Los vendedores ambulantes (ambulantes)
El término “ambulante” se define como “Que va de un lugar a otro sin tener asiento fijo”; sin embargo, el Diccionario de la Real Academia se toma la molestia de aclarar que en Uruguay ambulante designa a una “Persona que vende en la calle, sea caminando de un sitio a otro o en un puesto fijo en la vía pública”, así que en este capítulo de la Guía intentaré abordar el tema de los vendedores ambulantes que son ambulantes y en un próximo capítulo, el de los vendedores ambulantes que no lo son, no sé si me explico.
La cuestión es que los vendedores ambulantes son todo un tema. Por supuesto que no son un invento uruguayo, como sí lo es el S.U.N., ese cuchufletito que se usa para calentar el agua del termo, porque sólo un uruguayo podría inventar semejante artefacto, y ponerle de nombre “Soy Una Novedad”, pero muy probablemente los vendedores ambulantes uruguayos tengan sus rasgos distintivos. Bueno, los de Myanmar tendrán sus particularidades, no digo que no, pero no tengo elementos de juicio al respecto.
Hace unos meses atrás, en abril concretamente, publiqué el Capítulo IV de esta mismísima guía que estás leyendo, estimado lector, en el cual abordé el espinoso asunto del transporte colectivo capitalino. En uno de sus párrafos decía (y me cito a mí misma, en un ataque de egocentrismo): “...Lo más habitual desde que se inventó el transporte colectivo es el ascenso de vendedores ambulantes, que suben y recitan el consabido “Respetables damas y caballeros que hacen uso de este medio de transporte colectivo, tengan todos ustedes muy pero muy buenas tardes. Con el permiso del señor guarda y del señor conductor...” y allí comienza a ofrecer su producto: golosinas, medias, lapiceras, repasadores, linternas, pilas, breteles de silicona, pañuelos descartables, revistas, quitamanchas, horóscopos, tarjetas postales y mil cosas más. Todo es “...una oferta imperdible, por decomiso de aduana y a fin de que llegue a todos los pasajeros...”, y ni qué decir que el producto “...no puede faltar en la cartera de la dama ni en el bolsillo del caballero...”.”
Como en todo, hay modas; en una época se usaba vender quitamanchas: el vendedor subía con una camisa de color claro, se la rayaba con bolígrafo, se la manchaba con yodo y con no sé cuánta cosa más, y después se cepillaba las manchas con el asombroso quitamanchas y la camisa le quedaba limpita; luego vino la moda de vender cigarrillos del free-shop, conseguidos andá a saber en qué negociados, que no seré yo quien dude la la integridad moral de los funcionarios de la Aduana, por favor; siguieron las linternas halógenas, o como les pasó a unos compañeros del IPA que en un COPSA subió un vendedor a ofrecer linternas erógenas, que al día de hoy no entiendo cómo no compraron al menos una, a ver qué tal. Después aparecieron las cadenitas con la medalla de la Virgen, realizadas en un metal que había sufrido no sé qué proceso de robespierrización que lo volvía incorruptible; llegamos a la época de los hare krishna y sus sahumerios y recetarios de cocina vegetariana, para pasar después a los vendedores de pastillas “Icekiss” (pronúnciese “icequís”) baratísimas y con sabores imposibles, como por ejemplo, melón, y ahora estamos con los caramelos de gelatina, tres paquetes por 10, después de haber pasado por las medias de algodón.
