miércoles, 23 de febrero de 2011

Ajo y Agua...fiestas


El lunes 21 caí en la cuenta de que hoy, 23 de febrero, "Ajo y Agua" cumple tres años. Motivo de alegría y festejo, dirá cualquiera. Pero no sé qué me está pasando que no lo siento así, tanto que casi me olvido del aniversario. Este blog, que nació entre dudas, pero con muchísimo entusiasmo,  tuvo su época de esplendor, en la que esta escribidora publicaba una columna semanal, por lo menos, y en la que cada entrada recibía decenas de comentarios, y no exagero, el archivo está ahí abajo a la derecha.

Evidentemente, ahora ya casi nada queda de ese esplendor, más que el recuerdo de un pasado entre   aventurero y divertido, al menos para mí. Claro que la culpa, si es que de culpas se trata, no es de Ajito; el pobre sigue acá, quietito en su ciberespacio, y es en todo caso mía. A veces pienso que ese entusiasmo inicial se fue apagando porque muchos de los gestores de Ajo y Agua ya no están en blogger; los "padrinos"  de la criatura se fueron borrando, y tienen sus blogs ocultos bajo un denso manto de telarañas. Otro tanto pasó con amigos que fueron apareciendo en el camino, cuyas presencias enriquecían este blog, que siempre fue muy pobrecito, y que también se han alejado. Me consta que algunos están cometiendo adulterio, y engañan a blogger con facebook , es decir, que siguen estando pero no acá. Pero justo es reconocer que otros amigos siguen estando al firme, en sus blogs y en este. Así que tal vez sea yo la que anda de capa caída, o con escasez de inspiración.  O sea que, Ajito, como pasa tantas veces en las relaciones de pareja, no sos vos, soy yo.

Escalera a ninguna parte: a veces siento como si estuviera subiéndola... 

En ocasiones he pensado si no será necesario replantear el blog; es decir, darle otro enfoque, para que siga siendo una forma de expresarme y de compartir con ustedes, los lectores, pero desde otro ángulo. 
Por poner un caso, con mi identidad secreta de profesora de Ciencias Biológicas, tengo un blog en el que cuelgo material de mis clases; en el plazo de un año, ha recibido más de 50.000 visitas, en tanto que Ajo y Agua, en tres años, apenas  si sobrepasa las 45.000. No hay caso, la gente quiere ciencia. En la próxima entrada, seguramente abordaré el tema de la hemocitopoyesis, así que vayan estudiando. 

Ah... Muchísimas gracias a todos los que siguen estando ahí. En serio.

viernes, 18 de febrero de 2011

¿Será un signo del Apocalipsis?

