A la ciudad de San Salvador de Jujuy se la conoce como "la tacita de plata", apelativo que curiosamente también recibe Montevideo, y según pude averiguar, del mismo modo se les dice a Cádiz, Guatemala y Medellín. Pues bien, en esta jornada del viaje al Norte Argentina me referiré a San Salvador de Jujuy, porque a menos que esté más desmemoriada de lo que creo, jamás estuve en Medellín, por poner un caso.
El origen de "tacita de plata", como suele ocurrir en estos casos, es incierto; la explicación que más me gusta es la que refiere a la vista de las montañas que rodean a la ciudad, que al cubrirse sus cimas con las primeras nevadas brillan como si fueran de plata.
Vista de las montañas jujeñas, aún sin el bordecito de plata
Si describiera la ciudad de Jujuy, sería una atrevida, ya que estuve allí sólo dos días, así que lo que contaré serán mis impresiones en ese ratito que por allí pasé.
No sé qué me esperaba de esta ciudad, pero sin dudas no era lo que me encontré. A escala argentina, es una ciudad pequeña, pero a escala uruguaya, es una ciudad enoooorme, ya que tiene casi 240.000 habitantes, y en mi país, la ciudad del interior del país más poblada no alcanza los 100.000... Entonces, el centro de la ciudad tiene un bullicio y un agite similar a los de Montevideo, pero con un escenario bien diferente. San Salvador de Jujuy fue fundada tres veces -se ve que hubo mucha gente con ánimo fundacional- pero todas ellas a fines del siglo XVI, y la ciudad aún conserva un cierto aire colonial, con sus veredas angostísimas de piedras desgastadas por siglos de pasos y de historias. Una se puede encontrar casas coloniales a la vuelta de cualquier esquina, aunque en la actualidad sean restaurantes o farmacias...
Es decir, la ciudad vive en la época actual, con sus Carrefoures y sus Garbarinos, pero mantiene un aire de aquellos tiempos que me encantó. Y me llamó la atención -como me ha ocurrido en otras recorridas por las ciudades del interior de Argentina- la arquitectura señorial de los edificios públicos... Será porque nosostros siempre fuimos los parientes pobres del Virreinato, y no nos construyeron catedrales majestuosas ni cabildos deslumbrantes, que cuando veo esas construcciones, sufro una contractura de los músculos faciales por excesiva apertura bucal.
Casa de Gobierno (fragmentito de la fachada)
Columnata del Cabildo, actual Jefatura de Policía
Detalle de la Plaza Belgrano, primorosamente cuidada como todo lo demás
Detalle de la fachada de la iglesia de San Francisco
El campanario de la catedral, con la lunita jujeña
La entrada de la Catedral, por la noche (como habrán sospechado)
El recorrido guiado por la ciudad, con Claudio, el guía humahuaqueño, como había pasado en San Miguel de Tucumán, fue en horas de la noche, lo que nos permitió ver los edificios iluminados. Las recorridas por mi cuenta fueron de día, lo que me permitió ver la ciudad con su trajín habitual, lo que no le quitó su aire amable.
Como lo había mencionado en capítulos anteriores, en este viaje me llamó particularmente la atención la fuerte religiosidad de la gente; será que soy agnóstica y vivo en un país laico, gratuito y obligatorio, que no estoy habituada a encontrar demostraciones públicas de fe. Al visitar las iglesias, siempre me encontré con mucha gente rezando, haciendo cola para confesarse o incluso llorando... Como trato de ser respetuosas con las creencias ajenas, no me gusta recorrer ni sacar fotos dentro de una iglesia si hay devotos, por lo que fui tempranísimo por la mañana a la iglesia de San Francisco, para poder recorrerla a gusto y verla por su interés histórico y arquitectónico... Pues bien, a las 8 de la mañana, un día de semana, la iglesia estaba con un montón de gente... que seguramente pasa habitualmente por allí antes de ir a su trabajo. Gente de todas las edades y clases sociales que le da a su fe un lugar y un tiempo importantes en sus vidas.
