miércoles, 1 de mayo de 2013

Días de cine

A raíz del cierre del Cine Universitario, reedito esta entrada, que publiqué en el año 2008. 

Para los que hacen posible que estos lugares existan... todavía.

Montevideo, como es natural en una capital, tiene muchas salas de cine. Claro, ni se compara con la cantidad de cines de otros tiempos, cuando había numerosas salas de estreno en el Centro (en los tiempos en que el Centro todavía era eso, y no la zona decadente que es hoy), con plateas enormes, un estilo arquitectónico que les confería a cada una su identidad propia y una cuidada decoración, y había salas de cine en cada barrio, más populares, cuyo estilo estaba definido principalmente por el tipo de público asistente. En las salas céntricas la gente se vestía “para ir al cine” con sus mejores atuendos; en los cines de barrio se pertrechaba con abundante comida, porque el programa incluía tres o cuatro películas, entonces había que pasarse toda la tarde hasta entrada la noche.
Los cines de barrio fueron los primeros en desaparecer, dejando su lugar a iglesias evangélicas o supermercados; luego siguieron las salas del centro, dejando su preciado espacio a más iglesias evangélicas, estacionamientos o expoferias. Algunos, en el mejor de los casos, reabrieron años después como complejos cinematográficos de dos o tres salitas pequeñas, en donde antes había una enorme, con dos plateas.
¿Qué pasó? Los cines comenzaron a formar parte de los shopping centers, y se mudaron hacia el far east... Y se convirtieron en no-lugares, como plantea Marc Augé
1: todos anodinamente idénticos, asépticamente iguales. Una no sabe si está en el Montevideo, el Punta Carretas o el Portones; lo que es peor, puede ser Montevideo, Quito, Nairobi o Berlín, lo mismo da, son las mismas salitas, es la misma moquette, las mismas butacas ergonómicas con posavasos, las mismas gigantografías de las mismas películas, el mismo desparramo de pop (ya ni siquiera se llama pororó, of course!), los mismos baldes del mismo refresco, las mismas colas interminables, la misma gente, las mismas cinco sinopsis de películas que no tenés ningún interés en ver...
Pero, hasta cierto punto, Montevideo no ha dejado de ser Montevideo... al menos no todavía. Y aún subsisten, erguidas como los últimos bastiones de la resistencia, las salas del Universitario y de la Cinemateca Uruguaya. Peleando con dignidad contra los embates de la post-post-modernidad, contra los estrenos mundiales en simultáneo, el merchandising, las bebidas cola y las colas interminables. Estas salas ofrecen cine del bueno, ya se trate de una modestísima película iraní, un clásico del neorrealismo italiano o incluso un estreno comercial, pero con garantía de calidad.
Y son lugares con una marcadísima identidad... No esperes moquette, porque no la hay, y si la hay, está pelada en varios sitios; las butacas no son ergonómicas, ni siquiera cómodas; una va allí a ver la película; para descansar se queda en la casa. Y un asistente regular sabe qué butacas conviene evitar, porque se bambolean o se hunden. La pintura está un poco descascarada, ni te sueñes con que haya aire acondicionado, para qué si en verano prenden unos ventiladores grandotes y en invierno alcanza con no sacarse el abrigo. La copia de la película seguramente estará un poquitito rayada, y el sonido se escuchará con un fondo de “fritura”, pero... ¿Dónde más podés ver los Fellini o los Bergman que te perdiste en pantalla grande? ¿O dónde dan hoy en día películas de George Cukor? ¿O dónde podés deslumbrarte con un festival de cine pakistaní? ¿O dónde arman la programación de tal modo que te da bien el tiempo para salir de ver una película y meterte a ver otra? ¿O dónde podés ver los estrenos -capaz que con un par de meses de atraso- a un precio módico, y sin bancarte una cola larguísima, niños que arman un berrinche porque se agotaron las entradas para Shrek 8, consumistas de todas las edades que no pueden estar 90 minutos sin aumentar su nivel de glucosa y sin que a nadie le suene el celular durante la proyección, eh?
