domingo, 18 de enero de 2009

Retomando el tema del diccionario

No sé si es que me viene fallando la inspiración, si es que se me agotaron las ideas, si es que estoy muy cansada o qué, pero lo cierto es que últimamente estoy escribiendo algunos de mis textos a partir del hurto.
Esta vez, la víctima es el entrañable –y extrañable- Juan Pascualero, el mítico habitante de Santo Pepe, el que me “prestó” la idea, o debería decir la flexión, que si se hace más de una vez, se vuelve una reflexión.
Para ir redondeando, lo cierto es que no supe resistirme a armar un nuevo diccionario, porque no por reiterada y repetitiva una idea deja de ser útil, si una la recicla y la presenta bajo una luz diferente. Como constantemente nos recuerda la filósofa santafesina Mirtha Legrand, el público siempre se renueva.

rebajar: descender abruptamente, por ejemplo como cuando una iba bajando tranquilamente la escalera, pierde pie y temina bajando a mayor velocidad de lo deseable.

rebelde: adjetivo camaleónico que se adapta tanto a James Dean como a Laurent Nkunda o a tu hijo de 14 años que hace tres días que no se baña.

recapitular: volver a rendirse ante el enemigo, actitud propia de pueblos sin mucho carácter o con muy pocas ganas.

reciclar: volver a emitir ciclos de programas viejos. Lo que hacen los canales de TV durante el verano.

recoger: reconocer.

recóndito: que queda allá donde te dije, que es por donde el diablo perdió el poncho.

reconocer: conocer a una persona en el sentido bíblico, más de una vez.

recórcholis: expresión utilizada cuando no hay Cristo que logre descorchar esa maldita botella.

reformatorio: clínica estética en donde te dejan con la forma que vos elijas (o al menos, eso te hacen creer).

regalo: francés patriotero, como Asterix o Sarkozy, sin ir más lejos.

regresar: volver a gresar. No confundir con gresar hacia dentro (ingresar) y mucho menos, para afuera (egresar).

regreso: procurar tenerlo con Gloria, aunque esta mina es de hacerse la difícil.

remedio: un medio más un medio. Cualquier abombado con matemática de jardinera aprobada sabe que un medio más otro medio es un entero.

reparar: parar más de una vez. Acción estrechamente vinculada con reconocer.

repicar: cortar vegetales en cubitos chiquitititos, o sea, en brunoisse.

repollo: pollo de doble pechuga, de esos alimentados a prepo y llenos de esteroides.

resignar: corregir los signos ortográficos de un texto, tarea propia de correctores de diarios y de profesores de idioma español.

retener: tener mucho. Acción propia del que comete el pecado de la avaricia.

retirar: tirar por fin aquel trasto inútil que guardamos por las dudas, “capaz que alguna vez nos sirve”.

retorta: dama prefiere la compañía de otras damas, desconozco si para jugar a las mismas.

revisión: lo que te ocurre cuando por fin te decidís a consultar al oftalmólogo.

domingo, 4 de enero de 2009

Año Nuevo... ¿Año Nuevo?


Con esa cuestionable -por decir lo menos- manía que tiene el Homo sapiens (especie a la cual pertenezco, aunque tal vez hubiera preferido ser cianobacteria o bicho bolita) de ponerle límite a todo -ve un tigre y lo mete en una jaula, ve un territorio, le pone una frontera y le encaja una aduana, ve un giro del planeta y lo encierra en un almanaque- resulta que desde hace muchísimo tiempo el mismo se mide y se acota.
Ahora bien, la medición del tiempo debe de ser de las arbitrariedades más desprolijas que hemos hecho los humanos (bah, no tengo por qué incluirme en ese mamarracho, porque es anterior a mi nacimiento), porque muy bien eso de considerar el giro de la Tierra alrededor del sol, y la repetición regular de las estaciones y los desbordes del Nilo, pero explíquenme alguien a qué carajo viene esa desprolijidad de un año de 365 días -cuando no 366-, 12 meses, 52 semanas y un cachito, 7 días a la semana, 24 horas por día, 60 minutos por hora, y así, es decir, fragmentos arbitrarios de tiempo que no riman con nada... ¡Con lo lindo que es el sistema métrico decimal...! No me dirás que no hubiera quedado mejor un año de 1000 días, o una semana de 10, u horas de 100 minutos, si total da lo mismo.
Y ni qué hablar de la duración de los meses: un auténtico despropósito. Que hay de 30 y de 31 días, y un pobre mes de 28, al que cada tanto se le tira una limosna de 1 día más. Y todo porque Octavio “el Augusto” tenía un ego más grande que el propio Imperio Romano, y quiso no sólo tener un mes con su nombre, sino que además, fuera de los más largos. Claro que nadie lo iba a andar contradiciendo, pero bien que hoy podríamos recortar los flecos y emparejar todo. Pero no, fijate cómo será la cosa que el año 2008, no sólo fue bisiesto sino que tuvo un segundo más, por no sé qué quítame ahí esas pajas de los relojes atómicos.
La medida del tiempo, decía, es de lo más arbitrario, como lo es que el año empiece el primer día de enero y termine el último de diciembre, pero esto conlleva esa insufrible manía de festejar que termina un año y empieza otro (como si los cambios que se producen en serio tuvieran algo que ver con la esfericidad de la Tierra y la inmortalidad del cangrejo), de desearse felicidad para el año que comienza (¿Qué? ¿Acaso una no tenía derecho a ser feliz el año anterior o no lo tendrá luego de finalizado este que comienza ahora?), de ritualizar el cambio de año emborrachándose en el Mercado del Puerto, asando lechón, comiendo 12 uvas a las 12, tirando cañitas voladoras y cambiando el almanaque, por sólo nombrar unas pocas ceremonias
.
[1]
La cuestión del almanaque, en sí misma, trae aparejado su propio ritual: ni bien una hace contacto visual -allá por fines de noviembre, tal vez- con el almanaque que le entrega el repartidor del gas o el empleado de la farmacia, busca a ver qué día cae el cumpleaños (¡Uy, mirá, cae miércoles!) como si eso tuviera alguna importancia o significara un paso en el develamiento de los misterios del universo, y se fija a ver cuándo caen los feriados, para ir planificando el descanso o amargándose la vida, como cuando el 1º de mayo cae en domingo, cosa que ese día tiene la execrable costumbre de hacer cada tanto tiempo.
Y el fin de año trae otra costumbre antiquísima: la de hacer el racconto del año que agoniza. Es así que en los medios masivos de comunicación llenan sus espacios con listas de acontecimientos políticos, goles, discos, catástrofes, películas, escándalos, y hasta muertes, todo lo que se les ocurra para cargar de trabajo a los encargados de los archivos. Raras veces ocurre algo nuevo y diferente, por aquel vicio que tiene la Historia de repetirse, así que esos resúmenes del año no varían demasiado, salvo por algún nombre de persona o de lugar.
Pero como una no es nadie para cambiar la Historia, se suma a lo de hacer una enumeración de los hechos del año 2008 que sean dignos de mención.
Me referiré estrictamente al ámbito local, porque de los Juegos Olímpicos de Beijing, Barak Obama, Lewis Hamilton, la crisis económica y el eterno conflicto en la franja de Gaza, todo el mundo está hasta el occipucio.
En este país, yo destacaría tres acontecimientos:

