domingo, 29 de noviembre de 2009

A Don José

...y a todos los que de alguna manera, lo hicimos posible
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Ya todo el mundo lo sabe: el Presidente electo de nuestro país es José Mujica. La mayoría de los uruguayos decidimos que el Frente Amplio tenía que seguir en el Gobierno, para continuar la senda iniciada por Tabaré Vázquez, primer Presidente de izquierda del Uruguay.
Aquí les dejo una pequeña muestra fotográfica de los primeros festejos que hubo en mi barrio, ni bien los encuestadores confirmaron los resultados de la elección.
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"A Don José" - Los Olimareños (en vivo)

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Comienza el festejo: un vecino, cañita voladora en mano, emula a la estatua de la libertad

.... Las columnas del alumbrado público no quisieron estar ausentes

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La nueva generación, esperando su turno para votar
(no desesperen, chicas, faltan dos o tres elecciones)
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De a poco se va arrimando la gente... Hasta Pepe y Danilo se hacen presentes
(aunque los noté un poco acartonados)
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Un velocípedo solo no hace caravana
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¡Por fin un taxi con lindos colores!
(¿A quién se le ocurrió pintarlos de amarillo y negro?)
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A defender la alegría... no permitamos que el humo la empañe!
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¡Foto foto foto foto foto...!
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El mejor amigo del frenteamplista
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El buey solo bien agita la bandera
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¡Ahora sí se armó la caravana!
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Vestidos para la ocasión
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sábado, 14 de noviembre de 2009

Tarde y mal

lllll

Estimados lectores: habitualmente actualizo los sábados a las 8:00 de la mañana, pero últimamente estoy faltando a la cita sabatina. El trabajo y otras actividades que realizo, me impiden cumplir en tiempo y forma con ustedes (y conmigo, porque me gusta muchísimo escribir para el blog).
Ahora bien, como les digo una cosa, les digo la otra: se me ocurrió una idea (bah, se le ocurrió a Goliardo) y empecé a desarrollarla, pero no tuve tiempo de hacer la debida investigación (sí, parecerá mentira, pero para cada entrada leo mucho material y me informo bastante), y en un determinado momento, la idea original derivó para un lado completamente distinto, y se desvirtuó, y terminó siendo cualquier otra cosa, que es lo que leerán a continuación (si quieren... están advertidos!).
Ah... La entrada de hoy tiene un color absolutamente local y actual.


El sábado pasado, en la entrada correspondiente a ese día me referí a los orígenes de Halloween, esta celebración entre importada e impuesta que en nuestro país soportamos unos cuantos y disfrutan algunos niños y no tan niños, porque también se celebra en discotecas y fiestas privadas, porque hay adultos que se prenden de cualquier excusa para ponerse un disfraz o para sacarse la ropa. Resulta que en realidad es una festividad antiquísima de los celtas con hondo sentido religioso, que ni siquiera se llama así y que no tiene nada que ver con calabazas desdentadas ni con pedir caramelos que te pueden dejar tan desdentado como las calabazas. ¿A qué iba? Ah, sí, decía que en esa entrada, Goliardo dejó un comentario interesantísimo en el que planteaba que ya que los brothers de los Estados Unidos nos imponen sus festividades (amén de imponernos sus hamburguesas, sus marines y sus teorías y prácticas económicas), lo que deberíamos hacer nosotros es adaptarlas a nuestras costumbres y tradiciones, que también las tenemos, no vayan a creer.
Ahora bien, Goliardo planteaba algunas ideas de lo más creativas, pero dándoles un toque argentino, como es natural; ahora bien, los uruguayos y los argentinos compartimos gran parte de la historia y de la cultura, pero no somos países idénticos, así que pensé en "orientalizar" su propuesta para celebrar el "Jalogüín".
Para empezar, los elementos autóctonos de nuestra cultura son escasísimos, en parte porque Rivera allá por 1831 se tomó la molestia de exterminar prácticamente a los nativos de estas tierras, cosa de marcar el inicio de la vida democrática del país con un genocidio, vayan aprendiendo otros presidentes que lo único que hacen es preocuparse por la salud, la educación o la economía de sus presididos. Además, nuestros indígenas dejaron pocos testimonios de sus festividades, aunque sí varios de sus rituales fúnebres, pero no es cuestión de celebrar el Jalogüín con un entierro en un cerrito.
[1]
Ahora bien, los colonizadores españoles, los nativos africanos traídos al país como esclavos, los nativos que sobrevivieron a la matanza y los inmigrantes que fueron llegando de todas partes del mundo, fueron creando esta mezcolanza étnica y cultural que somos nosotros, así que elementos para darle color al guiso del Jalogüín no nos van a faltar. Elementos identitarios como el candombe, la murga, las tortas fritas grandes, redondas y chatas con agujero, el mal fútbol, el deporte mayoritario de la queja y la política, bien podrán darle el toque vernáculo a la festividad foránea.
Se me ocurre que entre todos podemos ir tirando algunas ideas, cosa de ir organizando con tiempo el próximo Jaolgüín, que como es propio en Uruguay, “con tiempo” se entiende el día antes.