No voy a posar de liberada, por muy mente abierta que sea para algunas cosas, ni de tradicionalista a rajatabla, que tampoco lo soy, con puntuales excepciones. Entre los asuntos en los que sí se me puede tildar de tradicional, y quizás hasta de reaccionaria, por qué no admitirlo, está el tema de los helados. Y cuando digo helados, me refiero a los verdaderos, a los helados de heladería, no a esos tristes sucedáneos, "...simple remedo de la felicidad..."* que se venden en los supermercados en cajas de cartón o de plástico, que lo mejor que tienen estos últimos es  que el envase se destinará luego a usos múltiples. Ni qué decir de los helados caseros, que invariablemente cristalizan y una tiene la sensación de estar masticando vidrio. De los helados que vienen en polvo en un sobre, mejor no diré nada, porque tienen tanto parecido con los helados verdaderos como lo tienen los caballos de calesita con Mr. Nedawi.** 
Volviendo al tema que motiva esta confesión, diré que sin ser una fundamentalista del cucurucho (no me vengan con helado en vasito de plástico, que es herejía), siempre tomo helados de los mismos sabores, con algún candidato en el banco de suplentes de los sabores  para recurrir a él en caso de que no haya manjar de nuez. Es decir, los helados tienen que tener base de dulce de leche o de crema, con algún fruto seco o trocitos de chocolate, y nada más. Nunca vi mi cara de asco cuando oigo que alguien pide helado de kiwi, pero me la imagino, y me doy miedo a mí misma.    
Pues bien, esta tarde, con un calor agobiante, tenía que hacer unos trámites y luego pensaba ir al cine si llegaba a tiempo (como confesé en una entrada anterior, suelo ir al cine a  primera hora de la tarde); dado que llegué una media hora antes, decidí ir a un bar y tomar algo, porque la permanencia en la vereda atentaba contra la vida hasta de un beduino, cuando me percaté de la presencia de una heladería. Sin parar mientes en las calorías, decidí que podía tomarme un heladito, bajo el frío abrazo del aire acondicionado del local. Entré, pagué el ticket correspondiente, y me dirigí a la empleada que en breve demostraría su destreza de movimiento de muñeca para armar esa especie de zigurat helado sobre el cucurucho... y entonces pasó lo que pasó.
....
No sé si se debe al cambio climático y a esta era de calentamiento global que me ha terminado de derretir las neuronas -y con ellas, mis principios- o al cambio climatérico que seguramente esté padeciendo por razones cronológicas o qué, pero la cuestión es que muy suelta de cuerpo, le dije a la chica: "De lemon pie, por favor". 
¡Décadas de crema rusa, manjar de nuez, dulce de leche granizado y crema americana, tiradas por la borda!  ¡Años y años de empalagosas dulzuras, traicionadas por no sé qué impulso de la más injustificada rebeldía...! ¿Qué me está pasando? ¿Será una señal del fin de los tiempos, o de algo peor,  como que Peñarol vuelva a salir campeón de la Libertadores? Tengo miedo, no me da vergüenza confesarlo.
-
-
-
-

Lo peor de todo fue que el helado de lemon pie estaba delicioso.



*   Verso de la canción "A mi gente", de José Carbajal, El Sabalero
** Caballo ganador de la edición 2011 del Gran Premio Ramírez

miércoles, 2 de febrero de 2011

Más de lo mismo, pero distinto

Un par de semanas atrás, en la entrada titulada "Breve concierto para confusión y charango", relaté la experiencia de haber disfrutado de un espectáculo que dieron en el ómnibus tres músicos, gracias a la equivocación que cometí cuando me tomé el 546 en lugar del 76, que era el ómnibus que me acercaba más a mi destino de aquella tarde. Hoy me ocurrió algo similar, aunque totalmente distinto, como leerás a continuación.
Resulta que había llegado ese día que las mujeres -bah, no sé por qué generalizo, capaz que me ocurre solo a mí- deseamos que no llegue nunca y que pase de una buena vez, que es la cita anual para hacerse la colposcopía, un estudio que en sí demora escasos minutos y puede salvar la vida, pero que es sumamente incómodo ya que una sale del consultorio con la sensación de que el ginecólogo se dejó olvidado algún instrumento adentro,  y por eso una se va caminando  como Gary Cooper en "A la hora señalada".     
La cuestión es que para ir al consultorio, me tomé el 427 en dirección a Pocitos, y a las pocas paradas subieron dos veinteañeros armados con un violín el uno y con una flauta traversa el otro, y ahí nomás se largaron a interpretar una obra de Michel Corrette*... ¡Una belleza!
Creo que el próximo año iré con menos aprensión a hacerme la colposcopía; tal vez tenga suerte, y el 427  se desvíe por un ratito de su recorrido habitual  y nos traslade otra vez a sus pasajeros a la Francia de Luis XV.

No encontré en youtube la obra que interpretaron los chicos, pero les dejo otra de Michel Corrette, que no se parece en nada, pero es preciosa igual; se trata de "La Choisy", XIVeConcerto Comique, interpretado por la orquesta de cámara de Jean-François Paillard. La foto representa la Pallazzina di Caccia de Stupingi (Turín), que no sé qué tendrá que ver con el concierto, dado que no se aclara qué relación tiene una cosa con otra (tal vez fuera interpretado allí el concierto, o sería que a Michel Corrette le gustaba ir a cazar a Stupingi, vaya una a saber).