Párrafo aparte merece aquel vendedor (era uno sólo, engominado y de bigotito) que subía a vender poemas humorísticos, o al menos así los anunciaba él, gritando a voz en cuello “¡Bárbaro, sssensssacional...!!!” y recitando fragmentos de los poemas, que según decía, eran de autoría de “El Gauchito del Talud”.1
Otra especie diferente es la constituida por los vendedores puerta a puerta, costumbre originada probablemente en el Paleolítico, en donde habría más de uno que iría ofreciendo fuego, caninos de tigres dientes de sable, o filetes de mamut, de una cueva a otra. Hasta hace no tantos años venían periódicamente unos tipos con unos bolsos enormes que dejaban en tu casa por un rato, para que pudieras elegir con calma palillos, vasos de plástico, bolas de naftalina, jarras, palanganas, perchas y no sé cuánta cosa más. Por supuesto que en la actualidad eso resulta impensable, porque algún amigo de lo ajeno se quedaría hasta con el propio vendedor. Las gitanas pasaban cada tanto, también, vendiendo sartenes, pero imagino que en la actualidad las gitanas venderán sartenes de teflón en el shopping center, porque todo cambia. Hoy en día puerta a puerta se venden curitas, trapos de piso, limones, sahumerios, perfumes de dudosa calidad y flores de pajarito, que tuvieron la precaución de afanarte la noche anterior de tu propio jardín y de los jardines de los vecinos.
Los vendedores callejeros que pregonaban sus productos, pasaron de moda; mi infancia estuvo llena de maniceros, vendedores de panchos (yo vivía en la calle General Hornos y jamás volví a comer panchos tan ricos como los que vendía el señor que pasaba de tardecita, que seguramente nunca en sus años de actividad profesional cambió el agua del tanque, de ahí que los “franfrutes” fueran deliciosos) y por supuesto, el mejor de todos, el heladero, con su conservadora de espumaplasta al hombro y su pregón “Palito, vasito, copita, sánguche, bombón, heladoooooooooooooooooooo!” (¡Qué ricos que eran los helados Smak, la puta madre! La tapa de la copita servía de pie a la misma, y había uno que era un globo terráqueo, con paralelos, meridianos y todo). En el rubro limpieza estaban el vendedor de plumeros y el escobero, que gritaba algo así como “¡Estarrajalescuá!”, que claramente significaba “están rebajadas las escobas”, como cualquiera se daba cuenta.
En los parques aún se encuentran los vendedores de manzanas acarameladas, algodón de azúcar, churros y pororó (ahora devenido en pop, “¡Al pó acaramelado, al pó!”), con sus carritos fileteados y de colores brillantes, o sus cajones colgados al hombro, aumentando el nivel de glucemia de chicos y grandes. En los estadios y canchas de fútbol, son tradicionales el cafetero, el cocacolero, al vendedor de pop y el de papitas chips. Antes también vendían cigarrillos, pero desde la tabarevazquización2 de los espacios públicos, ya no venden más.
Queda hecha la promesa de abordar el tema de los vendedores ambulantes “fijos” en un próximo capítulo; tal vez la cumpla, tal vez no, ya veremos.
Y con esto termina el decimoséptimo capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.
1 Carlos Modernell, humorista, poeta, letrista, hombre estrechamente vinculado al carnaval y a otras expresiones de la cultura popular uruguaya
2 Alusión al Señor Presidente, Dr. Tabaré Vázquez, y su campaña contra el tabaquismo. Decreto Nº 40/006
El término “ambulante” se define como “Que va de un lugar a otro sin tener asiento fijo”; sin embargo, el Diccionario de la Real Academia se toma la molestia de aclarar que en Uruguay ambulante designa a una “Persona que vende en la calle, sea caminando de un sitio a otro o en un puesto fijo en la vía pública”, así que en este capítulo de la Guía intentaré abordar el tema de los vendedores ambulantes que son ambulantes y en un próximo capítulo, el de los vendedores ambulantes que no lo son, no sé si me explico.
La cuestión es que los vendedores ambulantes son todo un tema. Por supuesto que no son un invento uruguayo, como sí lo es el S.U.N., ese cuchufletito que se usa para calentar el agua del termo, porque sólo un uruguayo podría inventar semejante artefacto, y ponerle de nombre “Soy Una Novedad”, pero muy probablemente los vendedores ambulantes uruguayos tengan sus rasgos distintivos. Bueno, los de Myanmar tendrán sus particularidades, no digo que no, pero no tengo elementos de juicio al respecto.