Pero tras mi corta estadía, si algo asocio con San Salvador de Jujuy, mas allá de su encanto y el de su gente, es la presencia casi palpable de dos figuras históricas: Manuel Belgrano y Juan Lavalle. Por supuesto que no me voy a poner a hablar de historia argentina aquí, no teman; sólo quiero referirme brevemente a estos dos hombres, que en distintas épocas históricas, dejaron su huella en la ciudad, uno con su vida, y el otro, con su muerte.
La figura del General Manuel Belgrano es casi omnipresente en las provincias del Norte, debido a sus acciones en la gesta independentista, en particular por el Éxodo Jujeño y la Batallas de Tucumán y de Salta; la bandera que hizo bendecir y regaló al pueblo jujeño por su sacrificio se puede ver en el Salón de la Bandera de la Casa de Gobierno:
De esta bandera salió el diseño del Escudo Nacional
Otra vista del Salón de la Bandera
Curiosamente, la figura del General Juan Lavalle, destaca en la ciudad y en la provincia por su muerte.
Reconozco sin ponerme colorada que ignoraba por completo las circunstancias de la muerte de Juan Lavalle; fue en la visita al Museo Histórico Provincial, en donde me topé por vez primera con esta historia.
El Museo Histórico Provincial tiene su sede en la casa en donde murió asesinado Juan Lavalle, en circunstancias que nunca han sido aclaradas, dijeran las crónicas policiales. En el museo se exhibe la puerta de la casa en una de las salas, dado que la misma fue protagonista involuntaria del homicidio.
Resulta que Lavalle, en compañía de la que por ese tiempo era su amante, Damasita Boedo, se había refugiado en San Salvador de Jujuy tras la derrota de Famaillá. Sabía que su vida estaba en peligro, porque los federales se la habían jurado; en la madrugada del 9 de octubre de 1841, una bala impactó en su cuello, y allí murió desangrado.
Las hipótesis acerca de quién fue su homicida son de lo más variado, e incluyen desde una partida de soldados federales hasta a la propia Damasita; podría haber sido una bala perdida que pasó por la puerta entreabierta, o una bala dirigida... a través del ojo de la cerradura! Evidentemente el CSI Jujuy de la época no investigó como debía, porque me gustaría saber qué tipo de bala puede atravesar una puerta de sólida madera (es una señora puerta así de grande), o qué tamaño tendría la llave si por la cerradura pasaba una bala... También me queda la duda de qué era lo que estaba haciendo Lavalle a esas horas detrás de la puerta, pero no es cuestión de andar faltándole el respeto al héroe de tantas batallas, así que me ahorraré mis hipótesis.
Pero lo realmente curioso, y digno de una novela de horror, fue lo que sucedió después: un grupo de fieles soldados rescató el cuerpo de su General y a Damasita, y partieron hacia el norte, rumbo a Potosí; para ello, había que recorrer quilómetros, siguiendo la Quebrada de Humahuaca. Con la tendencia a la descomposición que tienen los cadáveres, por muy heroicos que sean, a los pocos días el traslado del cuerpo pasó a ser un problema serio... por lo que al llegar a la localidad de Huacalera, lo descarnaron, guardaron su cabeza y su corazón en el líquido conservador que tenían a mano, es decir, aguardiente, enterraron las vísceras en la iglesia, secaron los huesos, y con estos macabros restos siguieron su rumbo...
Cuando recorrimos la Quebrada de Humahuaca, el guía no dejó de señalar "Aquí fue donde descarnaron a Lavalle"...
Pero la recorrida de la Quebrada será otra historia.
37 comentarios:
Llegar hasta acá primero es un raro privilegio. SEguro que alguien está escribiendo al mismo tiempo que yo...pucha! Me encantaron las naranjas de la plaza. Me resultó insólito! Será que no tengo plaza o calle suficiente. Pero lo que más me gustó fue la historia del descarnado y su dama. Muy bueno. Creo que la historia le aportó un ambiente novelesco a la crónica. Preciosas fotos, como siempre. Solo vos te levantas a las 8 de la mañana para ir a la iglesia...Besotes
(Empecé con narrativa en capítulos unitarios. Ya los tengo todos escritos no sé cómo voy a hacer para aguantar de una semana a otra la ansiedad de postear jijiji)
¡Y fui la primi nomá!