* Michel Corrette, compositor y organista francés (1707- 1795)

sábado, 29 de enero de 2011

La Gran Cathy

Hace algún tiempo, y por primera vez, usé este espacio de comunicación para hacer algo que no había hecho con anterioridad (bueno, más o menos eso mismo quiere decir "por primera vez"): recomendar una serie de televisión. En tal ocasión, se trataba de "Tremé", y si no la viste, no sé que estás esperando. Pues bien, vuelvo a lo mismo, pero en esta oportunidad, se trata de una serie muy diferente. 
No me voy a meter en el berenjenal de intentar definir qué es el humor, y si se puede hacer humor con cualquier tema; básicamente creo que sí, que se puede hacer humor con cualquier tema, pero no todo el mundo tiene esa habilidad, y no a todo el mundo le gusta, así que andá teniendo en cuenta este concepto. 
Y de eso se trata "The Big C", la nueva serie de HBO: de enfocar con humor el tema del cáncer. La serie fue creada por Darlene Hunt, y es protagonizada por la maravillosa Laura Linney.


La Linney interpreta a Cathy, una profesora de 42 años, a quien le diagnostican un melanoma (y con esto no revelo nada, ocurre a los 5 minutos de comenzada la serie), y que a partir de ese momento, como le pasaría a cualquiera, se replantea su vida. Y ahora sí, no digo más. No digo más de la trama, claro. 
Tres personas cuyo criterio respeto muchísimo, Daina Rodríguez, conductora del programa radial "Efecto mariposa", Hernán Casciari  (¿Necesita presentación?) y nuestra amiga Ro, de "El cristal con que se mira" que si bien nos tiene abandonadísimos a nosotros y a su blog, vive y mira tele, recomendaron la serie; como ya estaba empezada, recurrí a ciertos hechizos internáuticos, y vi los tres primeros episodios. ¡Guau!  Remarcable todo, el guión, las actuaciones, el humor, la ternura... y sí, claro, la melancolía y la angustia. 
Así como me la recomendaron, hago lo mismo: no dejen pasar The Big C. En este rincón del mundo va por HBO los domingos por la noche (mañana 30 de enero se emitirá el cuarto episodio de un total de trece); en Uruguay, a las 22:30, en Argentina a las 21:30. En España ya la dieron (¡y sí, primer mundo, qué vivos!)  pero está disponible al alcance de cualquiera que esté leyendo esto.
Para finalizar, les dejo el video de la presentación, que incluye una canción preciosa de Leftover Cuties, llamada "Game called life" (El juego llamado vida).


