domingo, 2 de noviembre de 2008

Guía práctica para conocer Uruguay – Episodio XVI

Costumbres uruguayas, 6ª parte: Haciendo vereda
Aparece octubre, viene el cambio de horario que hace que las 20 horas ya no puedan ser consideradas "las ocho de la noche" porque es pleno día y una tiene que andar con anteojos negros y filtro protector solar; el mercurio del termómetro alcanza y supera fácilmente los 20º C, y en las veredas montevideanas -y de las ciudades y pueblos del interior- pululan los ejemplares una especie de seres vivos que florece de octubre a marzo: el Homo veredensis.
Montevideo es una ciudad medianita, ni muy muy ni tan tan, con mucho barrio, salvo en determinadas zonas en las que hay edificios de oficinas y de apartamentos. Gran parte de la población vive en casas, cuyas puertas dan a la vereda, directamente o jardín mediante. Entonces, cada primavera, y cual hongos después de la lluvia, al caer la tarde, las veredas y los jardines se van poblando de vecinos. Se acomodan con sus sillas, generalmente plegables, concebidas originalmente para llevar a la playa, pero para el caso da igual una silla de plástico de esas que se guardan apiladas como platos, o una silla de comedor estilo Luis XV o Chippendale, que de todo se ha visto. En las ciudades del interior la costumbre tiene tal arraigo que es frecuente ver bancos de hormigón anclados en las veredas de las casas, cosa de evitar el andar acarreando sillas.
¿Y a qué salen a la vereda? Salen a tomar el fresco, a conversar con su pareja y con sus hijos, o a intercambiar opiniones con el vecino de al lado, que también habrá tenido la precaución de sacar su silla para hacer vereda durante un rato. Está aquel que sale solo, con la radio, o como mucho acompañado por su perro; están los veteranos que sacan el tablero de ajedrez y juegan durante horas, y para esto también valen las veredas del centro, que los he visto en plena hora pico en el medio del trajín jugando en 18 y Convención rodeados por un cerco de mirones, y están los que salen con toda la parafernalia propia de un campamento de no menos de 15 días: las sillas, la mesita –con mantel, claro está- el termo, el mate, las galletas, el pan, la manteca, el dulce de membrillo, el queso, el salame picado grueso, cuando no la pasta frola o los buñuelos de banana, los cubiertos y las servilletas, y por supuesto, el televisor, porque está bien que una tome el fresco y socialice con los vecinos, pero perderse un capítulo de “Paraíso Tropical” o la edición central de “Subrayado”, es algo imperdonable.
Es así –y que me disculpen Barrán, Caetano y Porzecanski
1- que lo privado se hace público, y la gente descansa, merienda, conversa de sus cosas y mira la tele como si estuviera en la intimidad de su hogar, pero en el espacio comunitario de la vereda, a la vista de todo el mundo y al alcance de los caños de escape de cuanto vehículo motorizado pase por la calle.
Lo que yo no acierto a entender -cosa que no es de extrañar, porque no soy muy acertada de entendedera- cuál es la gracia de estar cada tarde durante tres horas en la vereda, haciendo algo que perfectamente una puede hacer puertas adentro, sin que nadie la vea. ¿Será tal vez el incomparable sabor del pan con manteca aderezada con los residuos de nafta y gasoil de los coches? ¿Será que los programas de radio y TV mejoran al aire libre? Bueno, no creo que los últimos puedan empeorar, así que tal vez el crepúsculo les sienta bien. ¿Será que en otros barrios ocurren cosas mucho más interesantes que en el mío, que vale la pena comentar en una suerte de simposio con los vecinos de al lado? ¿Será que para mí no debe de haber cosa que me interese menos que enterarme cómo fue el divorcio de la peluquera de acá a la vuelta, que el nieto de Nelly se agarró piojos en la escuela o que al cuñado del quiosquero lo tuvieron que operar de apuro porque se le estranguló la hernia? ¿O será que para mí descansar durante los días cálidos equivale a despatarrarme lo más cómoda -y recónditamente posible- a disfrutar de un buen libro, sin que ser vivo alguno me interrumpa la lectura?
Sí, sí, ya sé; la hipótesis más probable es otra... la de la envidia... porque yo entro a trabajar a “las ocho de la noche” -que ya no lo es más- y justo cuando cada tarde me voy resignadamente al laburo veo cómo la gente saca su silla a la vereda y se sienta a descansar y me refriega su ocio en las narices...

Y con esto termina el decimosexto capítulo de esta novela por entregas titulada “Nunca quise conocer Uruguay pero después de leer esto, se me fueron las ganas”.


