra o lana, lisas o decoradas. El costo suele ser inversamente proporcional a la duración de la prenda.
caravana. f. Accesorio de metal, cerámica, madera, plástico u otro material, que suele estar adornado con piedras, perlas, semillas, plumas o lo que venga, utilizado para decorar los lóbulos de las orejas, sea por perforación o por apretuje de los mismos. Antiguamente reservado sólo para personas del sexo femenino, hoy en día también muchos hombres se someten voluntariamente a esa tortura de perforarse las orejas, sin que por eso se les encoja el cromosoma Y.caruso. (por Enrico Caruso). f. Salsa hecha en base a crema doble, champiñones y jamón; ideal para acompañar pastas, en especial, cappellettis. Se puede comer sola por cucharadas también, cosa que jamás hice ni volveré a hacer.


champión. m. Calzado deportivo, de lona o cuero, con suela de goma, que suele ajustarse con cordones, (cintas o tiras). Debe su nombre a la marca Champion, y se le designa así a este tipo de indumento, sin importar la marca. Si bien fueron creados para la práctica de actividades deportivas, su uso está extendido para otras actividades, incluso para ir a la ópera. Cabe señalar que algunos championes salen más caros incluso que el abono para toda la temporada de la ópera antedicha.

chivito1. m. Plato típico de la gastronomía uruguaya, que consiste en un refuerzo (ver) de carne, panceta, queso, huevo, lechuga, tomate, mayonesa y todo lo que ande a mano en la cocina del restaurante, bar o loquesea donde se lo prepare.

corasán.
(del francés croissant) m. Bizcocho originalmente austríaco y con forma de luna creciente, que llegado al Uruguay modificó su factura (se hace con grasa y no con manteca), forma y nombre. Suele conservar la forma de luna creciente si es salado y sin rellenar, pero si es dulce (recubierto con azúcar) o relleno (de jamón, queso, dulce de leche, dulce de membrillo) adquiere una rectitud que ni remotamente recuerda a la luna creciente que inspiró a los pasteleros austríacos. No confundir corasán con media luna, que se hace con manteca y sí tiene forma de croissant.

flauta. f. Pan francés más petiso y más gordo que la baguette.

flautín. m. Baguette sin pretensiones primermundistas.

franfrute (de frankfurter). m. Embutido de dudoso contenido, remotamente parecido a la salchicha originaria de Frankfurt. Suele comerse hervido, dentro de un pan de Viena cortado longitudinalmente, y acompañado por mostaza (aunque algunos herejes le ponen mayonesa, o lo que es peor, ketchup); así aderezado, el franfrute pasa a denominarse “pancho”.


hijo de puta. loc. Frase habitual que designa tanto a una persona execrable como a alguien que despierta admiración. Una misma persona puede reunir en sí misma ambas condiciones.

jodido, a. adj. Depende del verbo que lo acompañe. Si decimos “Fulano está jodido”, significa que está mal (con problemas familiares, económicos o de salud). En cambio, si decimos “Fulano es jodido”, queremos decir que es un hijo de puta (véase).

masita. f. Pequeño bocado dulce y pegajoso, hecho con masa de hojaldre, bizcochuelo u otra, que puede contener crema, dulce, trozos de frutas, de variadas formas y texturas, que suele servirse en los tés de las señoras mayores, las fiestas de cumpleaños, los casamientos y los velorios. Las masitas se compran por kilogramo –o fracción- en panaderías y confiterías.

pandorga. f. Vaya uno a saber por qué, así se le dice a la cometa en el litoral.

pildorita. f. Versión acortada del franfrute, que suele servirse hervida y sin pan en cumpleaños infantiles, aunque debido a la creciente hamburguesación de la sociedad, cada vez se las ve menos.

pilot. m. Prenda de vestir unisex que cubre el tronco, los miembros superiores y gran parte de los inferiores, confeccionada en un material impermeable, utilizada para protegerse de la lluvia. En Argentina se le llama piloto, que es como le decimos aquí a un señor que maneja aviones.

primus. m. Artefacto portátil que funciona a queroseno, utilizado para calentar o cocinar alimentos, que quedarán indefectiblemente con aroma y sabor a combustible quemado. Jamás sabremos cuál es el nombre verdadero de este tipo de calentador, ya en desuso, debido a que aquí siempre se le dijo por el nombre de la marca Primus.