Por mi parte, propongo algunas sugerencias para los disfraces infantiles, diseñados para que los niños asusten a los vecinos cuyas casas visiten con el objetivo de aprovisionarse de golosinas, y lo hago siguiendo la más arraigada tradición política, que viene desde lo más profundo de nuestra historia, es decir, la era transcurrida desde la campaña electoral de las Elecciones Internas de junio de 2009 a la fecha:

* En los barrios de Carrasco y Punta Gorda, indudablemente se impone el disfraz del Pepe, con los accesorios imprescindibles de la banda presidencial y la perra de tres patas; las niñas, claro está, podrán disfrazarse de Lucía Topolanski con su doble corona de Senadora y Primera Dama.

*En los mismos barrios, si se trata de dos hermanitos, una nena y un varón, podrán utilizar el disfraz de Marina Arismendi, en versión “caperucita roja acompañada por el lobo atorrante”.

*En una versión personalizada, ir a la casa del Cuqui disfrazado de Ley Seca.

*O golpear la puerta del Guapo, disfrazado del Cuqui ganador de las Internas.

*Por el contrario, en los barrios de hondo arraigo obrero como el Cerro, La Teja, o la Curva de Maroñas, los niños se disfrazarán de “Bruce Willis” Cuqui, y aterrorizarán a los vecinos con unas simpáticas motosierras.

*Golpear la puerta de la casa del diputado Borsari disfrazado de mujer rubia; otra posibilidad es el disfraz de coronel cubano.

*Visitar estudios de radio o redacciones de semanarios con disfraz de Jorge Batlle acusando de complot del tupamaraje a cuanta cosa se mueva o esté quieta. Cabe señalar que este disfraz que ya no asusta a nadie, por lo que se recomienda a los padres que no lo confeccionen para sus hijos.

Dejen sus sugerencias (que sin dudas serán muchísimo mejores que las mías) en los comentarios.



[1] Nombre que reciben los túmulos erigidos por algunos de los grupos nativos del país.