Qué bueno viajar con tus relatos Andrea!
Turisicos e históricos. Una maravilla!! Gracias.
Y las fotos están buenísimas (la de la luna es un lujo, jeje)
Te mando un abrazo juerte!
Ro:
¡PRI!
Fah, hace tiempo que nadie peleaba por el primer puesto... Andan muy vagos los blogueros últimamente!
Lo de los naranjos por las calles lo vi por primera vez en Sevilla... ¡no lo podía creer! Y ahora me lo volví a encontrar en Tucumán y en Jujuy... una belleza!
Ah, me levantaba tempranísimo casi todos los días, para ir a vichar rinconcitos...
Para aguantar la ansiedad, colgá todos los textos pero programándolos para que se publiquen solitos.
Camarandante:
¡Qué honor su comentario, aparcero! Usté que es de lo más viajado y fotografiado, y áura que hasta libro tiene...
Y seguimos con la magnifica crónica de tu viaje Andre. No tiene desperdicio el relato y mucho menos las fotos que tomaste.
Sobre la arquitectura señoral que existe en Jujuy, a diferencia de Montevideo, tenes que recordar que por acá paso todo el oro de Perú, mira que hubo oro para construir este tipo de edificios, eso sumado a nuestros aires de Europeos, mejor dicho, de Nobles Europeos, siempre que un Virrey, un Terrateniente o un Señor Feudal (argento) pudo construir algún edificio, no reparó en gastos, ni en ostentaciones sin sentido (uno igual no puede dejar de admirar estos “palacetes”, catedrales, etc.)
Sobre la fe de la población se debe nuevamente al poder “inquisidor” que tuvo el conquistador por esos parajes. Los españoles no vinieron tan solo a saquear minas de plata y oro, a regalarle a los pobladores espejitos de colores, sino que vino a clavar la cruz en cada metro de tierra y en cada cuerpo que encontrara en estos parajes. La iglesia lo domina todo, pensar que la ley de matrimonio civil se consiguió recién pasado la mitad del siglo XIX, luego de batallar arduamente con la curia que no quería saber absolutamente nada, antes que municipalidades había parroquias que eran los que censaban, casaban, anotaban los nacimientos y los decesos de los lugareños (al igual que la madre patria que nos parió, España). Nunca se dejo de lado esa fe y nunca la iglesia perdió su poder en esas comunidades donde lo que sobra es la necesidad, la carencia, el sufrimiento y lo que falta es libertad, entendimiento, posibilidad. Pero ahí en Uruguay pasa algo parecido (los otros días vi de nuevo la peli uruguaya “el baño del Papa” y se ve esta cuestión de fe, de necesidad, de tradición (cultura) que mueve a los pobladores de un lugar a ser fervientes devotos).
A la Iglesia tenes que ir (si no cierra) a la hora de la siesta, en el interior y sobre todo en el norte, donde en verano es imposible estar bajo el rayo de sol, la gente se va a sus casas a dormir un rato, no queda nadie. Por lo tanto te recomiendo para la próxima que vayas a eso de las dos o tres de la tarde, no vas a encontrar ni al cura.
Sobre Lavalle puedo decir que en todas esas historias que se cuenta, la intencionalidad no es la de recrear de manera historicista una parte de la lucha de independencia argentina; sino mostrar cómo la historia se convierte en una carga simbólica fuerte que arrastra la formación de identidad de un ser fragmentado. Si ha esto le agregamos las cuestiones de “dialéctica trascendental” de Hegel, mejor que nos corten la cabeza como a Lavalle y nos demos cuenta de una vez que vivimos siendo
Te dejo un fragmento de “Sobre Héroes y Tumbas”, escrito como sabrás por el maestro Ernesto Sábato que habla de la huida del grupo que llevaba el cuerpo en descomposición de Lavalle, espero sea de tu agrado:
“Quedan treinta y cinco leguas. Tres días de marcha a galope tendido, con el cadáver que hiede y destila los líquidos de la podredumbre, con unos tiradores a la retaguardia que cubren las espaldas, que quizá son poco a poco diezmados y lanceados o degollados. Desde Jujuy hasta Huacalera, veinticuatro leguas.