Pero lo que más me gusta de estos lugares es el público asistente. En esos cines se encuentra gente que vive en universos paralelos, que sólo existe allí. Fuera de ellos, uno no se encuentra jamás con estos personajes; se materializan al entrar. Las primeras funciones, las de las 4 de la tarde, son especialmente fascinantes. Suelo ir a ellas cuando voy sola, y en particular durante el verano, porque es una forma de autoconvencerme que es de noche y hace frío cuando en el exterior reina el maldito con su luz y su calor insoportables. A esa hora cunden las señoras mayores –una sutileza de mi parte, porque en realidad son viejísimas- ataviadas con sus mejores galas... con la moda de hace dos décadas atrás, rigurosamente maquilladas, con el labial de un rojo coral imposible sobrepasando el borde de los labios. Es el único lugar en donde en el invierno aún se ven tapados de piel y collares de tres vueltas de bolitas de naftalina. Debido a la composición demográfica de nuestra sociedad, los hombres escasean, pero aún los hay, con boina y barba, o con un traje raído y corbata de moñito.
Todo el mundo se conoce, se saluda, se recomienda películas, se rezonga: “¿Cómo que todavía no viste “Fulanita”? ¡¡¡Tenés que verla, yo la vi tres veces!!!”. Están los que comentan antes de entrar, porque se leyeron todas las críticas habidas y por haber, citando las fuentes, como corresponde. Los que se ponen a hablar con una, porque todavía no llegaron sus amigos, y les da lo mismo hablar con cualquiera, mientras tenga orejas: “¿Viniste a ver “Mengana de tal”? “No, vine a ver “Zutana de cual”” “¡Ay, es lindísima, yo la vi ayer!” . Y ni decir de las señoras que se creen impunes para hacer cualquier cosa, entonces te manotean el collar y te espetan a bocajarro: “¡Qué divino! ¿Dónde lo compraste?”, o como le pasó a mi amiga Laura, que una señora se le acercó por la espalda y le empezó a sacar pelos del blazer, y le dijo con tono de reproche: “¿Usted no se pone una toalla sobre los hombros para peinarse?” En el Universitario hay un señor que, cual John Steinbeck, va con su perro; lo deja suelto, nomás, en los escalones de la entrada, y allí se queda el pichicho, echadito, esperando que su dueño salga. Y, como dijo una vez Migue Dobrich
2: a esos lugares van viejos con bolsas. Coincido con él. Antes de empezar la película (raras veces durante la proyección), suenan varias bolsitas de nailon. ¿Qué es lo que hacen? ¿Buscan caramelos? ¿Guardan el vuelto de la entrada? ¿La tarjeta de socio? ¿Quieren perpetuarse con un último ruido final, antes de llamarse al silencio?
Una tarde de diciembre, a mitad de semana (yo ya estaba de vacaciones) fui al Universitario. Debido al día y a la hora, el cine estaba casi vacío; seríamos unas diez personas a lo sumo (me encanta, me parece que es una función especial) y respetando la norma de urbanidad no explicitada de que si uno va solo no se sienta junto a otra persona, cada uno se había acomodado en su propia fila individual. Violando esa regla tácita, una señora vino a sentarse junto a mí. La oscuridad reinante impidió que la señora viera la expresión de mi cara, que era claramente “¡Tenés todo un cine vacío, rajá de acá!”, y allí nomás se acomodó, y de inmediato se durmió plácida y profundamente, sin que hubiera pasado más que “Sombrero Productions et Mallia Films présentent...” Se despertó cuando terminó la película. Seguramente, por una módica cuota mensual, la señora había encontrado un lugar oscuro y fresquito en donde dormir la siesta, sin que la molestara nadie. Eso sí, imagino que tendría la precaución de elegir películas sin estruendo.