martes, 18 de enero de 2011

Breve concierto para confusión y charango

La cuestión ocurrió esta mismísima tarde, en ocasión de un trámite que tenía que hacer.  Resulta que tenía que ir a un lugar de la misma ciudad de Montevideo, en donde vivo desde que era cigoto, pero que desconocía casi que por completo. Ya desde el momento en que me dieron la dirección por teléfono, las calles no me sonaron a nada.  Casi como que me sonó a "esas calles no existen, pero si existieran, no se curzarían", lo cual fue desmentido primero por un plano de calles y luego por la más pura y dura de las realidades. Tras haberme ubicado y orientado en el plano, decidí que el 546 era el ómnibus indicado, y allá fui de lo más contenta. 
Ni bien apoyé mi anatomía en el asiento del 546, caí en la cuenta de que el ómnibus cuyo recorrido tenía en mente era el 76, o sea que había confundido velocidad con tocino. Acto seguido razoné que el 546 no me dejaba tan lejos, así que resolví seguir en él. De última, si al bajar me daba cuenta que no iba a sobrevivir a la caminata por el calor, me tomaba otro ómnibus y listo, ventaja que da la tarjeta STM* y el boleto de 2 horas, porque la Intendencia de Montevideo habrá hecho 99 cosas mal, pero hizo una bien y fue esa, la posibilidad de viajar todo lo que se quiera durante dos horas, y por sólo 23 pesos**.   
Ahora bien, la confusión transporteril trajo algo muy bueno: unas pocas paradas después, subieron tres músicos al ómnibus; un uruguayo con un chico (me refiero al tamboril, no a un niño), un tal vez chileno con un charango, un sikus y una flauta de caña, y una chica cuya nacionalidad no logré deducir con unas maracas y otros instrumentos de percusión pequeños. Primero interpretaron el "Candombe del mucho palo", en una particular (y excelente, al menos para mi oído de adoquín) versión con charango, y luego una seguidilla de temas populares del folclore colombiano.  Al final,  la mayoría de la gente aplaudió -cosa que es decir, porque hacer aplaudir a un uruguayo es más difícil que lograr que Ahmadineyad  se afeite y se convierta al budismo zen-  así como aportó su óbolo, que el músico chileno solicitó con mucha gracia, lo mismo cuando pidió un aplauso para el conductor del ómnibus que los dejó subir, pedido que cumplimos con entusiasmo.
Evidentemente, en el 76 me hubiera perdido el concierto.
Llegado a mi no-destino, me bajé y decidí que iba a ir caminando, ya que a calle Rocha (a la que conocía sólo por haberla atravesado muchas veces, pero jamás la había recorrido, y me servía de atajo) invitaba a la caminata: un túnel verde formado por unos plátanos viejísimos y enormes le ponía una nota de frescor a la tarde, impensable en una calle al sol. 
Llegada a destino, efectué el trámite con todo éxito, y volví por la calle Rocha, pero por la vereda opuesta, rumbo a la parada del ómnibus, esta vez sí  la del 76. Al pasar por una casa que tenía una gran ventana que daba a la vereda, me sorprendió escuchar un piano, y una voz masculina que cantaba "El día que me quieras".

Pues sí, ya lo dije otra vez: hay algunos momentos -breves, eso sí- en que Montevideo se torna una ciudad maravillosa.  


*Sistema de Transporte Metropolitano
**Apenas un poco más de un dólar, y un poco menos de un euro

viernes, 24 de diciembre de 2010

Ya era hora...

...de que publicara un saludo alusivo a las fiestas.


En estas fiestas te deseo:
  • Que sea cual sea tu fe, o tu falta de fe, tengas aunque sea por un ratito presente cuál es el origen de estas fiestas... La Navidad recuerda el nacimiento de un tipo que predicó el amor al prójimo, practicó la pobreza, desafió a los poderosos, y no dudó en dar su vida por sus ideales. Nada tienen que ver con eso los abetos, las bolas de vidrio de colores, las lucecitas, las cañitas voladoras, las tarjetas de crédito, los shopping centers, las comilonas, ni tomar hasta caer debajo de la mesa.  
  • Que el mejor regalo que recibas y que des sea encontrarte con las personas que querés y que te quieren, aunque sea un encuentro virtual porque esa persona está en las antípodas. Los televisores con pantalla LCD y las play station 3  jamás sustituyen a un abrazo,  una sonrisa, una palabra de aliento, o una oreja dispuesta a escucharte.
  • Que dejes de estresarte por si tenés que ir a la casa de Fulano o a la de Mengano el 24, y si ellos vienen el 31, por si lechón o cordero, porque el tío Perengano se pone pesado cuando chupa, por recontracargar la tarjeta de crédito, por no saber cómo la pagarás después,  por...
  • Que no se cumplan todos tus deseos, así te quedan algunos para desear en el futuro. Además, seguramente algunos de tus deseos cumplidos serían terribles... por ejemplo, ¿mirá si se cumpliera mi deseo de que se termine de una vez este calor insoportable y vuelva el invierno, eh? 
  • Que el próximo año sea al menos tan bueno como este, si es que el 2010 lo fue, o que al menos no sea peor. Que tengas momentos de felicidad, y no te deseo de los otros, porque seguramente los tendrás, pero sí te deseo que esos momentos te ayuden a valorar los buenos ratos. 
  • Que sigamos encontrándonos, por esta vía o por cualquier otra, porque indicará que estamos vivos, y bien como para leer estas pavadas (y yo estaré lo suficientemente bien como para escribirlas y dibujarlas!)


Un apretado abrazo.


martes, 21 de diciembre de 2010

Como no le dan bola...