refuerzo. m. Alimento que consiste en un trozo de pan (de tipo francés) relleno con manteca, fiambre, queso, dulce, u otros. No confundir jamás con sánguche, que es lo mismo pero totalmente distinto.
sánguche. (del inglés sandwich) m. Refuerzo hecho con pan de molde, al que habitualmente se le retira la corteza; puede contener variados rellenos (fiambre, queso, pescado, pollo, hortalizas, hongos) y diversos aderezos. Suele cortarse en triángulos o cuadrados pequeños. Al igual que las masitas, los sánguches constituyen alimentos indispensables en fiestas de cumpleaños, casamientos y velorios.

tortuga. f. Pan blandito y levemente dulzón, con una forma que muy vagamente recuerda a la de un reptil quelonio en posición defensiva. Ideal para refuerzos (a menos que prefieras el pan flauta).



1 Para más datos, véase el Episodio XIII de la Guía práctica para conocer Uruguay en este mismo blog.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Guía práctica para conocer el Uruguay – Episodio XIV: El tránsito en Montevideo

En los episodios IV y X de esta mismísima Guía, me referí a dos medios de transporte público de la capital de la República: el ómnibus y el taxi. En ocasión del capítulo referido al automóvil equipado con taxímetro, el Santi tiró como sugerencia, dedicar algún capítulo a los vehículos particulares y a los carritos de los hurgadores. Si bien en esos momentos yo me encontraba tapada de trabajo, inmediatamente hice caso a su sugerencia y me largué a escribir esto que ahora estás leyendo, estimado guiado.
A primera pensada a una se le ocurre que el tránsito en Montevideo es caótico. Pero decir que el tránsito en esta ciudad es caótico es faltar a la verdad. El tránsito es caótico en Calcuta, en donde hay millones y millones de personas, y miles y miles de vacas que andan por las calles como si tal cosa. En Montevideo el tránsito es muy caótico, no debido al número de habitantes (que haciendo fuerza llega al millón y medio escaso), sino porque se sabe que el lema de nosotros los montevideanos -que en mi modesta opinión, debería figurar en el escudo de la ciudad- es "por qué hacer algo bien, si podemos hacerlo mal, e incluso, peor".
Montevideo cuenta con avenidas, bulevares, calles, callejuelas y hasta algún camino de tierra, sobre todo en la periferia. No siempre la señalización es clara, y hay calles que se chocan abruptamente contra un paredón, para renacer, tal vez, más adelante; hay calles flechadas que cambian de dirección, calles que hacen curvas inesperadas, calles que cambian de nombre, nombres que cambian de calle... El concepto de “paralelas” no forma parte del acervo cultural de nuestros urbanistas. Pero el asunto realmente complicado no es el de las calles, sino el de la gente que las transita, ya sea en calidad de peatón, ciclista o conductor de carro, moto, auto, camioneta, taxi, ómnibus o camión. Sólo falta el viejito aquel de la película de David Lynch
1 que viajaba en una cortadora de césped, o capaz que yo no lo he visto, pero por ahí anda.
Enfoquémonos, por poner un caso, en los ciclistas. La bicicleta, sin duda alguna, constituye un medio de transporte económico, no contaminante y beneficioso para la salud, aunque ser ciclista en Montevideo equivale a correr delante del toro en Pamplona durante los sanfermines. Resulta que hay muy pocas bici-sendas, y las que hay están transitadas por cualquiera, excepto por ciclistas, porque basta que pavimenten un sendero y pongan señales de bici-senda, para que inmediatamente se llene de gente que se pasea con cochecitos de bebé, o con ocho perros o que salió a estrenar su flamante prótesis de cadera. Por lo tanto, los ciclistas andan zigzagueando entre los ómnibus y camiones, sin luces y sin casco, claro está, porque igual la culpa de todo la tienen los peatones o los conductores de coches, que no los ven venir. Una vez, hace unos años, yo me bajaba tranquilamente de un ómnibus cuando fui embestida por un intrépido ciclista se largó nomás así como venía por el espacio que quedaba entre el ómnibus y el cordón de la vereda. Por supuesto que la culpa fue mía, por apearme sin mirar para atrás. La culpa de que él se cayera, claro, porque se necesita mucho más que un ciclista embalado para derribar los 50 kg escasos que yo pesaría por aquel entonces.