Nada más que treinta y cinco leguas, se dicen a sí mismos. Nada más que cuatro o cinco días de marcha, si Dios los ayuda.
Pedernera ordena hacer alto y habla con sus camaradas: el cuerpo se hincha, el olor es insoportable. Habrá que descarnarlo para conservar los huesos y la cabeza. Nunca la tendrá Oribe.
Pero ¿quién quiere hacerlo? Y sobre todo, ¿quien podrá
hacerlo? El coronel Alejandro Danel lo hará. Entonces descienden el cuerpo, lo depositan a orillas del arroyo, es
necesario rajarle la ropa a cuchillo, tensa por la hinchazón. Luego Danel se arrodilla a su lado y desenvaina el cuchillo de monte. Durante unos instantes contempla el cadáver deforme de su jefe. También lo contemplan los hombres que forman un círculo taciturno. Y entonces Danel hinca el cuchillo en donde
la podredumbre ya ha empezado su tarea. El arroyo Huacalera arrastra los pedazos de carne, aguas abajo, mientras los huesos van siendo amontonados sobre el poncho.
El alma de Lavalle advierte las lágrimas de Danel y reflexiona así: “Sufres por mí, pero deberías sufrir por ti y por los camaradas que quedan vivos. Yo no importo, ahora. Lo que en mí se corrompía, tú lo estás arrancando y las aguas de este río lo llevarán lejos, pronto ayudará a una planta a crecer, quizá con el tiempo se convierta en flor, en perfume. Ya ves que esto no debería
entristecerte. Y, además, así sólo quedarán de mí los huesos, lo único que en nosotros se acerca a la piedra y a la eternidad. Y me conforta que guarden el corazón. ¡Tan lealmente me ha acompañado en la adversidad! Y también la cabeza, sí. Esa cabeza que aquellos doctores dicen que nada valía.
Quizá lo dijeron porque me repugnaba aliarme con extranjeros o porque esa larga retirada les pareció absurda y sin objeto, porque no me decidí a atacar a Buenos Aires cuando temamos sus cúpulas a la vista: esos intelectuales que no sabían que en aquellos días en que volví a ver los campos en que fusilé a Dorrego me atormentaba su recuerdo, y más ahora que veía que el pueblo de la campaña estaba con él y no con nosotros, cuando cantaba
Cielo y cielo nublado por la muerte de Dorrego...
“Sí, camaradas, esos doctores que me hicieron cometer un crimen, porque yo era muy joven, entonces, y creí de veras que hacía un servicio a mi patria, y aunque me dolía terriblemente, porque yo amaba a Manuel, porque siempre le había tenido inclinación, firmé aquella sentencia que tanta sangre ha traído en estos once años. Y aquella muerte fue un cáncer que me devoró en el exilio y después en esta estúpida campaña. Tú, Danel, que estabas conmigo en aquel momento, sabes muy bien cuánto me costó hacerlo, cuánto admiraba yo el coraje y la inteligencia de Manuel. Y también lo sabe Acevedo, y mucho camaradas que aquí miran ahora mis restos. Y sabes también que fueron ellos,
los hombres con cabeza, los que me indujeron a hacerlo, con cartas insidiosas, cartas que además querían que yo luego destruyese. Fueron ellos. No tú, Danel, ni tú, Acevedo, ni Lamadrid ni ninguno de los que no tenemos más que un brazo para empuñar el sable y un corazón para enfrentar la muerte”. (Los huesos ya han sido envueltos en el poncho que alguna vez fue celeste pero que hoy, como el espíritu de esos hombres, es poco más que un trapo sucio; un trapo que no se sabe bien qué representa; esos símbolos de los sentimientos y pasiones de los hombres — celeste, rojo— que terminan finalmente por volver al color inmortal de la tierra, ese color que es más y menos que el color de la suciedad, porque es el color de nuestra vejez y del destino final de todos los hombres, cualesquiera sean sus ideas.