Porque me encanta el cine, porque estos siguen siendo lugares de resistencia, porque aún quedan pruebas vivientes de aquel “público culto” que caracterizó al Montevideo de antaño, porque en los boletines dan información detallada y criteriosa de las películas -aunque no sean en papel satinado- es que cuando voy al cine –nunca más de dos veces en el mismo día, eso sí- prefiero ir a uno de éstos.
Ojalá dentro de 30 años sigan existiendo las salas del Universitario y de Cinemateca. Y espero estar allí, con mi boina, mis pieles y mi collar de tres vueltas de bolitas de naftalina, para encontrarme con mis amigas -otras “chicas” como yo- y disfrutar de aquel clásico del año 2010, que ya habremos visto seis veces.
Creo que va siendo hora de comenzar a ahorrar para comprarme el tapado de nutria.


1 Marc Augé, antropólogo francés autor de “Los no-lugares. Espacios del anonimato Una antropología de la sobremodernidad”
2 Miguel Ángel Dobrich, comentarista de cine del programa “No toquen nada” de Océano FM (entre otros)

martes, 12 de febrero de 2013

A Dios rogando, y con el mazo dando



Hace unos días, les contaba una historia de cartas de baraja que se encuentran tiradas en la calle; si no la leyeron, pueden hacerlo aquí

Ayer, otra vez, cuando fui a tirar la basura, me encontré con otra carta, un 6 de bastos, que no recogí porque tenía mucho barro, y porque pensé que se trataba del mismo mazo, que andaría desperdigado por allí.
Hace un rato, en mi tradicional visita al contenedor, volví a ver el 6 de bastos, ya seco por el sol. Por las dudas, lo di vuelta, y vi con sorpresa que no se trataba de una carta del mismo mazo.

Claro que estas cosas ocurren contadísimas veces; cada muerte de Obispo, o cada renuncia de Papa.




viernes, 8 de febrero de 2013

Las cuarenta del mazo


Hace varios años, en La venganza será terrible, Alejandro Dolina planteó el tema de los coleccionistas. En esa ocasión contó el caso de un caballero que empezó a coleccionar cartas, con el objetivo de lograr un mazo. Lo interesante de esto es que cada carta de la baraja debía ser encontrada; no valía comprarlas ni conseguirlas por otro método. Según parece, este hombre terminó su vida viviendo en la miseria y completamente loco, buscando la última carta -¿Un dos de diamantes, acaso?- que nunca encontró.
Recuerdo claramente que esa historia me impresionó muchísimo. Estaba -estoy- segura de que yo podría terminar como ese pobre tipo, obsesionada con esa última carta del mazo; por eso, cada vez que veo una carta tirada en la calle, en seguida la asocio con esa historia, y me da un cierto escalofrío. 

Hace poco conocí a una muchacha que tiene esa afición: colecciona cartas encontradas en la calle, y tiene un montón. Anoche, íbamos juntas caminando por Francisco Simón, hasta que en un punto yo crucé la calle porque iba para otro lado. Inmediatamente escuché que me llamaba; me di vuelta a ver qué quería, y la vi con una sonrisa de oreja a oreja y mostrándome una carta que acababa de encontrar tirada en la vereda. 

Hace un rato fui, como cada mediodía después de almorzar, a tirar la basura. Al acercarme a "mi" contenedor, vi que había una bicicleta con un carrito de recolector, y que del interior del contenedor salían ruidos. Me parece horrible levantar la tapa y tirar la bolsa cuando adentro hay una persona, así que me fui hacia otro contenedor. 
Y fue allí que lo vi. Bajo el sol del mediodía, por la calle Islas Canarias, un rectángulo de cartón amarillo con una publicidad de margarina. Supongo que fue el hallazgo de la carta por parte de mi amiga la coleccionista ocurrido pocas horas antes que me llevó a pensar que eso podía ser una carta. Me agaché, lo di vuelta, y allí estaba, muerto de risa, un 7 de espadas.  






Para Inés Nogueiras


lunes, 14 de enero de 2013

EL GRAN SUR O LA SOLEDAD Y EL ARTE



Encantada con la idea de una Bienal de arte en Montevideo -por fin- esperé su inauguración con ansias. Las locaciones elegidas para las muestras me parecieron un acierto, porque además de ver las obras expuestas, se podrían visitar edificios emblemáticos. Así que, a poco de inaugurada, fui en diciembre, junto con un grupo de amigos. La idea era, por un lado, ver la muestra, por otro, juntarnos un rato, y por qué no, disfrutar de algunas obras y reírnos socarronamente de otras.
No llevé cámara, pensando que no se podrían sacar fotos, por lo que saqué unas fotitos pedorras con el celular (bah, lo digo como si yo pudiera sacar otro tipo de fotos). Cristina que sí fue con su cámara, sacó unas cuantas, que luego compartió.
Decidí entonces volver en cualquier momento con mi cámara, cosa que hice en la tarde de hoy. Llegué poco después de las 4 a la Casa Central del Banco República (la muestra abre a las 14:00 hs.), y lo primero que me llamó la atención fue que no estuviera abierta la puerta principal, así que entré por una de las laterales, que estaba custodiada por varios guardias, como es natural en la sede de un banco que además aloja una muestra de arte. Una vez adentro, en donde había más guardias tras un mostrador, me dirigí al Gran Hall, como perico por su casa. No había nadie. Cuando digo nadie, digo eso: yo sola con la muestra. Ni público, ni guardias, ni guías, ni curadores, NADIE. Extrañada, y a la vez un poco molesta -no se puede dejar que entre cualquiera que sea capaz de tocar/estropear alguna de las obras- procedí a volver a ver las exposición, y a sacar todas las fotos que quise, con la mayor tranquilidad, ya que nadie se me cruzaba por delante de la cámara. Debo decir que hasta me produjo cierta indignación que las luces estuvieran apagadas, lo mismo que los monitores que exhibían videos; me parece que se le falta el respeto al artista y a su obra si ésta no está presentada adecuadamente. 
Cuando terminé de ver y fotografiar la muestra, me fui, con esa mezcla de extrañeza y comodidad. Al salir, vi el cartel de la entrada, y allí encontré la frase reveladora que explicó mi completa soledad: LA MUESTRA NO ABRE LOS LUNES.