Como sé que muchos de ustedes, fieles seguidores, no le dan bola a mi otro blog (Lápiz y papel), cuelgo aquí este material que está publicado hace varios días allá.
El trabajo originalmente se iba a publicar en G.A.S. Digital, pero no se publicó; por otra parte,  yo lo creía perdido cuando Dora (mi comPUTAdora) falleció en la paz del señor (que me repara la PC), pero como su disco duro reencarnó en un nuevo cuerpo, recuperé aquel trabajo. 
Helo aquí; cliqueen para ampliarlo (si tienen ganas).


domingo, 12 de diciembre de 2010

Pequeño manual para entender las invasiones inglesas

Cualquier habitante del Río de la Plata y zonas aledañas podría suponer que las antedichas invasiones fracasaron con rotundo éxito hace poco más de dos siglos; sin embargo, cualquier habitante del Río de la Plata y zonas aledañas sabe que eso no es cierto, ya que cada vez más incorporamos términos provenientes del idioma inglés a nuestra vida cotidiana, lo que provoca  distintas actitudes, desde la más férrea oposición al más conforme de los beneplácitos, pero la cuestión es que allí están esos términos, y más vale que te familiarices con ellos, de lo contrario vas a ser un extranjero en tu propia casa.
Es así que me propuse facilitarle las cosas  a aquellos lectores poco familiarizados con la lengua de Mick Jagger, y elaboré este pequeño glosario con algunos de los términos provenientes del inglés con que nos enfrentamos diariamente (con pronunciación incluída):

20% off (pronúnciese “veinte por ciento of”, y no “tuenti per cent of”): quiere decir que lo que sea que se venda allí tiene un 20% de descuento, o sea que sale más caro que en cualquier otro lado.
cd (cidí): sigla de compact disc, o sea, disco compacto, un disco igual a los de antes pero más chiquito y que tiene las canciones de un lado solo (las generaciones actuales desconocen el significado de “lado B”).
dvd (dividí): sigla de digital video disc, o sea disco de video digital, es decir, un video redondo y chato. Sirve para que los músicos puedan recaudar algún dinero vendiendo filmaciones de sus recitales, y para que las quinceañeras te regalen el video de la fiesta con la esperanza de que alguna vez lo veas.
e-book (ibúc): libro electrónico, de esos que podés tener guardados en la computadora, y leer en pantalla. Tiene la enorme ventaja que no hay que pasarle el plumero, porque no junta tierrita.
hd (pronúnciese “hachedé” y no “jéich di”): siglas de high definition, o sea, alta definción. Quiere decir que ahora vas a ver la tele con mayor nitidez y pagando mucho más que antes.
laptop (láptop): literalmente, “sobre la falda”, el término refiere a una computadora portátil que, contrariamente a lo que se supondría, no se puede usar sobre la falda porque no hay muslamen que aguante el peso y el calor del bicho ese cuando está prendido.
lcd (elecedé, no confundir con elesedé, que es otra droga): sigla de liquid crystal display, pantalla de cristal líquido, que es un material que lejos está de parecer cristal y mucho menos líquido, con el que se hacen pantallas de monitores y televisores; no confundir con las pantallas de plasma, que no sé lo que son pero cuestan diez veces más que las elecedé.
mouse (máus): literalmente, ratón, aunque no se aplica al simpático roedor amante del queso, sino a ese artefacto que se parece mucho más a una tortuga que a un ratón, que va conectado a la computadora y que permite hacer clic.
mousepad (máuspad): literalmente “almohadilla para el ratón”, es esa superficie generalmente rectangular de un indefinible material flexible, sobre el cual se desliza el máus de la computadora.
netbook (nétbuc): computadora portátil pero así de chiquita, como la que tengo yo.
notebook (nótbuc): literalmente, “libro de notas”, o dicho de otro modo, cuaderno; computadora portátil pero un poco más grande y más pesada que la anterior. Tiene otras funciones, pero ni yo ni vos sabremos jamás distinguirlas si no es por el tamaño, así que para qué explicar más.
pendrive (péndraiv): es un cuchufletito del tamaño de un encendedor común y corriente, que se conecta a una computadora de escritorio o portátil, y que aunque parezca mentira, permite almacenar información y traspasarla de una computadora a otra. Cosa 'e Mandinga que algo tan chiquito pueda guardar tanta cosa, como dijo Oppenheimer al reventar el átomo.
ringtone (rínton): cada uno de esos ruiditos, en su mayoría cacofónicos, que emiten los teléfonos celulares para avisar que ha llegado un mensaje u otro acontecimiento similar. Suele sonar en los momentos y situaciones más inconvenientes.
sale (séil): No, pedazo de bestia, no viene del verbo salir (como podría creerse al escuchar una frase tal como “El Yónatan sale del ComCar el mes que viene”); significa literalmente, venta. Quiere decir que allí se vende algo mucho más caro que en cualquier otro comercio que tenga menos pretensiones. Suele acompañarse de 20% off.
shopping center (yópin cénter; en particular los locutores de radio pronuncian yyyyópin como si se escribiera con j y no con sh): centro comercial, o centro de compras, es decir, un lugar grandote que reúne cientos de comercios pequeños o medianos, de distintos rubros. Como acá no entendemos que en inglés los adjetivos se colocan delante de los sustantivos, decimos “voy al yópin”, en lugar de decir “voy al cénter”, sin saber que esa acción es gramáticamente imposible.
sms (esemese): sigla de short message service; se trata de esos textos breves y generalmente ininteligibles que la gente se envía de un teléfono celular a otro.
touch screen (tachscrín): pantalla táctil, que tienen algunos teléfonos celulares y los meteorólogos de la televisión. Los comandos del teléfono o del mapa con la situación sinóptica se manejan con los dedos, por lo que la pantalla al final queda toda pegoteada, en particular si uno acaba de incorporarse una bomba de crema bañada en caramelo.