Hace unos meses atrás, en abril concretamente, publiqué el Capítulo IV de esta mismísima guía que estás leyendo, estimado lector, en el cual abordé el espinoso asunto del transporte colectivo capitalino. En uno de sus párrafos decía (y me cito a mí misma, en un ataque de egocentrismo): “...Lo más habitual desde que se inventó el transporte colectivo es el ascenso de vendedores ambulantes, que suben y recitan el consabido “Respetables damas y caballeros que hacen uso de este medio de transporte colectivo, tengan todos ustedes muy pero muy buenas tardes. Con el permiso del señor guarda y del señor conductor...” y allí comienza a ofrecer su producto: golosinas, medias, lapiceras, repasadores, linternas, pilas, breteles de silicona, pañuelos descartables, revistas, quitamanchas, horóscopos, tarjetas postales y mil cosas más. Todo es “...una oferta imperdible, por decomiso de aduana y a fin de que llegue a todos los pasajeros...”, y ni qué decir que el producto “...no puede faltar en la cartera de la dama ni en el bolsillo del caballero...”.”
Como en todo, hay modas; en una época se usaba vender quitamanchas: el vendedor subía con una camisa de color claro, se la rayaba con bolígrafo, se la manchaba con yodo y con no sé cuánta cosa más, y después se cepillaba las manchas con el asombroso quitamanchas y la camisa le quedaba limpita; luego vino la moda de vender cigarrillos del free-shop, conseguidos andá a saber en qué negociados, que no seré yo quien dude la la integridad moral de los funcionarios de la Aduana, por favor; siguieron las linternas halógenas, o como les pasó a unos compañeros del IPA que en un COPSA subió un vendedor a ofrecer linternas erógenas, que al día de hoy no entiendo cómo no compraron al menos una, a ver qué tal. Después aparecieron las cadenitas con la medalla de la Virgen, realizadas en un metal que había sufrido no sé qué proceso de robespierrización que lo volvía incorruptible; llegamos a la época de los hare krishna y sus sahumerios y recetarios de cocina vegetariana, para pasar después a los vendedores de pastillas “Icekiss” (pronúnciese “icequís”) baratísimas y con sabores imposibles, como por ejemplo, melón, y ahora estamos con los caramelos de gelatina, tres paquetes por 10, después de haber pasado por las medias de algodón.
Párrafo aparte merece aquel vendedor (era uno sólo, engominado y de bigotito) que subía a vender poemas humorísticos, o al menos así los anunciaba él, gritando a voz en cuello “¡Bárbaro, sssensssacional...!!!” y recitando fragmentos de los poemas, que según decía, eran de autoría de “El Gauchito del Talud”.1
Otra especie diferente es la constituida por los vendedores puerta a puerta, costumbre originada probablemente en el Paleolítico, en donde habría más de uno que iría ofreciendo fuego, caninos de tigres dientes de sable, o filetes de mamut, de una cueva a otra. Hasta hace no tantos años venían periódicamente unos tipos con unos bolsos enormes que dejaban en tu casa por un rato, para que pudieras elegir con calma palillos, vasos de plástico, bolas de naftalina, jarras, palanganas, perchas y no sé cuánta cosa más. Por supuesto que en la actualidad eso resulta impensable, porque algún amigo de lo ajeno se quedaría hasta con el propio vendedor. Las gitanas pasaban cada tanto, también, vendiendo sartenes, pero imagino que en la actualidad las gitanas venderán sartenes de teflón en el shopping center, porque todo cambia. Hoy en día puerta a puerta se venden curitas, trapos de piso, limones, sahumerios, perfumes de dudosa calidad y flores de pajarito, que tuvieron la precaución de afanarte la noche anterior de tu propio jardín y de los jardines de los vecinos.