Más información sobre la Bienal: http://www.bienaldemontevideo.com/

lunes, 20 de agosto de 2012

Mirá quién volvió

Algunos viejos bloggers están volviendo. No es mi caso, no por ahora, al menos. Mirá quién volvió ahora.
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She's lost control 
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Es el viejo Fede, con nuevos bríos.
 Sea bienvenido.

domingo, 25 de marzo de 2012

Los intrépidos hombres y sus máquinas voladoras*

Ese es el nombre de una película que daban cada dos por tres cuando yo era chica  (casi segura que en "Casino Montecarlo", el espacio de las películas los domingos de noche en canal 4, en la época en que solo había cuatro canales y la TV era en blanco y negro) cuya acción transcurría en los albores de la aviación. Pues ya bien entradito el Tercer Milenio, por mi barrio anda, domingo sí, domingo no, uno de aquellos intrépidos  hombres en su máquina voladora, haciendo las delicias de grandes y chicos en lo que a humanos se refiere,  y provocando el pánico entre perros y pájaros. 
Asumiendo mi papel de "la loca que anda con la cámara sacándole fotos a cualquier porquería", aquí les dejo una muestrita fotográfica del hombre volador.  









*Nombre original: Those Magnificent Men in Their Flying Machines, 1965, dirigida por Ken Annakin

viernes, 24 de febrero de 2012

¿Cómo que no actualizo?

Si pensás que hace mil años que no actualizo... tenés razón. Es más, ayer fue el cumpleaños de Ajito, y ni se me ocurrió celebrarlo, y sí, me hago cargo. Ahora bien, como te digo una cosa, te digo la otra: en mi otro blog,  LÁPIZ Y PAPEL, hace unos días comencé una serie de semántica ilustrada. ¿Qué estás esperando para verla, eh? 

Para ver las viñetas, criticarlas y/o tirar ideas, clic ACÁ.    

viernes, 23 de diciembre de 2011

Saludo navideño

Si tienen interés en ver mi saludo navideño, lo encontrarán acá.
¿Dónde?
¡¡¡ACÁ!!!

domingo, 4 de diciembre de 2011

Porque ustedes lo pidieron


Tras la exitosa entrada  “¡Mirame el pajarito!”  recibí un montón de mensajes de seguidores (un montón de dos, Susana y Juan Pascualero) que pedían un manual que los ayudara a adentrarse en el inframundo del Twitter.
Helo aquí. Háganse cargo.

MANUAL PARA TUITEROS INCIPIENTES 


 ¿Querés tener cuenta en Twitter pero no tenés ni puta idea de cómo hacerlo, cómo se usa y para qué sirve? ¡¡¡Aquí están las respuestas a tus preguntas, dudas y plegarias!!!


1) ¿Qué es  Twitter (de ahora en más, tuíter)?
Es una red social que permite a las personas, medios y organizaciones, comunicar sus ideas en 140 caracteres.



2) ¿Qué son los caracteres?
Son letras, números, signos de puntuación y chirimbolos varios.


3) ¿Qué tipo de ideas se pueden comunicar en tan pocos caracteres?
En general, boludeces (¿o no leíste mi tuíter?)

4) ¿Por qué se llama “tuíter”?
En inglés, to tweet  es piar, gorjear; de ahí que el isotipo de la red sea un pajarito. Y en tuíter  lo que se hace, básicamente, es pajaronear. 




5) ¿Cómo hago para tener una cuenta en tuíter?
Entrás al sitio, te registrás, y listo. Tu nombre quedará precedido por una arroba, así: @tunombre. Podés subir una fotito y escribir una biografiíta, también, para que la gente sepa quién sos.