1 “Historias de la vida privada en el Uruguay 2 – El nacimiento de la intimidad (1870-1920)”, Editorial Taurus, 1998.

26 comentarios:

Martín dijo...

Muy interesante. Yo, igual, debo ser de partes menos "barriales", porque por los alrededores de mi casa no se ve mucho eso...

Anyway, me parece que el atractivo de la vereda responde a otras épocas, en las que la TV no existía, o no ofrecía nada de interés. El sacar la tele para afuera es, justamente, una muestra de resistencia al cambio, una mezcla de una actividad ya anacrónica, con algo más moderno...

La verdad? Uno debe ser un jodido, porque a mí no me parece nada gracioso exhibir mi vida privada en la calle, ni me agrada que lo hagan los demás...

Y sobre todo eso de que me refrieguen el ocio... ;)

andal13 dijo...

Martín: pasate por mi barrio! La gente no hace otra cosa al caer la tarde...
Yo soy recontrajodida, porque me parece horrible esa cuestión de exhibirse al tiempo que husmean en la vida de los demás, so pretexto de "tomar el fresco"!!!

juan pascualero dijo...

Como de costumbre muy bueno el post. Al respecto, me remito a mi anécdota al santo pepe VIII. Seguramente mi respeto por la costumbre respondía a mi edad...

andal13 dijo...

Juan: sacar las sillas para escuchar la trompeta de "Baldosa" es una cosa; para chusmear si a la vecina de la esquina la trajeron en un auto rojo, es algo muy distinto, y no me dirás que en Santo Pepe sólo se ventilaban a causa de las corcheas y las semifusas, jijiji!!!

FLACA dijo...

¡¡¡Tal cual!!!... Pasaba en La Paz, mi pueblo natal, y pasa en esta calle en donde vivo hace 35 años. Creí que era sólo aquí, en estos pueblos del interior, pero veo que en Montevideo no es para nada diferente.
Mi casa tiene banquito afuera; antes estaba hecho del lado de afuera del muro, ahora está del lado de adentro. Se sentaba allí mi madre, para conversar con la gente conocida que pasaba, cuando ya no podía andar más para arriba y para abajo paseando. Ahora no se sienta nadie.
Los de la casa de al lado, donde son como mil, VIVEN en la vereda. Hasta han bañado a sus hijos chicos en la vereda en el verano. Allí se juntan todos los hermanos y sobrinos: toman mate, comen,conversan y no sé qué más hacen. Pero me tienen repodrida: salgo y a partir de las 8.00 de la mañana ya siempre están. Y permanecen allí no sé hasta qué hora porque, llegue a la hora que llegue, ellos siempre están ahí. Invierno y verano, no importa si con frío o con calor; tampoco importa que tengan más o menos media cuadra de fondo; ELLOS SIEMPRE ESTÁN AHÍ. Me siento totalmente lesionada,me siento perseguida, observada, controlada. Los detesto. Y esto no sólo me ocurre a mí, también lo siente mi familia, la de mi hermano que vive abajo y casi todos los de la cuadra.Mi hija dice que están allí porque ven pasar la vida delante de sus ojos como si fuera una película.
Excelente también el dibujo.
Abrazo, genia.

andal13 dijo...

Flaca: ¡Bienvenida a la asociación de paranoicos! Sí, te da la sensación de que te controlan... Mis vecinos son un poco más discretos, sólo "veredean" en las tardes de verano, pero a dos cuadras de casa hay residentes permanentes de vereda, como tus vecinos, y los veo cuando voy y vengo del colegio...

Fernando Terreno dijo...

Andrea, se vé que sos una mina moderna! A la vereda se vá por varios motivos:
.Para ver la vida pasar (para allá)
.Para agarrar "la fresca".
.Para evitar "la calor"
.Para ver pasar el cadáver de los enemigos.
.Para ver si engordó esa guacha de la otra cuadra.
.Para interrogarse por qué los vecinos nuevos no salen a la vereda.
.Porque se descompuso la tele.
.Porque no tenemos aire acondicionado.
.Para constatar que el verano está llegando o ha llegado.
.Para ver la vida pasar (para acá).
.Por nada.

Pero reconozco que es una costumbre que se extinguirá como los dinosaurios y solo quedará en la uruguayeces y en una canción de Jaime Ross.
Cariños
Fernando

andal13 dijo...

Fernando: ya te veré con tu silla plegable en Corrientes y Callao tomando la fresca y ver la vida correr de allá para acá y de acá para allá (e inhalando el humo de los escapes de los autos!!!)

mArXelLa dijo...