El corazón ya ha sido puesto en un tachito con aguardiente. Y los hombres aquellos han guardado en algunos de los harapientos bolsillos un pequeño recuerdo de aquel cuerpo: un huesito, un mechón de pelos. “Y tú. Aparicio Sosa, que nunca intentaste entender nada, porque simplemente te limitaste a serme fiel, a creer sin razones en lo que yo dijera o hiciese, tú. que me cuidaste desde que fui un cadete mocoso y arrogante: tú, el callado sargento Aparicio Sosa, el negro Sosa, el picado de viruelas Sosa, el que me salvó en Cancha Rayada, el que nada tiene fuera del amor a este pobre general derrotado, fuera de esta bárbara y desgraciada patria querría que pensaran en i. “Quiero decir...” (Los fugitivos han colocado ahora el bulto con los huesos en la petaca de cuero del general, y la petaca sobre el tordillo de pelea. Pero vacilan con el tachito hasta que Danel lo entrega a Aparicio Sosa, el más desamparado por la muerte de su jefe.)
“Sí, compañeros, al sargento Sosa. Porque es como decir a esta tierra,
esta tierra bárbara, regada con la sangre de tantos argentinos. Esta quebrada por la que veinticinco años atrás subió Belgrano con sus soldaditos improvisados, generalito improvisado, frágil como una niña, con la sola fuerza de su ánimo y de su terror, teniendo que enfrentar las fuerzas aguerridas de España por una patria que todavía no sabíamos claramente qué era, que todavía hoy no sabemos qué es, hasta dónde se extiende, a quién pertenece de verdad: si a Rosas, si a nosotros, si a todos juntos o a nadie. Sí, sargento Sosa: sos esta tierra, esta quebrada milenaria, esta soledad americana, esta desesperación anónima que nos atormenta en medio de este caos, en esta lucha entre hermanos.”
(Pedernera da orden de montar. Ya se oyen peligrosamente cerca los
disparos en la retaguardia, se ha perdido demasiado tiempo. Y dice a sus compañeros “Si tenemos suerte, en cuatro días alcanzamos la frontera”. Eso es, treinta y cinco leguas que pueden cubrirse en cuatro días de desesperado galope. “Si Dios nos acompaña”, agrega. Y los fugitivos desaparecen en medio del polvo, bajo el sol intenso de la quebrada, mientras detrás otros camaradas mueren por ellos.)
Galopan furiosamente hacia la frontera, porque el coronel Pedernera ha dicho: “Esta misma noche debemos estar en tierra boliviana”. Detrás se oyen los disparos de la retaguardia. Y aquellos hombres piensan cuántos camaradas y quienes de los que cubren aquella huida de siete días habrán sido alcanzados por la gente de Oribe. Hasta que en medio de la noche atraviesan la frontera y pueden derrumbarse y por fin descansar y dormir en paz. Una paz sin embargo, tan desolada como la que reina en un mundo muerto, en un territorio arrasado por la calamidad, recorrido por silenciosos, lúgubres y hambrientos caranchos. Y cuando a la mañana siguiente Pedernera da orden de montar y de reiniciar la marcha hacia Potosí, aquellos hombres montan a caballo pero permanecen largo tiempo mirando hacia el sur.
Todos (también el coronel Pedernera), ciento setenta y cinco rostros, pensativos y taciturnos hombres y también una mujer, mirando hacia el sur, hacia la tierra que se conoce con el
nombre de Provincias Unidas (¡Unidas!) del Sur, hacia la región del mundo en que esos hombres han nacido, y donde quedan sus hijos, sus hermanos, sus mujeres, sus madres. ¿Para siempre?
Todos miran hacia el sur. También el sargento Aparicio Sosa, con su
tachito con aquel corazón apretado contra su pecho, mira hacia allá.