sábado, 7 de noviembre de 2009

De sábados, ritos, espíritus errantes y caramelos

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El sábado pasado no actualicé, como pudo ver y apreciar cualquiera que haya asomado sus ojos por este blog. Exceso de trabajo y de cansancio me impidieron cumplir con el ritual de actualización sabatina. Para peor, tenía toneladas de escritos para corregir, así que ni siquiera podía aspirar a una actualización tardía: di prioridad al trabajo y a la siesta, que con las dificultades que tengo para dormir, es casi un trabajo más.
Y hablando de rituales sabatinos, el sábado pasado fue 31 de octubre (vaya novedad, seguramente si no lo leés acá ni te enterabas) fecha en la que se celebra Halloween, una tradición con hondas raíces folclóricas... en las Islas Británicas.
No debe de haber tradición más alejada de la cultura uruguaya, rioplatense y sudamericana que la festividad de Halloween, si exceptuamos alguna festividad de Burkina Faso, tal vez. Sin embargo, desde hace algunos años, escapar a los gurises disfrazados pidiendo golosinas, a la decoración en naranja y negro del Universo conocido y zonas aledañas y a las calabazas de plástico con problemas dentales es absolutamente imposible.
Cuando comenzó a celebrarse el Halloween en Montevideo, yo había pensado pegar en la puerta de mi casa algún cartel alusivo a la horda imperialista que nos invade, y mándense mudar tuitos a la puta, pero en seguida comprendí que para un individuo de 5 años al que disfrazarse y comer caramelos le resulta la máxima felicidad, y para quien los conceptos de invasión cultural, capitalismo salvaje y maldición de Malinche le son levemente desconocidos, el cartel carecería por completo de significado, así que pasé de oponerme tenazmente al festejo a comprar caramelos y repartirlos a cuanto chiquilín tocara el timbre ese día
[1].
Ahora bien, mi idea de esta entrada va para un lado bien distinto, y es tratar de entender qué corno se está festejando cada 31 de octubre, y que me perdone Juan Pascualero por usarle el instrumento sin su permiso
[2].
mmmm

mmm
La cuestión se origina –según parece- en las Islas Británicas hace unos dos mil quinientos o tres mil años, siglo más, siglo menos, cuando esas tierras, al igual que otras regiones europeas, estaban habitadas por pueblos celtas. Para esta gente, el día comenzaba al caer la noche, y el año, al llegar las noches largas del invierno. Se me dirá que el invierno comienza en el solsticio que anda allá por el 21 de diciembre, y sí, cómo no, pero las horas de luz en latitudes altas comienzan a ir escaseando bastante antes, y en noviembre, a las 4 de la tarde ya es noche cerrada en Escocia, sin ir más lejos (si vamos más lejos, estaríamos hablando de tradiciones islandesas, y no es el caso). Es así que el año comenzaba el 1º de noviembre, pero como el día comenzaba al atardecer, en realidad empezaba en lo que para nosotros sería la noche del 31 de octubre. Allí tenía lugar la festividad más importante del año: el Samhain, que se pronuncia algo así como “sagüin”, pero téngase en cuenta que yo hablo gaélico del interior. Samhain aparentemente significa “el fin del verano”, y esa fecha también marcaba el fin de la cosecha y el fin del año. La gente se despedía de la mitad cálida y luminosa del año, y se preparaba para la mitad fría y oscura.
El fin de un año y el comienzo de uno nuevo sigue siendo en la actualidad motivo de fiestonga y comilona corrida, aún cuando para nosotros es simplemente pasar de un día de calor a otro día igual de caluroso y con suerte, lleno de mosquitos ávidos de picar a cuanto humano adormecido por los vapores alcohólicos encuentre a su paso, que también el mosquito tiene derecho a alcanzar un estado artificial de alegría, como cualquiera de nosotros. Ahora bien, si a eso le sumamos que durante unos meses la gente no iba a poder asomar la nariz por cuestiones climáticas y oscurantistas, imagínense lo que sería la partuza por aquellos lares.
Días previos, se guardaban las cosechas y la gente se aprovisionaba convenientemente para pasar el invierno; se recogía el ganado, y se sacrificaban los animales que presentaban signos de debilidad, para evitarles la muerte segura –pero lenta- que les ocasionaría el frío. Llegado el día de la fiesta, se apagaban todos los fuegos, y los druidas –sacerdotes y hombres sabios- encendían un nuevo fuego purificador. Al fuego se arrojaban huesos de los animales sacrificados –y quién te dice que en épocas pretéritas no cayera sacrificado también algún enemigo- y dicen las malas lenguas (o los malos lingüistas) que la palabra “bonfire” (fogata, en inglés) se originaría de esa costumbre (de “bone”, hueso, y “fire”, fuego), pero seguramente sea más un deseo que una verdad documentada.
Luego, las personas se llevarían parte de ese fuego sagrado a sus hogares, transportándolos en unos faroles improvisados con cráneos de animales... que derivarían luego en raíces de Brassica napobrassica (que como todo el mundo sabe, son nabos) tallados como si fueran cráneos. ¿Calabazas talladas? Difícil que el chancho chifle; habría que esperar a que los británicos desembarcaran en América muchísimos siglos después y descubrieran el fruto de la Cucurbita maxima, que como todo el mundo sabe, es la calabaza, y más tiempo pasaría para que aquellos farolitos craneanos terminaran siendo una calabaza de plástico que se puede encontrar en las góndolas de cualquier supermercado de Belvedere o de la Curva de Maroñas.
Ahora bien, los celtas creían que en ese día que marcaba el límite entre un año y el siguiente, entre la luz y la oscuridad, el límite que separaba este mundo y el del más allá, se volvía difuso. Es así que entre la gente que andaba vivita y coleando, se paseaban los espíritus de los muertos... y de los que aún no habían nacido. Entonces, para no confundirse, la gente viva –en todos los sentidos del término- se disfrazaba... con pieles y cabezas de animales, así como preparaba comidas especiales para congraciarse con la muchachada incorpórea, que habría perdido el cuerpo pero no las ganas de comer. De ahí a ponerse un disfraz comprado o confeccionado por una mamá laboriosa y salir a manguear caramelos, hay tres mil años de pasos.
Terminada la fiesta, todo el mundo se iba para su casa con el fuego nuevo, y según se dice, con un fuego renovado también en el sentido metafórico, porque parece que la fiesta seguía de puertas adentro, ya que se consideraba de buen augurio concebir en esa fecha, y habría que revisar la tasa de natalidad de los meses de julio y agosto de la época, pero no sé que queden documentos del Registro Civil de allá.