Los carritos son otra historia. Se trata de vehículos de diferente tamaño, movidos a tracción a sangre, ya sea por un cristiano, o por un caballo. Son utilizados por los hurgadores, o recicladores, que recorren la ciudad buscando cuanto objeto les resulte útil o vendible, y cargándolo todo en sus carros: papeles, cartones, chapas, envases de plástico o vidrio, ropa, colchones, juguetes, herramientas, bolsas, muebles viejos, artefactos de todo pelo, y, claro está, comida. La capacidad de un carro es infinita; no importa cuán lleno esté, siempre tiene lugar para una silla con tres patas más. La capacidad muscular de quien tira del carrito es asombrosa, porque allá va el pobre tipo cinchando de su carro, cuesta arriba por algún repecho... Los más pudientes tienen carros grandes, tirados por caballos tan exhaustos y malcomidos como sus propietarios. Lo que no le puede faltar a ningún hurgador es un perro, que allá va, con su trotecito atravesado, siguiendo a su dueño a sol y a sombra.
Los motociclistas son otra especie interesante; los hay que manejan motitos de 50 cc que la única diferencia que tienen con las bicicletas es que hacen ruido y contaminan el aire, hasta los barbados motoqueros de campera de cuero que parecen salidos de la película “Busco mi destino”
2 . No importa qué moto monten: todos creen que la suya es una Harley Davidson y que la calle Colonia es la Ruta 66, en perticular los hell angels que hacen repartos de correspondencia o de pizza, a una velocidad que ni siquiera se justificaría en caso de incendio. Es obligatorio usar casco, cosa que se cumple en la mayoría de los casos, particularmente de día; por la noche, los ruidosos centauros suelen preferir andar con la cabellera al viento, y a veces, hasta de a tres, que no sé cómo se las arreglan para caber en el asiento. En las zonas periféricas suele haber "picadas" por la noche, para beneplácito de los vecinos, porque no debe de haber ningún sonido más parecido a un arrullo que el de dos o más motos de corriendo a 200 km por hora (y a veces seguidas por un patrullero que va a 80).
El panorama más diverso, probablemente, sea el de los automóviles particulares, porque la fauna automotriz montevideana -aunque tal vez sea más correcto hablar de uruguaya- es de lo más variopinta. Conviven los últimos modelos que todavía tienen la pintura fresca, con los primeros llegados al país a comienzos del siglo pasado, y habría que fijarse bien si todavía no circula algún prototipo diseñado por Karl Benz en persona. Es así que conviven el Peugeot 407 full con el fusca del año 70, los modelos de la Europa del Este de los 90 con algún Golden Rocket del 56, los Fiat 600 y las Izetas con los Ford Falcon, las citronetas del 70 con los Audi actuales, y por supuesto, los Fiat Uno y los Volkswagen Gol de todos los años... Eso sí, no importa la marca, el modelo, el año ni el estado de conservación –o de deterioro- del velocípedo: todos se creen Lewis Hamilton, aún los veteranos que sacan el Simca 1000 los domingos y se pasean a 35 Km por hora.
Para manejar taxis, ambulancias, ómnibus y camiones, se requiere entrenamiento especial y libreta profesional, lo que, según entiendo, equivale a sacar patente de corso; los conductores se convierten así en dueños de los siete asfaltos, pero es justo reconocer que, sin pedir nada a cambio, vierten su crítica constructiva acerca de las habilidades de los demás conductores, así como no dudan en brindarles sugerencias, consejos e instrucciones a quienes lo necesitan, que son todos los otros.
Un espectáculo maravilloso –y gratuito- lo constituyen los ómnibus interdepartamentales, que como se dirigen a otras partes del país, manejan en plena ciudad como si estuvieran ya en la carretera, no sea cosa que después no agarren el ritmo. Así es que Avenida Italia, 8 de Octubre, Garzón, por sólo citar algunas avenidas, sirven de pista de entrenamiento para estos bólidos, o tal vez sería más correcto decir, de pista de despegue.
Pese a que se supone que éste es un país bastante alfabetizado, ocurre que muchos conductores no entienden las señales de “Pare”, “Ceda el paso” y similares, así como ocurre con los peatones, que tampoco distinguen el anuncio de “Cruce” del de “No cruce” en los semáforos. Un dato curioso es que Montevideo es una de las ciudades del mundo con mayor número de daltónicos, que no perciben los colores de las luces del semáforo, y lo que es aún más raro, las rayas blancas de las cebras. Aunque tal vez no se trate de un problema particular de los montevideanos, porque a juzgar por las matrículas de los autos que se ven por la ciudad, un gran número de vehículos procede de otras partes del país; imagino que vienen por múltiples razones a la capital, porque jamás se me ocurriría pensar que un conciudadano llevara su coche a matricular a otro lugar, sólo porque es más barata la patente de rodados, líbranos Ford de semejante idea.