Los vendedores callejeros que pregonaban sus productos, pasaron de moda; mi infancia estuvo llena de maniceros, vendedores de panchos (yo vivía en la calle General Hornos y jamás volví a comer panchos tan ricos como los que vendía el señor que pasaba de tardecita, que seguramente nunca en sus años de actividad profesional cambió el agua del tanque, de ahí que los “franfrutes” fueran deliciosos) y por supuesto, el mejor de todos, el heladero, con su conservadora de espumaplasta al hombro y su pregón “Palito, vasito, copita, sánguche, bombón, heladoooooooooooooooooooo!” (¡Qué ricos que eran los helados Smak, la puta madre! La tapa de la copita servía de pie a la misma, y había uno que era un globo terráqueo, con paralelos, meridianos y todo). En el rubro limpieza estaban el vendedor de plumeros y el escobero, que gritaba algo así como “¡Estarrajalescuá!”, que claramente significaba “están rebajadas las escobas”, como cualquiera se daba cuenta.
En los parques aún se encuentran los vendedores de manzanas acarameladas, algodón de azúcar, churros y pororó (ahora devenido en pop, “¡Al pó acaramelado, al pó!”), con sus carritos fileteados y de colores brillantes, o sus cajones colgados al hombro, aumentando el nivel de glucemia de chicos y grandes. En los estadios y canchas de fútbol, son tradicionales el cafetero, el cocacolero, al vendedor de pop y el de papitas chips. Antes también vendían cigarrillos, pero desde la tabarevazquización2 de los espacios públicos, ya no venden más.
Queda hecha la promesa de abordar el tema de los vendedores ambulantes “fijos” en un próximo capítulo; tal vez la cumpla, tal vez no, ya veremos.
Y con esto termina el decimoséptimo capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.
1 Carlos Modernell, humorista, poeta, letrista, hombre estrechamente vinculado al carnaval y a otras expresiones de la cultura popular uruguaya
2 Alusión al Señor Presidente, Dr. Tabaré Vázquez, y su campaña contra el tabaquismo. Decreto Nº 40/006
31 comentarios:
Hola, aquí estoy, empezando a leer este último post. Acá son las 7.18 y quise ser el primero en escribir, aún antes de leer.
Saludos.
Vuelvo a comentar lo leído con mas calma
Muy interesante. En México es o fue muy parecido, sobre todo en el rubro vendedores callejeros. Había afiladores ( de cuchillos y tijeras). Había un señor, como gitano que paseaba por toda la ciudad, que era enorme, con un oso encadenado y al que hacía bailar al son de un pandero... No vendía nada, pero era parte, un poco de aquel folclor. Actualmente se han concentrado todos los vendedores, con eso de la invasión de productos chinos, en los vagones del Metro (come el subte de argentina).
Om saludo nuevamentee
Pd al artículo anterior, el de hacer vereda esta muy bueno.
Roberto: aún queda algún que otro afilador en Montevideo... Generalmente es un viejito, que va con su bicicleta en la que tiene instalada la piedra de afilar que acciona con los pedales, y que anuncia su llegada con un silbato o una siringa que emite un sonido muy particular...
Gracias por sentarte en mi vereda tan tempranito!
Vendedores ambulantes… “vendedores” si, “ambulantes” también, pero lo mas destacados de estos seres es su capacidad para decir y vender cosas, tienen una labia (retorica, carisma) que dan que envidiar, una “cara de piedra” que sorprenden y unos productos de tan baja calidad que apenas si a uno le duran un mes. Siempre están, aunque no lo veamos, aunque creamos que desaparecieron, son parte de los medios masivos de transporte, su horario es todo el día, pero más aun en las horas pico donde el tráfico de personas que van y vienen aumentan a niveles inconmensurables. En Buenos Aires, ahora están los vendedores que son chicos que en su mayoría están en “una granja de rehabilitación”, sin poderlo confirmar nunca, claro está, y que venden bandejitas de comida, más precisamente, pepas, alfajorcitos de maicena, palmeritas, magdalenas y que las hacen ellos mismos en la panadería de la granja. Estos han crecido mucho últimamente, y lo ves cargando un gran canasto con estas bandejitas.