Y también el alférez Celedonio Olmos, que a la edad de diecisiete años se unió a la Legión, junto a su padre y a su hermano, ahora muertos en
Quebracho Herrado, para combatir por ideas que se escriben con mayúsculas; palabras que luego van borroneándose y cuyas mayúsculas, antiguas y relucientes torres, se han ido desmoronando por la acción de los años y los hombres. Hasta que el coronel Pedernera comprende que ya basta, y da la orden de marcha y todos tiran de sus riendas y hacen volver sus cabalgaduras hacia el norte.
Ya se alejan en medio del polvo, en la soledad mineral en aquella desolada región planetaria. Y pronto no se distinguirán, polvo entre el polvo. Ya nada queda en la quebrada de aquella Legión, de aquellos míseros restos de la Legión: el eco de sus caballadas se ha apagado; la tierra que desprendieron en su furioso galope ha vuelto a su seno lenta pero inexorablemente; la carne de Lavalle ha sido arrastrada hacia el sur por las aguas de un río (¿para convertirse en árbol, en planta, en perfume?). Sólo permanecerá el recuerdo brumoso cada día más impreciso de aquella Legión fantasma. “En las noches de luna
—
cuenta un viejo indio
—
yo también los he visto. Se oyen primero las nazarenas y el relincho de un caballo. Luego aparece, es un caballo muy brioso lo muenta el general, un blanco como la nieve (así ve el indio al caballo del general). Él lleva un gran sable de caballería y un morrión alto, de granadero”. (¡Pobre indio, si el general era un rotoso paisano, con un chambergo de paja sucia y un poncho que ya había olvidado el color simbólico! ¡Si aquel desdichado no tenía ni uniforme de granadero ni morrión, ni nada! ¡Si era un miserable entre miserables!) Pero es como un sueño: un momento más y en seguida desaparece en la sombra de la noche, cruzando el río hacia los cerros del poniente...”
Te dejo un beso inmenso mi amiga y perdón a todos por lo extenso del comentario
HologramaBlanco
Edgardo:
Gracias por los elogios.
Mirá, tengo muy claro que la arquitectura lujosa se debe a que la plata no sólo era la de la tacita, de ahí que haga referencia a que nosotros (la Banda Oriental) siempre fuimos los parientes pobres.
Con respecto a la fe y a la devoción, en Uruguay nada se compara con esto; sí hay muestras "visibles" en fechas y lugares particulares, como la procesión de San Cono en Florida, por poner un caso, o la de la Virgen del Verdún en Lavalleja, pero no se da nada ni remotamente parecido en el día a día.
Lo de que no haya nadie a la hora de la siesta, será en verano; te aseguro que probé ir por la tarde, y también estaba lleno!
Que lindo relato, mi estimada andal.
No tengo mas que decir esta vez, solo que cada vez mas me convences de conocer ese lugar.
Qué lindo visitar San Salvador de Jujuy con tu relato. Y las fotos, hermosas.
No digo lo mismo de Lavalle que era un tipo de inteligencia muy limitada. Un títere de la oligarquía unitaria, traidor que participó de las matanzas de los charrúas junto a los Rivera y "comandó" las batallas que más muertos causaron en nuestro historia, Quebracho Herrado entre ellas, donde murieron doce mil! criollos a los que mandó a la muerte por no entregarse derrotado.
Detaquito:
Gracias, querido. De verdad vale la pena; el lugar es maravilloso, y la gente que lo habita, aún más.
Fernando:
¡Viva la Santa Federación! ¡Mueran los salvajes Unitarios! Jijiji, mi intención no es tomar partido por Lavalle ni por ninguno de los encantadores caballeros que anduvieron cometiendo fratricidios por nuestras tierras, sino simplemente reflejar lo que me impactó la historia de su muerte y toda la "novela" que se armó después.
Y qué querés que te diga, pa' mí la Damasita se cobró un par de cuentas que le debía el Juan...
Andrea, buenísimo este nuevo capítulo de tus andanzas por el norte de Argentina. La historia de Lavalle me ha dejado alucinada, pero, sin duda alguna, lo mejor ha sido tu (muy necesaria) invocación al CSI Jujuy...;-))
María
PD: Aún sigo evitando la foto de las empanadas del posteo anterior. Me incita a acercarme a la nevera una y otra vez.