Y con esto termina el décimocuarto capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.



1 “The Straight Story” (“Una historia sencilla”), 1999
2 “Easy rider” (1969): escrita, e interpretada por Dennis Hopper y Peter Fonda, y dirigida por el primero

viernes, 12 de septiembre de 2008

Guía práctica para conocer Uruguay – Episodio XIII - La gastronomía, segunda parte: el chivito

Animal sagrado en este país, si los hay, la vaca. En el episodio anterior de la guía -véase texto publicado la semana anterior, al pie de éste- nos referíamos al noble bovino en tanto protagonista del tradicional asado. Hoy lo haremos en tanto integrante del elenco de otro plato típico de la gastronomía vernácula: el chivito.
Cualquiera podría pensar que el chivito es el modo coloquial de referirse a la cría de sexo masculino del ganado caprino, dado que vulgarmente se les llama "chivos" a estos animales. Sin embargo, el consumo de carne caprina no está muy difundido en el Uruguay, por lo que el término "chivito" refiere a una cosa muy distinta.
Parece ser que una vez, en un restaurante de Punta del Este a una dama extranjera se le ocurrió pedir chivito (probablemente haciendo referencia a la carne de chivo), cosa que, por supuesto, no había; el cocinero le preparó un plato con lo que había: pan y lomo vacuno. Desde ese entonces, el término “chivito” en Uruguay refiere a un sándwich o emparedado de lomo. La cuestión es que, con el paso de los años, al antedicho sándwich se le han agregado algunos ingredientes más, como fiambres (lomito canadiense o jamón), mozzarella, panceta, tomate, lechuga, morrones, hongos, aceitunas, pickles, huevo duro, huevo frito... transformando el chivito inicial en el emparedado soñado por Lorenzo Parachoques
1. Claro que ya pierde su calidad de sándwich, aquel alimento diseñado para que el conde homónimo2 pudiera sostener con la mano mientras jugaba a las cartas, sin ensuciarlas: desafío a cualquiera a comer un chivito actual sujetándolo con una mano, mientras trata de armar una escalera de conga con la otra, sin chorrearse de mayonesa y tomate hasta las verijas. Es decir, que el chivito de nuestros días suele comerse sobre un plato y con cubiertos, o sosteniéndolo firmemente con ambas manos, si éstas –y el diámetro de apertura bucal- son lo suficientemente grandes. No faltan, cabe aclarar, los iconoclastas que sirven el chivito al plato y sin pan, por lo que ya del chivito original sólo le queda el nombre, por no mencionar a los herejes que preparan chivitos con pollo, que no tienen excusa alguna para semejante tropelía, porque confundir vaca con cabra, vaya y pase, pero con pollo, no hay de dónde agarrarse.
Los más insaciables suelen acompañar el chivito con papas fritas, lo que pone de manifiesto, además de su gula, su ignorancia más absoluta en el campo de la bioquímica y de la nutrición, porque el pan y las papas son alimentos compuestos básicamente por almidón, por lo que están comiendo, con todo respeto, pan con pan.
En Uruguay, se puede comer chivito en casi todos los restaurantes –excepto los vegetarianos, o los de comida china, porque nosotros somos orientales pero de otro tipo- y en algunos puestos callejeros (llamados “carritos”, aunque están fijos en una esquina). La calidad, la cantidad y el precio del chivito varían de un sitio a otro, como casi todo en esta vida.
El chivito admite acompañamiento con varias bebidas, por ejemplo, cerveza o refrescos, aunque se recomienda hacerlo con un digestivo hepatoprotector y con un análisis de triglicéridos, como postre.