Como siempre, muy preciso el informe, ya quedan pocas cosas por conocer y al día de hoy te digo, cuantas cosas parecidas tenemos ustedes y nosotros, o mis amigos del otro lado del charco con estos pocos humildes ciudadanos de este lado de la orilla.
Te dejo un fuerte abrazo.
HologramaBlanco
Súper interesante. No tenía idea que en la RAE nos tenían en cuenta respecto a lo de "ambulantes".
Hace tiempo que no voy al estadio, cuando era chico iba medio seguido con mi padre, y los cantos de "al pó, acaramelado el pó", "café, café" y "a las papas, las papas" (el de la coca-cola, no lo tengo ni que mencionar, era el que me emocionaba) eran parte de la experiencia.
Desde que soy chico, el pop ha sido siempre pop. Hoy en día sabés si alguien es del interior o de Argentina, porque para unos es "pororó" y para otros "pochoclo", mientras que nosotros nos ahorramos un par de sílabas de esfuerzo...
Muy bueno el informe, como siempre.
Besos.
P.D.: yo quiero una linterna erógena...
Edgardo: totalmente de acuerdo contigo en cuanto a la retórica de los vendedores ambulantes. Los que suben a los ómnibus a veces están varios minutos explicando las virtudes del producto (como ocurría con el del quitamanchas, o el del libro de las plantas medicinales).
Los chicos en rehabilitación suben a pedir, no a vender... como tanta otra gente, que hacen de la caridad su modo de vida.
Martín: cuando yo era chica, los vendedores pregonaban el "pó" acaramelado, pero al producto le decíamos pororó; hoy es pop para todo el mundo (probá decir la palabra "pororó" a un niño o un adolescente, y no sabrán de qué les estás hablando).
Siempre me quedé pensando en los múltiples usos de la linterna erógena... ;-)
Me ha encantado recordar a esos vendedores ambulantes, con esa gracia especial a la hora de anunciar sus productos. Y por supuesto me ha encantado recordar la figura del afilador con esa música de su armónica, imposible de olvidar. Todavía quedan algunos para deleite de mis oídos.
Siempre es preferible esos vendedores ambulantes que al menos llevan algo que ofrecer.
Muy interesante tu crónica. Muy interesante haber puesto tu mirada sobre estos personajes. Esperaremos a los ambulantes fijos.
Saludos
Media luna: me alegra que la crónica te haya despertado buenos recuerdos!!!
¿De qué sabor el helado? Vainilla, chocolate, frutilla...
Andre, por aquí si suben a vender esas bandejitas de galletitas, palmeritas, etc., como te explique, es una nueva forma que tienen de juntar plata para el centro de rehabilitación. Y si, es triste igual su realidad, y la de millones de otros chicos que como ellos pasan por un problema serio, que casi nunca nadie sabe como tratar. Y es verdad también que hay mucho otros que viven de la caridad y hacen de ella su modo de vida y ahí se quedan, una pena.
Un abrazo.
Hologramablanco
Edgardo: y es más terrible aún cuando se trata de niños... Suben a los ómnibus a cantar o a repartir tarjetitas por unas monedas, y ésa es la vida que conocen, con todos los peligros, además, que acarrea la calle.
Aquí se está comenzando un trabajo con esos nenes, para que conozcan que hay una vida más allá de las monedas que les da la gente.
"Al maíz acaramelado al pó al pó!!"
Que te parió Andrea, cuantos recuerdos. Especialmente de los ambulantes casi extinguidos.
Yo me había olvidado de los que te dejaban el bolso por un rato y después lo venían a retirar. También recuerdo unas señoras con fuerte acento andaluz que vendían puerta a puerta mantones de Manila "legítimos" y al otro día te dabas cuenta de que eran de tejido sintético y decían "Made in China". ¿Te acordás de la crema del Smack que parecía chantilly?
¿Y los judiós que vendían puerta a puerta a crédito y que no sé cómo sobrevivían a la inevitable morosidad? Llevaban todo anotado con lápiz de tinta en una libretita mugrosa y esa era toda su garantía.