Seguramente me olvidé de un montón, pero por ahora, es lo que hay. Have a nice day!


A pedido del público:


outlet (áulet): entre otras cosas, quiere decir tomacorriente, pero aquí utilizamos el término para referirnos a una tienda en donde se vende al por menor. O sea tienda. O comercio.

jueves, 2 de diciembre de 2010

What the fuck are you talking about?*

Desde que los españoles llegaron a estas tierras, vieron un animal que no conocían, lo señalaron, le preguntaron al primer nativo que encontraron “¿Cómo se llama?”, y el nativo que no entendía lo que le decían repitió “¿Llama?”, y la llama se llama llama**, venimos teniendo problemas de interpretación y traducción. Ahora bien, el interés de esta columna -si es que algo de lo que escribo tiene interés- no pasa por abordar el tema de las traducciones en general, sino el de las traducciones de los nombres de las películas en particular, y más en particular aún, las de habla inglesa (las películas francesas o italianas son más "respetadas", o eso me parece, al menos).

Sí, esta tendría que ser una columna propia del blog La pulpera de Fernando Terreno, especialista en curiosidades cinematográficas, literarias y yerbas afines, pero como él no lo ha hecho, heme aquí haciéndolo mucho peor de lo que lo haría él.

Parece que ya Cervantes ponía en tela de juicio las traducciones:

«... y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua: que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento.»
(“El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, Primera Parte – Capítulo VI)

Y muy conocida es la frase italiana “traduttore, traditore!”, pero lo cierto es que gracias a esos profesionales, quienes no conocemos una cierta lengua, podemos igual disfrutar obras escritas o habladas en ella.

Ahora bien, no creo que haya traductor por muy traidor e hijunagransiete que fuere, capaz de cometer (y acometer) un título como ocurre en muchísimas de las películas de diversos orígenes que llegan a nuestros pagos. ¿Quiénes son los (ir)responsables de esto? ¿Los distribuidores? ¿El enemigo?