La verdad es que esa costumbre me parece rarísima...en una ciudad eso es prácticamente imposible y en la mía más jaja aunque en estos momentos añoro un poco de sol, las tierras bárbaras son demasiado frías para mi y de plano el chisme latino es lo mío jaja...un beso mi adorada andre!

andal13 dijo...

Marxella: ¡No me dirás que en los pueblitos la gente no se sienta en la vereda! Ah, tendremos que ir a enseñarles cómo se hace, entonces, jijiji!!!
En el DF lo veo más difícil, pero con intentarlo, no cuesta nada!!!!

ro dijo...

Salú, comadre!¿Qué cuenta, cómo anda la familia, diga...su cuñado ya consiguió trabajo? Porque lo veo todos los días por acá....será que no busca???...Si, el chusmerío de la vereda es terrible, y uno debería salir a ella de incógnito...Pero saben qué? Ahora que vivo en un barrio sin veredas, extraño mucho el movimiento de vecinos por ahí, y sobre todo de niños.
Ya sé que los niños son unos rompehuevos en las veredas...Pero como hace tiempo que no lo vivo, tengo un pensamiento idílico...casi pastoril diríamos, sobre ellos. Mi hija creció en la vereda, se formó jugando y compartiendo, y disfrutó pila. Mi hijo no tuvo la suerte de esa vivencia y creo que ahí perdió algo esencial a la niñez, desde que nos mudamos acá (casi al medio del campo)
Muchas veces me senté en el escalón de la vereda, a ver jugar a mi hija o con el cochecito cuando Lucio era chico, y puedo decirles para tranquilidad de ciertas paranoias nacientes, jiji, que en esas circunstancias no me importaba chusmear lo de otros. Creo que yo exhibía mi felicidad. Y pienso que hay algo de eso en algunos cuando se sientan a "tomar el fresco" Es cierto lo que decís Andrea, es un momento de exhibición de ocio o de bienestar, de decirse, y decirle a los demás, como una especie de autoafirmación: "Yo estoy bien, puedo hacer esto, porque todo está bien en mi vida...tengo tiempo libre, etc"
Andrea, andá a leer los comentarios de las tías de El Santi. Te estás perdiendo un debate jijiji
Me encantó el dibujo que me hiciste...Quién tuviera esa silueta, snif...Besos

Susana Peiró dijo...

Buenazo Andre!

Una captura impecable de las formas sociales del verano en los barrios de Uruguay...y de Argentina (que no por nada, somos vecinitos)

Precisamente días pasados -apenitas asomó el calor (brbrbrbrbrb, ya superamos los 33 grados)comenzaron a poblarse las veredas de los barrios con las sillas y los espectadores de mirada aguda)

Pero como es sabido, Mendoza y el resto de Argentina soporta una ola de robos y violencia inédita y feroz. Fue entonces que me asombró -y no de poco- que aún así, esta realidad no desalentara a la gente!

El caballero que me acompañaba (hombre que elegí hace veinte años, también por su ácido humor)y al cual le observé el detalle, me miró con una media sonrisa y acotó:

- Seguramente esperan que les pase algo interesante...como un robo...-

El asunto es que mientras una parte de los menducos levanta medianeras, coloca alambrados electrificados, sofisticadas alarmas, perros con tres cabezas y fosos con cocodrilos alrededor de sus viviendas, la otra parte desafía el peligro con un mate y la mirada clavada en la puerta del vecino de enfrente!

BESAZO ANDRE!

andal13 dijo...

¡Mirá quiénes se aparecieron, la Ro y la Su!!! ¿En qué andarán esas dos...? ¡En nada bueno, seguro!
Y pa' pior, me van a pisar la vereda que recién baldié...!

Peter Parker dijo...

Muy bueno el post, como de costumbre.

Yo no se si esta sub-especie está en vias de extinción.
Tal vez en algunos barrios y con las nuevas generaciones se está perdiendo esta costumbre que es más de pueblo y que a esta altura muchas zonas de MVD dejaron de serlo.

Creo que la globalización y las nuevas tecnologías están matando esta costumbre o van mutando.

Saludos.

andal13 dijo...

Peter: yo creía que estaba en vías de extinción. Ayer mismo -y no es joda- cuando me iba para el Nocturno, pasé por dos casas en las que había sendas mujeres jóvenes sentadas en la vereda, una de ellas evidentemente embarazada... por lo que la tradición será heredada por vía trasplacentaria, estimado arácnido!

Peter Parker dijo...

Por como viene la mano en estos días, tampoco sería de extrañar que se haya quedado embarazada mientras tomaba el fresquito en la puerta de la casa, ja, ja, ja.

FLACA dijo...