En mis tiempos también había "barquilleros", que llevaban los barquillos en unos tanques cilíndricos en cuya tapa había como una ruleta que luego de comprar te permitía probar suerte y ganarte algún barquillo más. Los barquilleros tocaban un triángulo, de esos de los de orquesta, para anunciarse.
Y vendedores de gallinas vivas, que llevaban a las pobres coloradas y batarazas atadas de las patas y con la cabeza colgando para abajo. Y aveces, mirá lo que te digo, vendedores de corderos en pie, con el corderito atado a una cuerdita mordisqueando el pasto de las veredas, porque en las veredas había pasto. No, si uno no se cocina ni en olla a presión...
De lo que me doy cuenta estando en estas tierras lejanas de latinoamerica es que... en realidad casi casi somos iguales - o sea los latinos- por q mira q aca como que el frío les congela la risa y la cosa jocosa y ocurrente...en fin que el tema de los ambulantes es un tema jaja!
Santi: no te hacés una idea lo que me costó escribir esto...! Resulta que mi idea era escribir sobre los vendedores de los puestos de la calle, y comencé con una introducción, que derivó no sé cómo en los vendedores ambulantes de mi infancia, y aquello quedó convertido en una crónica cuasi lacrimógena que reíte de "la noche de la nostalgia"!!!
El manicero con los cucuruchos de papel de diario, las tortugas de jamón y queso de la playa Pocitos, el barquillero del Prado...
¿Probaste a remojarte con leche toda la noche antes de meterte en la olla...? Jijiji!!!
Marxella: ¿Será para tanto el frío? Hmmm... me suena más a nostalgia que a sensación térmica!
Voy a tener que ir a México a comprobar qué tal son los vendedores ambulantes de allá, a ver si es cierto que nos parecemos... Investigación de campo! ;-)
¡¡¡Pah!!!...¡cuántos recuerdos!... De esos que andaban por el barrio, como el escobero, el que dejaba el bolso,las gitanas, el que vendía las gallinas vivas como bien recordó el Santi, no quedan más. No sé si porque elmiedo alos chorros ha acabado con ellos o si porque ellosacabaron trabajando de chorros.
Mi madre durante años, con tienda y sin tienda, vendió así como también dice Santi, con una libretita en donde apuntaba lo que le debían y lo que le pagaban. Practicamente nunca la clavaban, era una época en donde la palabra valía más que cualquier firma.
Ya no quedan ni maniceros. ¡Qué nostalgias!
Te admiro Andrea. Tenés una forma de mostrar las cosas que conozco para que resulten realmente importantes que me asombra. Gracias por eso.
¡Qué compendio más gráfico!, me encantó, bien uruguayo o montevideano.
El cantito "Con el permiso del señor..." a esta altura es un mantra pregonado para que el Dios de los vendedores ambulantes los bendiga.
El famoso "Didi-seven" quitamanchas era lo más... cuando sacaban grasa de la puerta del bondi y se lo pasaban por la camisa y luego le pedian prestada la lapicera al guarda y se rayaban todo, ¡qué lindo espectáculo! y luego el acto mágico: Didi-seven + cepillo de dientes y cha, chaaaaan, desaparecen las manchas.
Otro desaparecido era el veterano con pinta de arrabalero que vendía las revistas Burda, todo un personaje.
También había un viejito con labia que vendía naipes y pregonaba: "Como es de público conocimiento, toda mercadería que ingresa ilegalmente al país, es decomizada por la Dirección General de Aduanas y vendida en un remate público al mejor postor, en esta oportunidad y para que llegue a manos de todos les traigo..."
¡Un fenómeno el viejito!
Hoy todo eso es parte del pasado y ahora sube cada engendro que dan ganas de borrarlos con Didi-seven.
Bien ahi!! una vez mas.
Si vamos a acordarnos, bien recuerdo al lechero con su carro de caballos en Bs As y al verdulero, tambien con caballo pero por aca, cuando yo era chico, y como olvidar al aguatero en Jose Ignacio hace 40 años!!!!!