6) Ya me abrí una cuenta.  ¿Cómo hago para escribir las genialidades que se me ocurren?
Las escribís en la ventanita que aparece arriba, bajo el título “¿Qué está pasando?”; otra opción es ir a  la barra de herramientas, arriba a la derecha, que aparece un cuadradito cruzado  con una diagonal; algo así:


Haciendo clic allí se abre una ventanita que te permite escribir, y va contando los caracteres a medida que lo hacés (¡Cosa ‘e Mandinga!).  Cuando hayas terminado, hacés clic en “Twittear”, y ta. Ese mensaje que escribís es un tuít.

7) ¿Solo puedo publicar textos?
No, también podés agregar enlaces a fotos o a videos. Los sitios que alojan fotos y videos proveen esos enlaces.

8) ¿Qué es ese asunto de seguir a alguien?
Muchas personas famosas e importantes tienen tuíter; si querés chusmear qué es lo que escriben, las tenés que seguir, en una actitud que no deja tener algo de voyeur  socialmente aceptado. Para ello vas a su perfil de tuíter y hacés clic en el rectangulito que dice “Seguir” y que tiene una cruz verde. Una vez que lo hayas hecho, mágicamente el rectangulito se volverá todo verde y pasará a decer “Siguiendo”.  De ahí en más, todo lo que tus “seguidos” escriban te aparecerá a vos en tu página, que andá sabiendo que se llama “Cronología” o “Time Line” (taimláin), también conocida como TL.

9)  ¿Y qué son los seguidores?
Los seguidores o “followers” son los tuiteros que te siguen a vos –sí, parece mentira, pero hay gente pa’ todo-. Los podés seguir a ellos, o no, según se te cante.

10) ¿Quién lee mis tuíts?
Tus seguidores, o cualquiera que entre a tuíter.  O nadie.

11) ¿Puedo interactuar con otros tuiteros?
¡Claro! Podés responder los tuíts de otros (basta con cliquear en “responder”, bajo el tuít correspondiente). También podés mencionar a otros tuiteros, citando su nombre precedido por la arroba, y ellos lo sabrán. Eso sí, ni te sueñes que Angelina Jolie lea tus mensajes, por más que la menciones hasta en la sopa de letritas.  


12) ¿Qué son las siglas y los chirimbolos que todo el mundo usa como si supiera?

@: ya te expliqué que la arroba indica el nombre del tuitero, sea persona o entidad. Ejemplos: tu prima la  Totona es @totona  y El Palacio de la Papa Frita es @papafrita 



#: en inglés hash, o sea “jash” (pronunciándose “sh” como en “shópin”) seguido de unaseriedepalabrassinespaciosentreellas termina constituyendo una hashtag o etiqueta, que sirve justamente para eso, etiquetar temas de interés, como por ejemplo #EleccionesEgipto2011 o #lasfiestasnoempezaronyyametienenpodrida. Esto permite buscar  y seguir temas.   


La estrellita aparece debajo de los tuíts; sirve para marcar como favorito lo que haya dicho otra persona, basta con hacer clic en ella. Es como un mimo que se le hace a otro tuitero, como tocarle el hombro y decirle "mirá qué lindo lo que decís". 

Algunos tuiteros no quieren que cualquiera entre y lea sus mensajes, entonces les ponen un candadito. Todavía no entendí para qué tienen tuíter, si para los mensajes privados ya se había inventado la paloma mensajera, que no deja de ser un ave, si bien se mira. 

#FF

No, no son las iniciales de la finada Farrah, sino de follow Friday,  costumbre un tanto en desuso, que consiste en sugerir tuiteros interesantes para seguir. Eso sí, los viernes (no me pregunten por qué).

RT: significa “retuitear”, es decir, difundir un tuít de otra persona.  Eso se hace cliqueando la palabra “retwittear”, bajo el propio mensaje.


TT

¡Qué noche, TT!

En este caso no se alude a la exMiss Siete Días, sino a trending topics, esto es, temas candentes, o temas del momento, como por ejemplo qué pasará con el euro o si Sarkozy engaña a la Bruni con la Merkel. Los TT se agrupan por países, pero eso vale para países en serio, así que no busques los TT de Uruguay, que no hay.  


TW: vaya uno a saber por qué, significa tuíter.




¿Te quedó más o menos claro? ¿No? ¡Entonces preguntale a alguien que sepa!




domingo, 27 de noviembre de 2011

¡Mirame el pajarito!

Hace un tiempo atrás les explicaba por qué no tengo facebook, en esta entrada.
¿En cuál?
En ésta.

Ahora les explico por qué tengo tuíter.
¿Dónde?
Acá.