En ocasiones, es cierto que no es posible traducir un término, por lo que hay que interpretarlo. Veamos el caso de la película dirigida por Kathryn Bigelow, y que ganara el Oscar de la Academia, “The hurt locker” : esta expresión no tiene un significado claro, ni aún en inglés; aparentemente se utiliza en la jerga militar, en determinados casos, para las heridas que causan un dolor insoportable. El escritor de la película, Mark Boal, explica que utilizó ese término para referirse a un lugar en donde nadie quiere estar. Hasta ahí, todo bien... La película en español podría llamarse de mil modos, pero ¿cómo explicar que se llegue a “Vivir al límite”? Pues ese es el nombre que lleva la película en el Río de la Plata (en México es “Zona de miedo” y en España “En tierra hostil”). Ah, porque el otro detallecito es que según la cara del cliente, es el nombre que se le pone a la película.

Dos de los casos particularmente significativos de las traiciones de traducción los representan, en mi criterio, los clásicos “Some like it hot” y “The sound of music”; la primera es la divertidísima “A algunos les gusta caliente”, y la segunda, nada menos que “El sonido de la música”, claro! ¿Cómo que no las conocen? ¿Y qué tal les va “Una Eva y dos Adanes” y “La novicia rebelde”? ¿Que los lectores españoles siguen sin entender? ¡Pues hombre! Se trata de “Con faldas y a lo loco” y “Sonrisas y lágrimas”, como es natural.

Al respecto, encontré este foro,  que puede resultar de interés para quienes quieran saber cómo se llaman las películas en España.

Siguiendo en los cines locales, algunas veces se cometen aciertos, en mi modesto entender, como podría ser el caso de “Five minutes of heaven”, de Oliver Hirschbiegel, que aquí se conoce como “Cinco minutos de gloria”, en el entendido que “heaven” es cielo pero no desde el punto de vista de la astronomía, por lo que traducir el título como “Cinco minutos de cielo” podría llevar a confusiones y hacer creer que es una película sobre pilotos. Es decir, que me parece que es un caso de una adecuada adaptación del título original a nuestro idioma, no como en el caso de la propia “Adaptation” que vaya a saber por dónde devino en “El ladrón de orquídeas”.

Pongo unos ejemplitos más, de películas que están en cartel:

The town” (El pueblo): “Atracción peligrosa” (Es que hay cada pueblo...)
The American”: “El ocaso de un asesino” (¡No estoy jodiendo!)
The kids are all right” (Los chicos están bien): “Mi familia” (Nueva versión de “Los Campanelli”)

Menos recientes:

The departed” (Los difuntos): “Los infiltrados” (¡Se hicieron los vivos!)
No country for old men” (No es lugar, o condado, o región, o campo, para viejos): “Sin lugar para los débiles” (el que piensa que viejo y débil son términos sinónimos no conoce “la fuerza del adulto mayor”)

Y para terminar, unos clásicos:

Dial M for murder”: se la conoce como “La llamada fatal”, “Crimen perfecto”, “Con M de Muerte” y quién sabe de cuántas formas más.
The dirty dozen” (La docena sucia): “Los doce del patíbulo” (condenados a muerte, pero limpitos)
Gaslight” (Luz de gas): “Luz que agoniza” (le arruinaron la campaña publicitaria a la compañía del gas)

Y como en estos días falleció el gran Leslie Nilsen, no podía dejar de mencionar la primera película en la que lo vi: "Airplane!", que como todos sabemos, se llama "¿Y dónde está el piloto?"

Por aquí me quedo, y dejo una duda planteada: ¿Cómo se llamarán en realidad las películas coreanas o iraníes que vemos?


Ahora, propongan ustedes sus propios ejemplos.



_________________


*Siguiendo el criterio de los distribuidores de las películas por estos pagos, el título de la columna es “¿Decime cuál cuál cuál es tu nombre?”