Y con esto termina el capítulo decimotercero de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.

1 Versión en español de Dagwood Bumstead, personaje de la historieta “Blondie”, creada por Chic Young
2 John Montagu IV, Conde de Sandwich (1718-1792)


viernes, 5 de septiembre de 2008

Guía práctica para conocer Uruguay, Episodio XII - La gastronomía, primera parte: el asado

Animal exótico si los hay, la vaca. Pero resulta que allá a comienzos del siglo XVII a Hernandarias se le dio por introducir la ganadería en estos territorios, y fue y se trajo un barco cargado, cual arca de Noé pero sin biodiversidad. Imagino la sorpresa de los nativos -que a menos que me equivoque, no fueron consultados al respecto- al ver animales así de grandes, cuando la fauna autóctona a lo más que llega es a carpincho. Igual sería la sorpresa de los bovinos, que no tenían vistos a los charrúas, guenoas y chanaes, al menos no personalmente.
La cuestión es que a todo se acostumbra uno, y las vacas se aquerenciaron, al punto tal que es imposible imaginarse hoy en día a nuestras praderas sin ejemplares de Hereford, Aberdeen Angus, Holando, Shorthorn y tantas otras razas. Si hasta en el escudo nacional figuran un buey y un caballo, andá llevando. Es más, uno ni siquiera sabe cómo era la pradera originariamente, porque a nadie se le ocurrió hacer un relevamiento botánico de cómo era la cosa antes de la introducción de la ganadería y de la pradera artificial, principalmente porque la clasificación de las especies la puso de moda Linneo como 150 años después. Desde ese entonces, la vaca ha estado ligada a nuestro paisaje y a nuestra cultura, la cual incluye, entre otras manifestaciones, a la gastronomía.
Qué y cómo comían nuestros nativos lo podremos llegar a sospechar pero probablemente no lo sepamos nunca, porque ni a españoles ni a criollos se les ocurrió jamás, antes de someter y de exterminar a los indígenas, indagar acerca de sus costumbres culinarias, o al menos, dejar registro de ellas. Lo cierto es que desde hace siglos, la vaca constituye un verdadero animal sagrado en nuestra gastronomía, porque al pobre bovino le comemos todo lo que tiene, a excepción del mugido. Y la forma más tradicional de consumir a este noble cuadrúpedo, es el asado.
El asado constituye, entonces, uno de los platos más típicos de nuestra gastronomía, aunque la palabra "plato" no es la que mejor encaja para el asado, porque no hay nada mejor que comer el asado con la mano. Se le denomina asado, por una parte, a un trozo de músculo estriado de bovino -conocido vulgarmente como "carne"- que se coloca sobre una especie de reja metálica conocida como "parrilla" -si es que la hubiere, no me imagino a los pobladores del mil seiscientos y pico comprando una parrilla en la ferretería, o mandándosela a hacer a un herrero de confianza- y se cuece al calor de las brasas que se desprenden de la combustión de leña. Jamás se empleará carbón y mucho menos, fuego directo; ambas técnicas constituyen una herejía. Evidentemente, la mejor leña es la de monte, pero ya casi ni quedan montes nativos, entre otras cosas porque ha sido depredados en aras del asado, la cría de ganado y de la agricultura. Además, un coronilla demora unos 100 años en crecer, así que no hay necesidad alguna de agarrar a hachazos al pobre árbol sólo por cocinar un poco de carne.
Uno de los cortes tradicionales de la carne para asar en la parrilla es el "asado de tira", esto es, el músculo intercostal de vacuno cortado longitudinalmente, en sentido perpendicular a las costillas; cada tira posee entonces varios fragmentos de hueso, además de carne y grasa. Hay quienes optan por otros cortes de carne, llegando incluso a tirar sobre la parrilla cuadril o bola de lomo, pero ya sabemos que hay gente para todo. También están los que no desuellan al animal antes de cocinarlo, lo que da lugar al "asado con cuero" cuya preparación es diferente y cuya ingesta requiere una cierta destreza en el manejo del cuchillo, amén de ir aclarando a los intrépidos que se aventuren a probar esta modalidad, que el cuero no se come.