1) El fútbol uruguayo, que de suyo es un deporte único en el mundo, no sólo por lo mal que se juega, sino por todo lo que lo rodea (los jugadores carecen totalmente de importancia, los verdaderos protagonistas son los dirigentes y los periodistas), este año se lució por:
* el affaire “Yosselem Rocamora – Sergio Pezzota”, que tuvo más idas y vueltas -y revolcones- que la memorable telenovela “La caldera del diablo”.
* la neurosis obsesiva del árbitro -jamás mejor empleado el término- Líber (im) Prudente -también conocido como “pito rápido”- que determinó que Nacional – Villa Española fuera uno de los partidos más largos de la historia (94 días)
* la suspensión por tiempo indeterminado del Apertura a falta de la última fecha, en la que se decidía el campeonato, por un quítame ahí ese alambrado, que yo no juego en tal cancha, que si no hay plata no vamos y otras encantadoras excusas puestas por los dirigentes y la policía, que como es natural, no pensaron jamás en los jugadores que son quienes hacen el espectáculo ni en los espectadores que somos los que ¿disfrutamos? del mismo.
* el otorgamiento de “superpoderes” al Presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, que nadie sabe en qué consisten, pero me imagino que implican cosas tales como una capa que permita volar, una espada láser y un anillo de invisibilidad.

2) La anexión definitiva del Uruguay al Reino de Su Majestad Marcelo Tinelli, porque no hubo forma posible de permanecer ajeno al inefable “Bailando por un sueño”, ni aunque una estuviera con muerte cerebral. Como era poca la invasión que este señor hacía desde hace años de las pantallas de TV locales, este año tuvo la ocurrencia de invitar a tres ¿estrellas? vernáculas, y así todo el mundo estuvo pendiente de las siliconas de la Farro deslizándose por el caño, los amores y desamores de la codiciada Eunice Castro y la resistencia sobrehumana de Virginia Dobrich que sobrevivió a los pisotones y zangoloteos del heliogábalo “Tota” Santillán.

3) El Frente Amplio, consolidado en el poder, que podía aspirar a deslizarse tranquilamente hacia un segundo mandato, prefirió hacer una suerte de carnaval pre-electoral y sacar a ventilar todos los trapitos al sol y disputarse la candidatura a la Presidencia, agregándole como si fuera poco una recolección de firmas pidiendo la reelección de Tabaré Vázquez, aún cuando él dijo cien veces que ni loco que estuviera volvería a candidatearse –además de su imposibilidad inconstitucional-, y un Congreso que dividió a la fuerza en una especie de desprolija colcha de retazos. Eso sí, alcanzó sin lugar a dudas el rango de partido tradicional, porque contraviniendo las leyes naturales, los dinosaurios no se extinguen ni dejan su lugar a nuevos especímenes.

Ahora, animate vos a contar qué te pareció relevante en el 2008.
Ah, me olvidaba… ¡Feliz Año Nuevo!

[1] Dar una vuelta a la manzana con una valija en la mano, tirar un balde de agua desde la puerta de calle al exterior, comer una cucharada de lentejas, usar bombacha amarilla…