Las calles y plazas con naranjos son las más lindas de todas, hay en Sevilla, pero también se encuentran en Bernal, una parte un poco más arreglada del sur del conurbano, y que los puedo ver cuando voy al trabajo; y en la ciudad de Bs As los vi en Ravignani entre Santa Fe y L. M Campos, se forma una especie de pasaje de veredas angostas y casas bajas muy coloridas. ¡Pero los más lindos son los de Jujuy!
Cielo arriba de Jujuy, camino a la puna (me voy a cantar), están las termas de Reyes, las de la cantora de Yala. Fue mi primer encuentro con una quebrada, y rutas estrechas rodeando las montañas. Hay unas piletas municipales, muy económicas de aguas termales y unos cuantos metros más arriba un hotel reciclado a todo trapo, eso parece estar perdido en el silencio absoluto de las montañas. Es increíble. Suerte de tener un amigo que adoptó Jujuy como su lugar en el mundo.
Impresionante Sabato, siempre bienvenido.
No entendí lo de la mina, ¿también murió junto con Lavalle?.
¡Qué deplorablemente nos han enseñado nuestra historia en nuestra juventud!. No sólo con impericia técnica sino con intencionalidad política. No sé si en Argentina habrá pasado lo mismo.
Interesantísima crónica. La verdad, la ciudad luce bellísima.
Con respecto a lo de la iglesia, una de las cosas que me gustan de Uruguay son su laicidad... la gratuidad me deja dudas (IVA 22%), y la obligatoriedad te la regalo :P
Pero sí, me alegro de vivir en el país menos religioso de Sudamérica.
Muy interesante el relato "descarnado". Esas historias truculentas le dan un cierto color (rojo?), un aire casi fantástico.
Como siempre, un gusto leerte =)
Andrea:
no sé si voy a ir al Norte argentino, porque vos lo contás tan lindo, pero tan lindo que temo decepcionarme.Además, es como si ya hubiera ido.
Cuando fui a Bahía, me había leído la guía escrita por Jorge Amado. Desastre!Soñé previamente,tanto con el libro y con la poética visión de Amado, que me pasé, allá, esperando emocionarme de la misma manera.
Todavía no he resuelto el problema de si es mejor viajar sin saber nada o teniendo todo estudiado para aprovechar mejor el viaje.
¿continúa?
María:
Es que la historia de la muerte de Lavalle es realmente alucinante! Cuando estuve en el Museo, y vi la puera enoooorme con el orificio por el que se supone que pasó la bala, y las hipótesis con respecto a su muerte, no pude dejar de pensar en CSI, sus rayos láser y sus muñecos de prueba!
No te apartes, que ya vienen más empanadas!
Cr:
Ay, qué bueno, no sabía que había naranjos en algunas calles de Buenos Aires! De verdad que le ponen una nota de color y calidez al invierno.
En algunos pueblos de la Quebrada de Humahuaca me encontré con diversas personas que abandonaron el mundanal ruido y se fueron a vivir allí... no es mala idea, claro que no.
Alvaro:
Sábato es un grande, sin dudas, y Falú otro.
No, Damasita se fue vivita y coleando siguiendo los restos de su amante, y logró pasar la frontera. Su vida siguió por otros caminos luego (no la tuvo fácil ni antes ni después, claro).
El tema es que vos y yo hicimos el liceo durante la dictadura, por lo que de historia de estos lares aprendimos muy poco y mal.
Martín:
Ah, la laicidad es de las cosas que más me gustan de nuestro país, tal vez sea por nuestro desapego a la religión que me llama tanto la atención cuando voy a otros lugares... Ver a un señor grande de traje y portafolios rezando arrodillado frente a una imagen de la Virgen, o gente de toda edad y condición haciendo cola para confesarse es algo que en Montevideo no vemos todos los días.
El relato "descarnado" tuvo que ocurrir tal cual, porque no hay escritor con tanta imaginación!
Marple:
Si podés ir, no te lo pierdas! No hay relato que refleje ni remotamente la magnificencia del paisaje...