El punto de cocción varía según el gusto del consumidor -y la pericia o impericia del asador-; a algunos nos gusta que al cortarlo, la vaca aún muja, para no desaprovechar el mugido; hay quienes lo prefieren más cocido, y quienes prefieren la cremación a la cocción, punto en el cual la carne adquiere la consistencia del caucho vulcanizado -y aproximadamente el mismo sabor-. Lo mismo pasa con el aliño: suele utilizarse un poco de sal o aderezos tales como el chimichurri, que realzan el sabor de la carne, aunque sin aderezo alguno igual funciona perfectamente.
Pero como el bovino no está constituido solamente por esqueleto y masa muscular, sobre la parrilla podrán colocarse, además, las vísceras del animal, conocidas como “achuras”. Es de este modo que al calor de las brasas también se cuecen, entre otros, el intestino delgado ("chinchulines"), el timo ("molleja"), los riñones o la ubre, por mencionar algunos.
Usualmente se hacen presentes los embutidos tales como los chorizos -carne y grasa de cerdo condimentadas y embutidas dentro de la serosa que recubre al intestino delgado, conocida como "tripa"- o las morcillas -sangre de cerdo embutida dentro de tripa- las cuales pueden ser saladas o dulces -estas últimas aderezadas con naranja, pasas de uva, maníes u otros frutos secos, constituyen uno de los manjares más apreciados por la autora de estas líneas, informo por si alguien me quiere hacer un regalo-.
Si sobre la parrilla se cuecen lentamente varios de los antedichos alimentos, estaremos en presencia de una "parrillada", mucho más abarcativa, como es natural, que el mero asado de tira. En la actualidad, se han agregado también hortalizas a la parrilla, cuando no otros animales de pelo, pluma o escama.La parrilla en sí misma puede estar instalada en el suelo, o formar parte de construcciones tales como el parrillero, hecho de ladrillo, que canaliza el humo producido por el fuego y la cocción a través de una chimenea, o de artefactos móviles como el medio tanque, más propio de la zonas urbanas, ya que puede instalarse casi en cualquier espacio. Por supuesto que no hay casa de campo, ciudad o playa que no posea parrillero, así como tampoco podrá estar ausente en ningún club o entidad similar; muchos parques públicos cuentan con parrilleros para uso de los visitantes. Los restaurantes suelen contar con parrillero, y si la parrillada es la especialidad del mismo, se denominan directamente "parrilladas" como para que quede claro que allí no se sirven fideos o torta pascualina.
Existe también la variante transitoria: se puede preparar una parrillada sólo para una vez, como puede ocurrir en un paseo al aire libre. Solo bastará con llevar la parrilla, la leña, la carne y los utensilios y los condimentos. En esta modalidad transitoria destacan las bondades del "asado de obra", que es el que preparan los albañiles que trabajan en una construcción para almorzar. En este caso, para encender el fuego no se emplea leña sino la madera de los tablones de la propia obra en construcción, lo que le confiere un sabor especial al asado. Ahora bien, con las crisis económicas que hemos sufrido últimamente, el asado de obra tiende a desaparecer, debido a que se construye poco y el bolsillo de los obreros no está para vacas.
En ocasiones de festejos familiares o amistosos, suele estar presente el asado. Evidentemente, la reunión deberá tener lugar en una casa o club con parrillero, por lo que quedan excluidos los que viven en edificios de apartamentos de 2 x 2. El más avezado o ducho de los participantes desempeñará el abnegado rol del asador, que no podrá apartarse bajo ninguna circunstancia de la parrilla, por lo que se perderá la juerga y deberá soportar el calor del fuego y el olor del humo. Su sacrificio será compensado con abundantes raciones de líquidos tales como whisky, vino o cerveza, porque todos sabemos que la temperatura elevada conlleva la pérdida de líquido, y nadie querrá que un tío o un amigo deshidrate. El agua está totalmente desaconsejada en estos casos, porque se corre el riesgo de que se apague el fuego. La labor del asador se rematará con un aplauso, que raras veces estará en condiciones de percibir, porque a esas alturas, su nivel de sangre en alcohol ya andará por debajo de 1 gramo por litro.
El asado puede comerse solo, o acompañado por ensaladas, y el vino tinto es la bebida que mejor lo secunda, sin lugar a dudas.

Y con esto termina el duodécimo capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.