SU: el de aristocrático perfil dice lo mismo:"seguramente esperan que les ocurra algo". De los robos no dice nada porque, por ahora, no se ha dado por mi cuadra.

andal13 dijo...

Peter: cómo no, seguramente durante algún "veranillo" acaecido hace cuestión de 6 meses!!!

Flaca: Tus deseos son órdenes, mi Reina. Danos tu dirección que vamo' y te afanamo'

dejamuchacho dijo...

Una vez mas Chapeau!!
Yo supongo que debe ser sobre todo, el chusmerio del barrio, saber que pasa alrededor y de paso mostrar que estas vivo.
Como siempre voy a hacer fuerza por el barrio y ese tipo de costumbres, que no seran lo mas agradable, en realidad no es lo mio, pero me parece mejor mostrarse en la cuadra que, mostrarse en el internet sin ningun tipo de verguenza ni pudor.

FLACA dijo...

¿Qué te parece si vamos organizando la segunda bacanal para noviembre?

Unknown dijo...

Ayyy Andrea, te juro que creía haber pasado por aquí. En realidad pasé pero no comenté porque andaba en líos. Me perdí todo este chusmerío... En mi barrio eso ya casi se extinguió, pero hace bastante poco, unos añitos nomás, era muy común. En Villa Española, aquí al lado, sigue pasando, como sigue existiendo la barra de la esquina. En mi casa éramos más tímidos, salíamos al porche.
Ahora son sillas de plástico o de playa, pero antes la gente sacaba las sillas del comedor, provenzales y hasta de viena. Y los señores salían a sentarse en la puerta de pijama y pantuflas. También llegué a ver familias enteras disfrutando la cena de Navidad con la mesa en la vereda y la parrilla en la calle. Yo creo que eso ahora persiste en los barrios más humildes, dónde la gente conoce los códigos del planchaje y no les tiene tanto miedo a los rastrillos, saben como tratarlos.Cuando yo era joven, esa costumbre me parecía espantosa, algo de viejos decadentes, de viejas chusmas sin vida interior, de empleado público que se rasca el hongo. Hoy esa costumbre, las pocas veces que tengo la oportunidad de verla en vivo, me parece increíblemente revolucionaria y transgresora. Es como decir: "me cago en la inseguridad, yo hago lo que se me canta"
Vení, sacá la silla y los bizcochos que la seguimos en la vereda.

Otro motivo para esa tradición es indudablemente el calor de la gran puta que hace adentro de las casas de la gente que no tiene para ponerse un aparato de aire acondicionado. El chetaje de Carrasco y Punta Gorda no sale ni nunca salió a tomar el fresco a la vereda.

Besotes y perdón por ser el Nº 21 (con perdón)

andal13 dijo...

Eduardo: Ya te imagino sentado en la vereda con el mate y los bizcochos... ¿Te habrás "uruguayizado" tanto? Y por supuesto, al tanto de TODO lo que pasa en Maldonado (¡Tiembla Jorge Rial!!!!)

Flaca: ni que decir que mi respuesta es afirmativa. El fin de semana del 22 y 23 lo tengo ocupado, porque este año las despedidas de fin de año comenzaron en NOVIEMBRE!!!!

Santi: las lágrimas que vertí por tu abandono alcanzaron para baldear la vereda, que ahora es la más limpita del barrio!
Tenés razón, en otra época (no tan lejana, por cierto), la gente festejaba Nochebuena o Fin de Año en la vereda... En mi barrio todavía se usa salir a saludar a los vecinos, costumbre que también objeto, pero qué le vachaché, si no salimos te vienen a golpear para saludar lo mismo!

dejamuchacho dijo...

Donde vivo no tengo vereda, algun mate si, y por supuesto cada vez mas urguayo (poniendome de pie)

andal13 dijo...

Eduardo: ay, qué pena... Bueno, tendrás que llevar la silla plegable a la plaza, entonces!!! Jijiji...

ROBERTO CERVANTES P. dijo...

Leí ayer, con mucho interes y diversión este artículo. En México, en algunos lugares de la provincia, donde hace calórcito agradable y donde no sucede nada mas interesante, se acostumbra hacer lo mismo. La gente sale a la vereda con sus sillas a ver pasar la vida y a comer prójimo. Como tu lo describís es para morirse de risa.
Ahora me dispongo a leer el de hoy.

andal13 dijo...

Roberto: imagino que sí, que esto ocurre en otras partes, en los pueblos, claro... Muy difícilmente uno pueda instalarse con la sillita en una vereda de Tokio!!! Aunque lo que se ve pasar allí seguramente es más interesante que lo que se ve en esos pueblitos de 300 habitantes...