Posteriormente, la llegada de los romanos a las Islas Británicas, hizo que los rituales celtas se mezclaran con los rituales romanos, pero que también se mantuvieran, aunque modificados; la llegada del Cristianismo puso fin a esas celebraciones paganas, con tanto éxito que 1.500 años después, se sigue festejando el Samhain en todo el mundo occidental y cristiano, como si tal cosa.
Lo que sí logró hacer la Iglesia de Roma fue cambiarle el nombre a la fiesta: se marcó el 1º de noviembre como el Día de Todos los Santos, o sea All Hallows, y aparentemente de la expresión All Hallows Eve (víspera de todos los santos) derivaría el término “Halloween”.

La mixtura de tradiciones, los siglos, las migraciones, terminaron con/fundiendo la religión con la hechicería, la práctica de ritos ancestrales con la brujería, la invocación de los espíritus con el culto a la muerte, y probablemente la religión del amor y el perdón terminó confundiendo los sagrados fuegos celtas con los fuegos inquisitoriales, y más de uno habrá ardido en la hoguera sólo por festejar el comienzo del año en otra fecha.
En los siglos XVI y XVII, con la llegada de los británicos a América del Norte, vino también la antigua tradición celta a este continente; la posterior conquista y colonización que hiciera el país de la Coca-Cola, los vaqueros Levi’s y los misiles Patriot del resto de la Tierra -y de la Luna-, hizo que el Samhain, tres mil años después y modificadísimo al punto de ser casi irreconocible, llegara a la puerta de mi casa.

Y por aquí voy dejando esta crónica, así puedo terminar de comerme los caramelos que me sobraron del sábado pasado, y darles motivo de queja a mi nutricionista y mi odontóloga, que bien que tienen también su cuota de brujas.
kkkk
[1] No puedo dejar de citar la entrada que hizo la Flaca en su blog el año pasado, en el que ella plantea –con su particular estilo- algo similar: http://lodelaflaca.blogspot.com/2008/11/truco-o-trato.html

[2] Juan Pascualero, asiduo de este blog y propietario del blog “El cuchillo del herrero”, es cornista de profesión, o sea que a él, el corno le importa muchísimo.

jjjj