Con respecto a Salvador de Bahía, a mí me pasó algo similar... Fui hace más de 10 años, y creo que aún no he podido superar el desencanto... (¡Por no mencionar los olores!!!)
Continuará, claro, o te creías que te ibas a salvar del resto del viaje?
Confieso que no se me pasó nunca visitar Jujuy... hasta leer tu exquisita crónica. Gracias por compartir tu aguda y amena mirada.
Juan:
Ah, es que en Jujuy se encuentra uno de los lugares de mayor belleza e interés histórico y antropológico, ya hasta te diría musical: la Quebrada de Humahuaca. ¡No te pierdas los próximos capítulos!
Gracias por darme tan bellas imágenes de mi país, ese que todavía no conozco.
Gracias por darme tan bellas imágenes de mi país, ese que todavía no conozco.
María Castaña:
Nada que agradecer; es un placer siempre recorrer tu país y conocer su gente maravillosa.
Divinas las fotos,los lugares y el relato.Besos
Andrea, gracias por la ilustración de Quiroga. Está maravillosa!!!! Me quedé con la segunda. Me gustó más, pero las dos están buenas.
No vas a poder creer qué chico es el mundo o qué famosa que estás. Ayer me trajeron las invitaciones para una fiesta casi privada en Canelón Chico(hay que pagar)en la Noche de la Nostalgia . Tiene impreso tu dibujo de la opción1 en aquel post que escribiste en el 2008 acerca de esa Noche.
Es increíble cómo se quedan grabadas las imágenes, reconocí tu dibujo en el acto. Hoy busqué el post y lo corroboré, es la misma.
Probe a escribir "Noche de la Nostalgia" en el google imágenes y tu dibujo aparece allí,de donde seguramente lo tomaron.
Flaca:
¡Gracias!
Pues sí, no sólo me estoy haciendo famosa... me estoy haciendo rica, viviendo de los derechos de autor, echada pa'atrás!
Ro:
¡Y no sabés lo maravillosa que está la que tengo en la cabeza! Lástima que cuando agarré el lápiz me salió otra cosa, jijiji!
"Había una vez una vaca,
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era tan vieja, tan vieja
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela,
un dìa quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos..."
Sos una fabulosa cronista, Andre! Y te agradezco de cuore, no sólo las fotos, sobre todo las imágenes que creaste con tus palabras.
Precioso Artículo sobre un lugar maravilloso de mi país.
Abrazotazo Amiga!
Susana:
Spoiler! ¡Adelantaste datos esenciales para la próxima entrega! Oh my dog!
Y bué, esperemos que nadie más se de cuenta y asocie la vaca con la quebrada de Humahuaca!!!
Gracias por los elogios, querida; siempre es un placer recorrer tu país.
"Al visitar las iglesias, siempre me encontré con mucha gente haciendo cola para confesarse"... ¡esa ciudad es Gomorra!
Excelentes fotos como siempre, ahora estamos a la espera de la Quebrada (creepy)
P.D.: ¿Dónde está la foto del Horatio Caine jujeño? ;)
Peter:
¡Jaja, estás con toda la chispa... no vayas a provocar un incendio!
No estaba Horatio, nos atendió Calleigh Duquesne.
;-)
Ah... parece que en la Cumbre del Mercosur decidieron enyesar la quebrada!
Calleigh Duquesne es un crimen con patas... ahora entiendo porqué tantas colas en los confesionarios.
Peter:
¡¡¡Llamate al orden, que con noches como éstas no está para dormir afuera!!!
Es verdad, si se comparan las ciudades con Buenos Aires seguramente parezcan pequeñas, pero al comparalo con Uruguay parecen muy grandes y llenas de gente. Cuando viajé a Jujuy me quedé en los hoteles en tilcara y vi que estaban muy bien decorados y eran hoteles de lujo, las ciudades pequeñas no tendrían eso. Yo creo que está creciendo y cada vez va a ser un centro turístico más grande.
Saludos
Meli
Melanie:
¡Bienvenida! Sí, se está transformando en una atracción turística -más que merecidamente-, pero más allá de eso, se nota el cuidado y el cariño de la gente por su lugar.
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