**Si no è vero, è ben trovatto!

jueves, 25 de noviembre de 2010

Algunas costumbres extrañas, y cómo las emociones no caducan

Hace un par de días, conversando con Martín (bueno, conversar es un decir, lo correcto sería  "intercambiando comentarios con Martín en su blog") le decía que había ido a ver "Harry Potter y las Reliquias de la Muerte" el martes a las cuatro de la tarde (no conseguí entradas para el día del estreno) y a él le pareció raro el horario elegido. Pues sí, yo pecadora, me confieso: adoro ir al cine los días de semana (bueno, ¡todos los días son días de semana!) y a primera hora de la tarde. Evidentemente, no soy la única con esa extraña costumbre, de lo contrario no existirían funciones de cine para adultos a las tres o cuatro de la tarde en todas las salas de Montevideo, porque está bien que una sea importantísima, pero mi inconmensurable humildad me impediría causarles molestias a los empleados de las salas de cine, sólo por si se me ocurre ir; en todos los casos, hay algunas personas más que comparten ese gusto conmigo, y el número aumenta considerablemente los fines de semana. 
Ahora bien... ¿Cuál es la gracia de ir a la primera función?  Según dicen que dijo el Bambino Veira, y comparto, "me gusta tanto la noche, que al día le pondría un toldo". No importa que afuera brille el maldito, dentro del cine siempre es de noche. En verano se agrega una ventaja no menor, dado que además de estar a oscuras, ponen el aire acondicionado a unos -52ºC, de modo tal que mientras en la calle la gente perece en un mar de asfalto derretido, una puede tiritar a gusto (siempre llevo un abrigo, y no tengo empacho en sacarme las sandalias en medio de la sala y ponerme las medias que tengo la precaución de llevar en la cartera). Jamás hay que hacer cola, porque son contadas las personas que tienen la tarde libre como para ir al cine: los jubilados, los estudiantes, los trabajadores que tienen su licencia en meses no "vacacionales",  los docentes que solemos tener horarios "raros"...  Cuando termina la película, aún es de día, por lo que se pueden hacer otras actividades, y una no se muere de desesperación esperando el ómnibus, cosa que sí puede pasar en horas de la noche. Y lo mejor: cumplir el sueño del cine propio, ya que una puede elegir la ubicación que quiere y despatarrarse tranquilamente. Sí, sí, entre mis pretensiones de bataclana figura la de tener un cine*. No un "home theatre", que es un televisor más grande con un mejor audio; no, me refiero a un cine, así grandote, con techos altos, filas y filas de butacas y escaleras con lucecitas.
Aclarado -al menos, eso espero- el sentido de la primera parte del título, vayamos a la segunda: en la tarde de hoy, jueves, volví al cine, esta vez, a la función de las 15:30 horas; en el cine Torre de los Profesionales, el ambiente era verdaderamente familiar, porque éramos cinco los espectadores (¡Todos conocemos familias con muchos más integrantes!) para ver "Mundialito" , el documental de Sebastián Bednarik que recrea el campeonato de fútbol de 1980 inventado en plena dictadura para... ¿qué? ¿Darle circo al pueblo, porque el pan no abundaba? ¿Festejar el plebiscito que los militares pensaban ganar para perpetuarse en el poder?  La cuestión fue que las urnas hablaron, o más bien gritaron que NO, que el pueblo no quería a los dictadores, y la Selección Uruguaya ganó el campeonato, lo que permitió festejar el comienzo del fin.
Yo tenía 13 años en aquel entonces, y claro que no voté, aunque tengo recuerdos bastante claros de esa época fermental en que como tantos otros chiquilines criados durante la dictadura, comenzaba a hacer preguntas incómodas. Y por supuesto que recuerdo el Mundialito, con aquellos jugadores de pantaloncitos tan cortos que parecía que estaban usando la bombacha de la hermana, y la emoción de ver ganar a la Selección, tras haber quedado fuera del Mundial Argentina '78.
Y en la tarde de hoy reviví la emoción. Y me emocioné más aún, ahora que sé alguna cosita más de esas que en aquel entonces no se hablaban. Y me reí de algunos personajes que son francamente ridículos, más allá de sus títulos, sus rangos y su importancia.
Como decía el finado Iván Kmaid, "usted no puede, no debe dejar de verla". Y para muestra, les dejo estos botones (¡nunca mejor empleado el término, jijiji!)






* Es una de las cosas que seguramente me compre cuando me saque el 5 de Oro