Pregunta: los que lavan los vidrios en los semaforos pueden contar como vendedores de limpieza de vidrio?????
Jajaja..cuando quieras mi querida Andre! cuando regrese a México te espero con los brazos abiertos que te lo he dicho ya! y claro que aprovechamos y te doy el tour para q conozcas a los ambulantes...muak
Flaca: en mi barrio, los comercios chicos todavía usan la libreta... aunque te parezca mentira!
Juan: ¡Gracias por los elogios! Tampoco es para tanto, che. Soy capaz de esmerarme con tal de zafar a la corrección de la pila de deberes que tengo sobre el escritorio.
Peter: casulmente esta tarde subió al ómnibus un caramelero que volvió a "poner a la venta" las pastillas icekiss de chocolate con frutilla, melón y otros sabores igual de extraños, así que no pierdas la esperanza de que vuelva el didi-seven!
Eduardo: al lechero en carro no llegué, pero sí a la leche en botella de vidrio y con una tapita de papel metalizado.
Interesante cuestión la que planteás... ¿Los malabaristas, venden entretenimiento?
Marxella: dejame ahorrar un dinero (vendiendo caramelos en lo ómnibus) para poder ir a México!!! ;-)
Excelente, como siempre.
Y a pesar de todo, nos llenás de ganas de conocer Uruguay.
Cariños.
Fernando
Fernando: Y sin embargo, el Ministerio de Turismo se empeña en ignorarme!!!! ;-)
Hola, Andrea! Al fin tengo tiempo y al fin la compu anda potable; me había perdido del todo!
Lo más raro que vi vender en un ómnibus fueron absorbentes, si si, las mismas. Nadie le compró, medio obvio si se piensa...
No han desaparecido tantos vendedores como pensás; yo he visto casi todos los que nombrás, salvo las gitanas con los sartenes, eso sí que jamás!
Tu blog está muy bueno como siempre, seguiré leyendo para atrás ahora...
Besotes
Lara: ¡Qué bueno que apareciste!!!!
Me encantó lo de los absorbentes en el ómnibus... "Toallitas absorbentes CUTCSA: siempre vamos contigo"!!!
Es dificil la pregunta. Los que limpian si no les das no limpian, asi que es mas facil decir que venden, pero los malabaristas, malabarean, aunque despues no reciban nada. Eso es venta, o por ejemplo teatro a la gorra??
Eduardo: ¡Tenés razón...! Podría decirse que venden "parabrisas limpios", no?
"Directamente de sus importadores...esta oferta imperdible que pueden probar, revisar y verificar sinnn compromiso de compra. Enseguida estoy con usted, caballero...(señalando hacia quién sabe dónde)"
Muy linda! Y encima me gustó mucho ese toque de indefinición sobre lo que sigue o no sigue ("Yo antes era un poco inseguro, pero ahora, estoy en duda.")
¡Que siga!
Cariños
Fernando
Fernando: Pah, acá dicen más o menos lo mismo... ¿Harán algún posgrado??????
"Probando y comprobando,cantidad, calidad y buen sabor..."
¡HOla! Buen tema, enfoque que hace viajar en el tiempo. Muy bueno, Andrea...Allá me quedé, en la vereda de mi barrio, cuando llegaba el vendedor de fiambres en una camioneta y los vendía puerta a puerta porque todavía no había al menos en mi barrio, ninguna granja o fiambrería. También traía mermeladas, dulce de leche y galletitas...
Me voy para adentro a llevarle el jamón y el dulce de membrillo a mi mamá....¡Mamá!
Abrazo
Ro: andá y fijate si viene el señor que vende palillos para la ropa, que no sé qué pasa, que me están quedando poquísimos...
Seeeeeee, Uruguay es como mi casa!
Y los vendedores ambulantes (ambulantes)...como parientes, te diría!
Copadísima esta entrega de la Guía, Andre!
Besotazos Amiga Querida!
Susana: ¡Seguramente en Mendoza los ambulantes venden vino "patero"!!!
Jijiji!
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